Ilustrar el Acto del Juramento o Promesa ante la Bandera de España, configura el mayor aporte moral con el que se personifica el empeño de servicio a la Patria, como del mismo modo, revela inexcusablemente que va más allá de los indicadores que encarnan voluntades y anhelos de la Nación a la que simboliza.
Bandera de España que quien la acoge, la hospeda y la protege, se compromete al establecimiento de una identidad propia, cuyo designio permite exaltar el orgullo, la esperanza y el valor individual y colectivo junto a un grupo de personas conformadas en comunidad.
Bandera Nacional que ambiciona habituarnos a un concepto emanado de una promesa surgida desde lo íntimo del corazón. Convirtiéndose en esencia sagrada y misterio de la Patria en cuyos pliegues se consagran ilusiones, retos y esperanzas.
Bandera única y exclusiva al no existir otra por igual, como España es sólo España.
Contemplar la Insignia Nacional en el Solemne Acto del Juramento o Promesa, es ver plasmado criterios reflexivos de una Nación dónde se escenifica la capacidad de consenso y firmes voluntades por prosperar, avanzar y ser permeable a diseños de futuro.
Un Estado ensamblado de Norte a Sur y de Este a Oeste con sus dos centinelas en constante desvelo desde el continente africano, en cuyo centro yace esbelto el mástil y majestuosa e imperecedera la Bandera de España.
Por eso es la Bandera de todos, porque al contemplarla retratamos el espejo que nos encarna en apacible convivencia. Buscándonos impetuosamente para guarecerse y hacerse sublime en quién la pretende.
Pero referirse a la -Patria común- es ver forjado un Territorio que visibiliza un Estado plenamente Democrático, Social y de Derecho. Una superficie integrada por hombres y mujeres libres e iguales en deberes que atesoran la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Una Tierra con analogías diversas y aportes de todo orden, porque en esa observancia a la diversidad y originalidad de los espacios que la satisfacen, se asienta su imperecedera Unidad.
Unidad como herencia histórica cuidadosamente custodiada, que concurre como el principal de entre sus valores y con el que se apuntalan los restantes. Estableciéndose en el pilar más poderoso sobre el que fraguar su destino, al defender la Soberanía Nacional y con ella la afinidad de sus territorios.
Defender el valor de los símbolos que la sustentan con la debida dignidad, forma parte del enriquecimiento adherente de la ciudadanía con el nexo territorial. Pero si por el contrario concurriesen discrepancias con la doctrina constitucional, no argumentaría la injuria a la Bandera o al resto de Símbolos que la representan.
Porque obrando así estaremos agraviando a la totalidad de la ciudadanía sin excepción, como comunidad histórica, moral e institucional, tanto pasada, presente y futura.
Símbolos como razón de ser e integridad común que se conforman en la Bandera, Escudo, Himno Nacional, Nación, Patria, Pueblo, Estado, etc., custodiados con escrupulosidad y de los que se nutren ineludiblemente los miembros de las Fuerzas Armadas como valores superiores.
Magisterio moral castrense que ayuda a descifrar la evolución de valores éticos, que más que enseñarse se evidencian y acaban contagiando las conciencias de un pueblo presuroso en ponerlos en marcha.
Punto de partida del Juramento o Promesa ante la Bandera, al observase dogmas, criterios, convicciones y certezas que acomodan sentimientos de admiración desde lo ético y lo moral.
Gesto de expresión común anhelado con ofrecimiento y firmes voluntades de hombres y mujeres, mediante un voto leal de por vida que se consuma de cara al retrato de la Patria.
Ceremonia plenamente majestuosa y copiosamente rigurosa como marca su carácter, articulada ante la congregación de ciudadanos que se engrandecen por una Nación con la que se identifica el jurando.
Promesa lacrada mediante un beso que enaltece el ornato del compromiso heredado, asistiendo ordenadamente a las Fuerzas Armadas y a la Patria común, al verificar testimonialmente una declaración sin precedentes de acuerdo a la legislación vigente.
De ahí que sea lícito y acertado ampararse en la Orden 1445/2004, de 16 de mayo, que otorga la posibilidad de empeñar solemnemente el Juramento o Promesa ante la Bandera de España.
Juramento o Renovación ante la Bandera como ejercicio íntegro de reflexión y de respeto, como de solidaridad, sensatez ciudadana y de envite por la superación y el porvenir de la Patria común. Adquiriendo mayor protagonismo en los instantes complejos que vivimos, al transformarse en armadura ética que edifica celosamente la Defensa Nacional.
Acto del Juramento o Promesa que emplaza a resistir y superar con coherencia pero desde la unidad, dando un paso al frente ante la Bandera que diseña una Nación desde la pluralidad de su cultura como muestra de identidad, al postularse la integridad y la ejemplaridad como valores democráticos.
Una Bandera producto de la semblanza de un País labrada con principios y valores universales, que abarca lo arraigado, lo perdurable y la expresión pública del inquebrantable deber de hacer valer la Constitución Española.
No disipando que la Bandera de España es el valor inmutable del Territorio que la preserva, infundida tiempo atrás a su plasmación. Pero también, es imagen de complejidades políticas, geográficas y lingüísticas, fundamentalmente ideales de preservación en valores cívicos y democráticos que persiguen avalar el bienestar de todos.
Rito consagrado del Juramento o Promesa ante la Bandera que al incluirlo como parte de uno mismo, admite libremente pero con determinación el derecho y el encargo de hacer valer la integridad de España. Concibiéndose el engranaje sociedad-ciudadanía con las Fuerzas Armadas en el trabajo siempre aplicado y solidario de atender a la Nación como Patria común.
Distinción que se le confiere legítimamente al ciudadano como jurando que lo dispone por voluntad propia, al declarar ante los presentes con benevolencia y pragmatismo estar decidido en la cooperación por el bien de todos.
Nada de lo formulado en el deber de servir más y mejor a España podría llevarse a término, si el ciudadano como depositario solidario no es adjudicatario de la solidez en el sentimiento nacional, como de la integración en la historia de un País que ha sido fiel a sí mismo a lo largo de los siglos.
Consideración que no recae meramente en el sentir de la Institución castrense, al constituirse en la esencia que atañe a España como Nación en pos de la ciudadanía que la embellece. Razón de ser que vincula a la inclinación de permanencia y rigurosamente a la continuidad de la Patria común e indivisible como es España.
De ahí, que entre los retos en la conciencia ciudadana se antoje deberes constitucionales de tomar parte en la Defensa Nacional. Ratificándose a todas luces el beneficio moral que desde el raciocinio constitucional revela el Acto del Juramento o Promesa ante la Bandera.
Juramento o Promesa emplazado a ser tallado, acrecentado y afianzado sagradamente. Poniendo por testigo a Dios de lo jurado con el corazón y al propio honor y a España como Patria común.
Fórmula de acogimiento solidaria desde el compromiso inquebrantable, pero también como expresión sencilla de precisar y recóndita de acoger. Debiendo ser conferida con firme voluntad mediante normas éticas, que paulatinamente irán moldeándose como máximas de vida.
Contacto breve mediante un beso que se hace inmortal como reseña plástica del “-¡Sí, lo hacemos!-”, como confirmación de lo satisfecho en la -Rojigualda- al evocar relieves y espacios bien definidos con génesis históricas y bases sólidas, creados durante siglos y salvaguardados celosamente para el afianzamiento de la paz.
Juramento o Promesa ante la Bandera, que protege el compromiso adquirido como miembro de pleno derecho, al contribuir con fortaleza, lealtad y tenacidad en pos de un criterio de vida puesto al servicio de la Nación.
Juramento o Promesa en la que cualquier matiz brilla por excelencia, al describir la totalidad de posesiones heredadas por nuestros antepasados.
Pero es también la oportunidad de acercarse sublimemente ante -Ella- y fiar una acaricia que quedará impregnada entre en sus ondulaciones, dignificando el encargo innato de dar persistencia a valores que se hacen de todos. Precisando del compromiso vitalicio cimentado en un acto pródigo que sin exigir nada a cambio, permite entregar todo incluso la propia vida.
Juramento rubricado mediante un pacto de fidelidad hasta la eternidad, que engrandece a quién así lo establece.
Teniendo garantizado que el camino será ligero y el yugo suave, como aquellos otros -Viejos Soldados- que miran desde las alturas, gozosos y radiantes al intuir que el destino de la -Patria común- prosigue indemne.
Juramento como ideal común al quedar impreso gracias a los que lo realizaron en su momento y a la responsabilidad de quiénes hoy lo consideran eficaz con el gesto de Renovación o Promesa ante la Bandera.
Por lo tanto, la Bandera de España es la imagen inalterable que contrasta la unión permanente de un País que contiene valores incorporados como el empeño común, la innovación constante, el compromiso con la dignidad de las personas, y así un largo etc.
Bandera de España que al ser de todos sin excepción emite impresiones, entusiasmos y vivencias, pero también incorpora un pacto de convivencia común.
Insignia Nacional de tono rojo que exhibe el flujo esparcido por tantísimas personas al hacer valer la Patria colectiva. Como aquella de pigmento amarillo, que como tornasol de oro describe la fuerza de su dominio y la dignidad que se le debe rendir.
Será tras el Acto del Juramento o Promesa ante la Bandera, cuando por fin es posible caer en la cuenta de la filiación real de un Ejército y su sociedad.
Intuyendo la responsabilidad que dicho Juramento o Promesa configura en la cimentación legítima, pero también constitucional para la integridad de la ciudadanía. Despertando en las conciencias el siempre servicio empeñado por las Fuerzas Armadas y el respaldo encargado por la Constitución.
Valorándose sin rémoras la inmensidad cultural y moral de una Nación como España, al reconocerse los planteamientos éticos en los que descansa. Protagonismo que adquiere con sensatez la noción de Defensa Nacional en la vida diaria de las personas.
Lo declarado desde mi humilde reflexión como -Ciudadano y Siempre Soldado de España- en la Renovación del Juramento o Promesa ante la Bandera, es ser consecuente en materializar un acto sagrado e imperativo de firme compromiso en defender, conservar y hacer guardar el -Símbolo y Guion Vital- que ilustra a la -Madre Patria-.
Consumándolo ante Dios y España, seducido por haberme dispuesto ser hijo suyo, como sangre de su sangre, relato de su historia y obediencia de su Ley. Haciéndose constar que aún continúa palpitante aquel viejo pero eterno Juramento consumado el 19/02/1984, que como tantos españoles de bien decidí confirmar.
Obteniendo sin merecerlo el título nobiliario de ciudadano solidario y el abrazo inextinguible del mástil que sostiene la unidad de España. Expresión de una Nación en la que sólo encajan la responsabilidad y el sentido común.
Vivir envuelto al abrigo de la Bandera de España, es acoger la condición moral de poner en relieve valores en los que convergen tanto normas como percepciones ensambladas con el compromiso constitucional.
Ceremonia entrañable y engrandecida como acto promisorio de madurez y de conciencia, pero también de empuje por la prosperidad y acontecer de un País al ser consecuente de sus desaciertos pero también de sus infinitas glorias.
Hoy, como jurando visiblemente erosionado espero con honor y máxima lealtad, ampararme en la Renovación del Juramento o Promesa ante la Bandera.
Acontecimiento excelso de Renovación que formalizaré D.m. en la Guarnición que me vio nacer como Soldado de España a la edad de dieciséis años, junto al compromiso perpetuo que confiarán mi esposa Alicia Inmaculada e hijos Rubén, Tamara, Judit y Esteban.
Enclave español cuyos límites muestran ser la Ciudad Autónoma de Ceuta, superficie española por los cuatro costados que teñida de grana y oro late al unísono con el Ejército que la defiende.
Tierra salpicada por dos aguas y dos portes a modo de continentes ante la atenta mirada de las Columnas de Hércules, que se perpetúa a la circunspección de un acto emotivo y de máximo honor al tener por testigos nada más y nada menos que Dios y España.