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Juan José Tamayo: “La sociedad de Ceuta es el espejo y el referente del pluralismo religioso”

Juan José Tamayo, doctorado por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha dedicado su vida a la teología. Ha sacado a la luz numerosas publicaciones que versan sobre distintas cuestiones relacionadas a las religiones. La actualidad de las creencias más imperantes y el momento en el que se encuentran es el motivo que lo traen este jueves a las 18:30 horas a la Estación del Ferrocarril de Ceuta para compartir sus reflexiones y análisis en la charla ‘Místicas comparadas’.

– ¿Podría resumir en qué consiste esta conferencia?

– Voy a hacer ver que el fundamentalismo y la mística son dos fenómenos muy poco conciliables por no decir claramente irreconciliables. El renacimiento de la mística es una respuesta al auge de los fundamentalismos y por eso empezaré citando el manifiesto del partido del manifiesto comunista de Marx acerca de que ‘un fantasma recorre el mundo, recorre el mundo entero’. Son los fundamentalismos. Tal y como se producen actualmente, existe una alianza entre la extrema derecha política y las organizaciones religiosas fundamentalistas e integristas. El criterio o la forma de comportarse de los fundamentalismos en este vínculo radica en lo que suelo llamar los discursos de odio.

"El claro ejemplo de la manipulación de la religión con fines políticos es la extrema derecha"

– Hay un tema que saca a relucir que es la política. ¿Cree que esta actualmente hace uso de la religión?

– Evidentemente. El ejemplo más claro de la manipulación y la utilización de la religión con fines políticos son los colectivos de la extrema derecha, a nivel político y cultural. Sin duda alguna hay ahí una alianza como he dicho anteriormente. Estos partidos tienden a utilizar la religión para su propio interés porque en buena medida los valores que defienden unos y otros son bastante afines, sobre todo en lo que tiene que ver con el origen de la vida, los modelos de familia, las relaciones afectivas e identidades sexuales.

Me parece un vínculo totalmente inaceptable. Porque consideran que defienden los principios de las religiones cuando en realidad lo que están es utilizando creencias que defienden la paz y el perdón, mientras que, estas formaciones, a mi modo de ver, amparan actitudes de odio y de venganza contra las personas diferentes. En ese sentido sí que hay una manipulación por parte de estas organizaciones de la religión y, al mismo tiempo, su utilización para justificar planteamientos conservadores que responden a etapas pasadas.

– Hay algo que ha salido a colación. El momento actual de las creencias. A lo largo de la historia han tenido su papel. ¿Cuál es el actual?

– Creo que las religiones institucionales siguen todavía teniendo un peso muy importante en la sociedad incluso en aquellas secularizadas. Se ha restablecido para apoyar en buena medida los diferentes poderes y para oponerse a los cambios que se están produciendo. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con la sexualidad, los modelos de familia y las diferentes identidades. Considero que en este campo se han quedado muy anquilosadas. Son críticas y están en contra del matrimonio igualitario, del fenómeno del feminismo y de todas aquellas manifestaciones en las que se han dado transformaciones muy importantes en relación a la sexualidad. Lo mismo ocurre en la interrupción voluntaria del embarazo o en la eutanasia.

Creo que se muestran más bien mirando al pasado que intentando asumir los cambios. Después, en la base de movimientos cristianos y musulmanes, los hay que se dirigen a una dirección bien diferente; a ubicarse en los lugares donde se lleva a cabo la marginación, la discriminación social y, al mismo tiempo, también a reconocer los derechos que se están desarrollando.

– ¿Considera que las religiones son un punto de conflicto?

– A veces suelen avivar el fuego de la guerra o de los enfrentamientos que se dan en los ámbitos locales y nacionales o a nivel universal. Eso no pertenece a la naturaleza de las religiones. Son desviaciones, que son patologías. A mí me parece que tienen un gran potencial en el trabajo por la paz, de lucha por la justicia y de búsqueda de solución cuando se producen los grandes conflictos. Por tanto, efectivamente, tienen una actitud totalmente dialéctica en discursos pacificadores con prácticas peligrosas o bélicas y, al mismo tiempo, también en movimientos que están trabajando por ella. Esos son los que más hay que apoyar y defender.

"Deben evolucionar y avanzar conforme a los cambios que se producen en la sociedad"

– ¿Deben estas adaptarse a los nuevos tiempos?

– Las religiones tienen su momento de nacimiento y entonces creo que dieron respuesta a los problemas que vivían en esa situación. Por tanto, no pueden quedar anquilosadas en el pasado. Deben evolucionar y avanzar conforme a los cambios que se producen en la sociedad porque si no lo hacen se quedarán en el pasado.

En realidad, en términos históricos, son construcciones humanas dentro de la base del fundamento divino que puedan tener y como tales tienen que tener una ética, ya sea de la justicia, de la liberación, de la solidaridad, de los colectivos más vulnerables entre otros. Luego hay una serie de valores que no pueden caer como lo es la actitud de compasión de las personas sufrientes. No sentir lástima o pena, si no solidaridad. Es decir, adaptarse y avanzar conforme a los cambios en la sociedad, pero manteniendo los principios y ciclos que llevan precisamente la ubicación en los lugares de marginación la lucha contra las discriminaciones y las injusticias.

– Conviven varias creencias en Ceuta. ¿Alguna vez ha analizado su situación?

– Voy a estas jornadas con la idea de escuchar y de conocer su realidad. Creo que su sociedad es el ejemplo más claro de diversidad religiosa que requiere no rechazo y oposición o confrontación, sino, precisamente diálogo. Es decir, la sociedad de Ceuta me parece que es el espejo y el referente del pluralismo que requiere precisamente ese diálogo, de intercomunicación y colaboración en defensa de las personas más débiles en la lucha por la justicia y en el trabajo por la paz. A ello se suma el reconocimiento de las personas inmigrantes. No pueden ser considerados ciudadanos de segunda o tercera categoría. Precisamente por ser una sociedad plural, tiene que ser inclusiva e igualitaria.

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