Cuando en noviembre de 1957 estalla la Guerra de Ifni-Sáhara, la Guarnición de Sidi-Ifni apenas sobrepasaba en más de 2.000 soldados su población en la ciudad, algo más del doble que la guarnición militar para cubrir todo el territorio, cuya extensión aproximada era de 2.000 kilómetros cuadrados. Para garantizar el orden público en la ciudad de Sidi-Ifni, el Grupo de Policía nº 1 sólo contaba con 80 hombres; los demás estaban distribuidos por el interior del territorio en los distintos puestos.
Muchos ingenuos, disfrazados con la firma de periodistas y escritores, se atrevieron a escribir que el Ejército Español en aquella guerra se retiró, lo cual es autentica mentira. Lo que sucedió es que se replegó, medida acertada del Estado Mayor del Gobierno de Ifni, ya que así pudieron cubrir un cinturón defensivo, para garantizar aquello: “defender lo que se puede mantener”. Hubiese sido una verdadera locura haber mantenido todos los puestos del interior, algunos a más de 100 kilómetros, cuando para llevarles toda la logística, víveres, municiones, agua, etc., con los ataques de la guerra de guerrillas, se hubiese repetido un nuevo desastre de Annual, con el consiguiente derramamiento de sangre, para más tarde o temprano tener que hacer lo que se hizo en Ifni.
El Somatén de Sidi-Ifni
Ante la gravedad de los sucesos del 23 de noviembre, y para garantizar la seguridad de la población, el entonces comandante jefe del Grupo de Policía de Ifni nº 1 y delegado gubernativo Francisco Mena Díaz, el cual vivió varios años en Tenerife, fue el hombre clave en la defensa del interior de la población, siendo además un hombre que conocía profundamente a los árabes, incluso hablaba el baamarani. Él mismo presentaba una propuesta al gobernador general de crear un somatén, propuesta que fue aceptada por dicho gobernador.
Repasando la historia, el somatén fue una institución creada en Cataluña y según el diccionario se trata de: “un cuerpo de gente armada, para perseguir a los criminales o defenderse del enemigo, y en su definición también era grito de guerra de las antiguas Milicias de Cataluña”.
Una vez puesta en marcha la propuesta de creación del Somatén de Ifni, el Gobierno General realizaba un llamamiento a todos los ciudadanos europeos útiles para el servicio de las armas, y como una sola respuesta, salvo raras y extrañas excepciones, todos los españoles vecinos de Sidi Ifni acudían en masa al Gobierno General para ser alistados en el recién creado somatén.
Según el fallecido periodista y escritor Ramiro Santamaría, en su libro Ifni-Sáhara, la guerra ignorada, los componentes de dicho somatén llegaron a ser unos 400 hombres. Inmediatamente a todos ellos se les dotó de un viejo fusil Mauser, cartucheras y la dotación de cartuchos, y con ello y el inmenso amor a la Patria, aquellos viejos soldados no sólo consiguieron garantizar durante la noche el orden público, también velar por la seguridad de toda la población civil de Sidi Ifni.
El sobrenombre del Batallón de las Gabardinas le vino porque sus componentes no tenían uniformidad, sino su propia ropa de diario, y para preservarse del frío del desierto durante la noche, la mayoría optó por enfundarse una gabardina, y por encima de tan variopinto uniforme portaban el correaje con las dos cartucheras y el Mauser colgado. Patrullaban por las calles y los exteriores de Sidi Ifni todas las noches para garantizar que la población disfrutase de seguridad y tranquilidad.
Jueces, abogados, comerciantes, administrativos y albañiles
Los componentes del Somatén de Sidi Ifni eran de las más variadas profesiones. Los había que eran jueces, fiscales, funcionarios civiles del Gobierno General, obreros, técnicos, médicos, maestros y hasta empleados de la Banca o el delegado de Iberia. Lo mismo se veían algunos jóvenes como a otros maduros y hasta algunos ancianos, pero todos ellos unidos por la camaradería y el afán de servicio.
Todas las patrullas empezaban sus servicios a las 10 de la noche y finalizaban a las 7 de la mañana. Esa grandeza que caracteriza el espíritu español alcanzaba a conseguir lo que estos abnegados hombres hacían. Sin dormir toda la noche, a las 9 de la mañana todos estaban en sus respectivos puestos de trabajo con la satisfacción del deber cumplido.
Por citar algunos de esos cientos de componentes del somatén estaba Xosé María Gómez Vilabella, director del Banco Exterior de Sidi Ifni, Pedro Vinué Albero, delegado de Iberia, Ángel Salve, maestro nacional; Gregorio Pozo, Juan Bichs, los hermanos Barber, o Mariano Asenjo. Uno de ellos, Pedro Vinué, destacó en un acto heroico, ya que una noche observó que en la torre más alta de Sidi Ifni ondeaba una bandera marroquí, y sin pensárselo trepó hasta donde se encontraba y la arrancó.
El denominado Batallón de las Gabardinas, para distinguirlos como miembros del somatén, ostentaban en el brazo un brazalete con la bandera española, y en sus patrullas nocturnas hacían cumplir a rajatabla la consigna ‘Santo y Seña’, y pobre de quien no respondiese a la consigna. Le pasaría como al periodista Ramiro Santamaría, que al no saber responder le ordenaron cuerpo a tierra. Así estuvo hasta que llegó el oficial responsable del somatén, pero, eso sí, el miedo se lo llevó en el cuerpo.
Aquel gran soldado y excepcional hombre tan lleno de virtudes humanas, el que supo reconocer en público el valor y espíritu militar de en aquellas fechas enemigo en la pasada guerra en el Pingarrón, Enrique Líster Forján, supo también reconocer y que se les recompensase a los miembros del Batallón de las Gabardinas con la Medalla de la Compaña de Ifni-Sáhara, cuyo texto de la concesión es motivo de orgullo: “ante el alevoso ataque realizado por las bandas armadas del Ejército de Liberación Marroquí, y por haber prestado con carácter voluntario cuantas misiones de armas se le encomendaron, con independencia de los trabajos habituales propios de su profesión, y demostrando con ello amor a España y al Ejército, puesto de manifiesto en su desinteresada colaboración para mantener el honor y la dignidad de la Patria y la integridad del Territorio de Ifni”, Sidi-Ifni, 23 de junio de 1958, Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce.