Cada 365 días se acerca el final del año y nos proponemos nuevos retos para ser más felices y mejores en el nuevo. Hacemos una lista de nuevos objetivos: ir al gimnasio, comenzar las clases de inglés, dejar de fumar. Tratamos de autoconvencernos, incluso llegamos a creernos nuestras propias mentiras. Somos así de ingenuos, pero la realidad es bien distinta, porque llegado el mes de febrero abandonamos el gimnasio, a las clases de inglés ni nos matriculamos y el primer cigarrillo nos lo fumamos el seis de enero para celebrar los Reyes Magos.
Mientras nos hacíamos estos propósitos éramos más felices, nos veníamos arriba porque pensábamos que acabaríamos con nuestros vicios confesables. Sin embargo, en nuestro interior más profundo no dudábamos, estábamos convencidos de que eran propósitos irrealizables, pero nos valía para contentar a nuestras familias. Esta misma patología se repite en los políticos de Ceuta y Melilla cuando se aproximan unas nuevas elecciones. Nos prometen nuevas medidas para acabar con los problemas de inmigración en el puerto, con los cientos de menores no acompañados, nos presentan un proyecto de frontera moderna y digitalizada.
La última pelea entre argelinos y marroquíes ha visibilizado una vez más la situación de los trabajadores y guardias civiles que realizan sus funciones en el recinto portuario. El problema existe desde hace años, muchos años, no hay nada nuevo. Peleas entre inmigrantes, menores desamparados, apedreamientos a guardias civiles, robos de almacenes perpetrados por inmigrantes, escolleras que sirven de dormitorios y de almacén de productos robados, intentos de entrada en los barcos de menores y mayores y, sobre todo, la impotencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado para controlar esta situación por falta de una legislación que impida este descontrol.
AEGC llevaba años advirtiendo de que los vehículos intervenidos no pueden depositarse, más que depositarse abandonarse en el Puerto, porque se convierten en dormitorios y refugios para menores y mayores. Un refugio que cada cierto tiempo sale ardiendo. Apagado el fuego se realizan batidas que solo sirven para acallar las críticas de los ciudadanos, no para solucionar un problema que necesita mucho más que hechos puntuales.
Diariamente un solo guardia civil del puerto tiene que custodiar a más de cincuenta inmigrantes, después los invitan a salir fuera del puerto y pasan a sentarse en las proximidades de la barriada, cinco metros detrás de la valla. Pasadas unas horas, vuelven a intentarlo. La mayoría tiene documentación del CETI y puede permanecer en los alrededores, porque no existe ninguna ley que les impida pasear fuera del recinto portuario. Son casi vecinos de la barriada, ayudan a subir la compra a las señoras, les hacen recados y regresan con papeles pasados unos años.
La convocatoria de una nueva Junta Local de Seguridad para tratar un tema endémico en nuestra ciudad es la evidencia del fracaso de la política de seguridad de nuestros representantes políticos. Una Junta de Seguridad que servirá para tranquilizar y silenciar a los ciudadanos más ingenuos, no para solucionar el problema. Reunirse está muy bien, pero desde AEGC advertimos de que sin más guardias civiles y policías es imposible evitar el descontrol en el Puerto y la entrada de inmigrantes y menores por la Aduana del Tarajal.
Dentro de unos días los medios de comunicación nos informarán de los acuerdos de la Junta Local de Seguridad, de sus nuevos propósitos, nos dirán que todo se solucionará en unos meses. Nos informarán del compromiso de aumento de plantillas y de alguna medida más, pero todo seguirá igual, porque sin más guardias civiles y policías no se pueden adoptar medidas efectivas para solucionar este problema.