Joaquim Torra, más conocido como Quim Torra, el ahora dudoso “Molt Honorable” Presidente de la Generalidad, se ha despachado a su gusto al pronunciar, en una ceremonia con apariencias de clandestina, el juramento exigido para ocupar dicho cargo, diciendo que lo hace “en fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado en el Parlament”.
Ni una palabra para el Rey, ni para la Constitución, ni para España. Ni siquiera una bandera española. Una vez más, desprecio para la Patria común e indivisible de todos los españoles, entre los que está él mismo, por mucho que le pese. Pobrecillo, cuánto sufrirá cada vez que mire su DNI. Por mucho que le duela,
Torra es un español más, es decir, eso que él mismo ha definido acusándonos de desconocer la vergüenza, de estar locos y de ser maleducados, expoliadores, bestias carroñeras con forma humana, víboras, hienas y otras lindezas por el estilo..
Al escribir tan “amables” palabras, me ha venido a la mente algo que aprendí en aquel duro, aunque fructífero bachillerato franquista de siete cursos, en el cual, al estudiar literatura, me enseñaron que un autor latino del siglo II antes de Cristo llamado Publio Terencio había escrito una obra de teatro titulada nada menos que “Heautontimorumenos”, palabra compuesta que en griego venía a significar “el atormentador de sí mismo”, el que se flajela.
Sin lugar a dudas, cada vez que insulta a los españoles, Torra se está insultando a sí mismo. Así lo hizo en sus famosos tuits, así lo hizo en sus artículos de prensa, y así lo ha hecho también al jurar su cargo, todo un juramento de jumento, con esas orejeras que les ponen para limitar su campo de visión.
Y que no se moleste por dicho calificativo ¿acaso no somos todos los españoles –incluido él mismo- unas bestias con forma humana? Jumento era Platero, aquel burrito suave y pequeño, tan blando por fuera que se diría que era de algodón, novelado con poético cariño por Juan Ramón Jiménez. Preocupa el problema que, con carácter general, afecta a la fórmula de los juramentos o promesas.
Y no solamente en este caso concreto, sino también en los muchísimos más que vienen produciéndose, cada vez con mayor frecuencia, en esta sufrida España, donde se jura o promete un cargo suprimiendo lo que no agrada y añadiendo palabras y frases que desvirtúan absolutamente aquello que el legislador quiso establecer como norma básica; es decir, que el juramento o promesa se atuviese a unos principios intocables: el respeto a la Constitución, al Rey y a la ley.
Comenzaron algunos añadiendo esa coletilla de ”por imperativo legal” –lo hago porque me obligan, no porque yo lo acepte- y se está llegando a extremos totalmente inadmisibles, a veces largas peroratas propias del populismo más rancio y de los separatismos más inadmisibles o, simplemente, diciendo lo que les da la gana.
Ahí está la fórmula empleada por Quim Torra, en la que se mencionan como ejes fundamentales al pueblo de Cataluña y al Parlamento catalán.
Para Torra no existe España, no hay un Rey y no hay ni Constitución, ni Cortes generales, ni Estatuto, ni más pueblo que el de Cataluña. Va a lo suyo, es decir, al supremacismo y a ese separatismo que considera la voluntad de los catalanes.
Se equivoca Quim Torra al pensar que “la voluntad de los catalanes” es la independencia. Su mentor (ese forajido al que parece rezar todos los días comenzando su oración en catalán con las palabras “Puigdemont nostre que sou a Berlín”) declaró expresamente que las elecciones del 21 de diciembre tenían que ser una reafirmación de aquel referéndum, previamente ilegalizado por la Justicia, del 1-O.
Como en dichas elecciones legales perdió el separatismo por casi seis puntos, se deduce que esa, y no otra, es la auténtica voluntad del pueblo de Cataluña.
Y vuelve a equivocarse el Molt Honorable (si es que se le puede atribuir el cargo de Presidente de la Generalidad) al creer que ese juramento goza de plena validez, por cuanto debería considerarse que ha quebrantado lo más esencial de la exigencia de dicho requisito, es decir, un sometimiento expreso a la Constitución y a las leyes.
Después de su reunión con Rajoy. Pedro Sánchez, Secretario General del PSOE, quizás a consecuencia de lo tratado, planteó la necesidad de regular debidamente estos juramentos o promesas por medio de una ley orgánica, de tal modo que sea obligatorio atenerse a la fórmula general fijada al efecto.
Si el elegido o designado no está de acuerdo con ella, que lo diga, se quite de en medio y corra la lista o se nombre a otra persona.
Por último, me permito señalar que deberá tenerse mucho cuidado con el artículo 155, por cuanto su aplicación exige el cumplimiento de determinados trámites durante los cuales tendrán tiempo más que suficiente quienes hayan infringido la ley para poner pies en polvorosa.
Ejemplos tenemos del poquísimo caso –ninguno, más bien- que le hacen a la Justicia española nuestros queridos compañeros y aliados de la Unión Europea.
Si se vulnera la ley, que quienes lo hagan cumplan con lo que al efecto disponga el Código Penal- Ya está bien de fugitivos y tribunales que toman a nuestros jueces por el pito del sereno. Unos y otros se están riendo de todos nosotros.