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Juan Gualberto, preso cubano en Ceuta

La época en que existió el presidio en Ceuta está jalonada por numerosos presos de renombre y prestigio, tanto nacionales como extranjeros. Aquí fueron deportados relevantes políticos de España y de las antiguas colonias españolas en América. Entre estos últimos, destacaron varios cientos de insurrectos cubanos de los tiempos en que luchaban por independizarse de nuestro país. Por ejemplo, del colectivo de cubanos presos en Ceuta se ha ocupado ya de forma general y muy documentada en El Faro D. Francisco Sánchez Montoya; pero de lo que ahora se trata de exponer, en particular, es la destacada figura del político y periodista cubano Juan Gualberto Gómez Ferrer, que fue dos veces deportado desde Cuba a España y cumplió las penas impuestas en la antigua prisión del Hacho y que, junto con José Martí y otros, fueron los que prepararon y consiguieron la independencia de Cuba. Y lo más importante para Ceuta de este cubano singular es que aquí entroncó con Manuela Benítez Mariscal, residente en Ceuta, con la que primero convivió maritalmente y tuvo cuatro hijos, y luego contrajeron matrimonio en Cuba. Aquellos hijos ceutíes, hoy son los nietos y biznietos de Ceuta en Cuba, conservando todavía la familia bastantes recuerdos de esta ciudad.
Juan Gualberto era hijo de los esclavos cubanos, Fermín Gómez y Serafina Ferrer. El matrimonio Gómez-Ferrer pertenecía a la propiedad de Dª Catalina Enciso de Abreu y Gómez, en el pueblo cubano de Sabinilla del Encomendador, El Ingenio Velloncillo, en Matanzas, hoy llamado “Juan Gualberto Gómez” en su memoria, donde trabajaban en una fábrica de azúcar 300 esclavos. Como sus padres, él estaba predestinado en principio a ser también esclavo, pero días antes de nacer su padre compró el vientre de su esposa por 25 pesos. Así, nada más nacer el 12-07-1854, pudo ser libre. El niño se crió en la finca viendo cómo sus progenitores, hermanos y demás esclavos trabajaban de sol a sol, vivían encerrados como animales y recibían latigazos de los capataces de la hacienda. Con sólo cuatro años empezó a aprender a leer, que era entonces una gran conquista en medio de los esclavos analfabetos. Con diez años su maestro Antonio Medina detectó que tenía una viveza de reflejos intelectual y aconsejó a sus padres la enseñanza al niño de un oficio, de manera que haciendo un esfuerzo muy superior al que sus exiguas posibilidades económicas le permitían decidieron enviarlo en 1869 a París para que aprendiera el oficio de carruajero asistiendo a una escuela nocturna.
El ama de su familia, Dª Catalina Enciso, efectuó una visita a París y se llevó con ella a los padres de Juan Gualberto. Su maestro francés M. Binder les dijo que era una pena que el niño no pudiera estudiar una carrera, dada su inteligencia. Los padres, aconsejados por el francés y sacrificándose hasta lo imposible (sólo percibían un mísero salario en la fábrica), decidieron que iniciara los estudios preparatorios para ingeniera. En París aprendió el francés; y como en 1872 realizó una visita a dicha capital el vicepresidente cubano de la República sublevada, Francisco Vicente Aguilera, pues le recomendaron que durante su estancia en Francia tomara a Juan Gualberto de intérprete. Éste contactó con el dirigente independentista, y su presencia junto al recuerdo de las duras condiciones de trabajo de sus padres, hermanos y demás esclavos en la fábrica de azúcar de su pueblo, hicieron despertar en el joven los primeros alientos patrióticos e independentistas sobre su Cuba natal. En 1874 los padres le comunicaron que no podían ya seguir pagando los estudios y que regresara, pero él buscó trabajo en Francia escribiendo artículos. En 1877 retorna a Cuba y pronto tomó contacto con los líderes de la insurrección. Fue presentado por Nicolás Azcárate al máximo jefe de la independencia cubana José Martí, con el que trabó buena sintonía y amistad, participando ambos en 1879 en la preparación y ejecución de la “Guerra chiquita”contra España. José Martí fue detenido y deportado a España; e igual sucedió a Juan Gualberto, que el 5-05-1880 se le deportó a Ceuta, siendo encerrado y encadenado en la prisión del Hacho. Pero como había escrito antes artículos en la “Revue et Gazette des Thetres” francesa,  había despertado la admiración de los diputados autonomistas del Parlamento español, Azcárate y Labra, y ambos influyeron y consiguieron liberarlo de la prisión, permitiéndole la libertad controlada  por la ciudad.
La situación de semilibertad en Ceuta le permitió dedicarse a escribir artículos para el periódico “La Discusión” de Cuba y otros de Madrid y La Habana. Y también pudo así conocer y vivir en pareja con la ceutí Manuela Benítez Mariscal, una joven que había enviudado de José Mendívil Macías, nacida en 1860, y que con unos 20 años tenía ya tres hijos, de los que fallecieron dos. Fruto de las relaciones sentimentales entre ambos nació en  Ceuta en 1882 Juan Eusebio Gómez Benítez; después nacerían en 1988 Juana, en 1891 Manuela María, y en 1993 Alejandrina; cuyos  nietos y biznietos forman la actual descendencia de Ceuta en Cuba, manteniendo múltiples recuerdos de esta ciudad por referencias de sus abuelos. En 1882 se trasladó a Madrid en libertad condicional, reclamado por su protector Labra, escribiendo en varios periódicos nacionales. El 25-11-1891 el Tribunal Supremo lo absolvió de publicar propaganda separatista. Juan Gualberto y Manuela marcharon entonces con sus hijos a Cuba, donde contrajeron matrimonio el 21-02-1895, reconociendo a sus hijos naturales. Continuó luchando en primera línea para lograr la independencia cubana, hasta alzarse en 1895 en el poblado de Ibarra, donde cayó prisionero y fue condenado a 20 años de destierro a Ceuta, ingresando de nuevo en el Hacho, donde fue cargado de cadenas, metido en una celda inmunda, le raparon la cabeza y le dejaron incomunicado. Un centinela se apiadó de él y le sacó una carta dirigida al diputado Labra, quien intercede de nuevo y le vuelven a humanizar la prisión; es sacado de la celda y le dejan escribir para los periódicos durante 1896 y 1897. Su esposa Manuela tuvo que quedarse en Cuba cuidando de sus hijos y suegros ya ancianos; a todos los deportaron  a Cayo Hueso, teniendo que vencer graves problemas.
Es conmovedor leer el relato que hace de la muerte en el Hacho del preso cubano Emilio Sabourín y del Villar, cuando refiere: “El 5-07-1897 murió de doble pulmonía. Centenares de presos cubanos vivíamos hacinados con presos comunes. Estábamos un grupo formado por Ernesto Jerez, Agapito Austin, Ignacio Lazaga, Pablo Borrego, Ramón Allonez y otros. Emilio se encontraba muy enfermo. A título de decano o más experto en vida presidiaria, me consideraba como portavoz y guía. Emilio se encontraba cerca de Ernesto Jerez. Merced a mis relaciones con el Jefe del Destacamento del penal del Hacho, se pudo conseguir que no se llevaran al enfermo al hospital del presidio, donde se estaba peor, y que lo visitara furtivamente el inolvidable y sabio médico cubano deportado, José R. Montalvo y dos farmacéuticos. Le diagnosticó doble pulmonía. Emilio me llamó, me tomó la mano entre las suyas, y me dijo: Juan, esto se acaba pronto. Se sentía herido mortalmente, aunque luchaba por caer con elegancia y dignidad. Yo lo sabía - sigue diciendo -  pero intentando como era natural consolarlo, le dije que el Dr. Montalvo lo encontraba mejorado. Movió la cabeza con incredulidad e incorporándose en la cama con una energía que no podía sospechar por su intensa fiebre, sacó de la funda de la almohada una fotografía de su esposa e hijos y enseñándomela me dijo con los ojos bañados de lágrimas: Es la última vez. Le ayudé a colocar la fotografía entre la almohada, y… expiró. Era un hombre de alma sana, todo un campeón de béisbol, de carácter jovial, capaz de echarse sobre sus hombros los más graves, sanos y austeros deberes de la existencia. Las ilusiones de su vida fueron su patria y su familia”.
En 1898 cambió el gobierno en España y se comenzó a reconocer la futura independencia de Cuba. Ese año fue puesto en libertad vigilada, pero aconsejado por Labra huye a Nueva York. Allí recibió la noticia de que la insurrección le nominaba como responsable de la Asamblea constituyente. Corrió a su país, redactó la Constitución, fue encarcelado todavía en breves períodos por publicar proclamas revolucionarias hasta la independencia. Juan Gualberto siguió luego todos los avatares independentistas de su país, luchando siempre en primera fila y desde puestos muy relevantes por una Cuba libre de la dominación extranjera. Fue todavía varias veces encarcelado allí por publicar artículos alentando a la insurrección. Se opuso radicalmente a la enmienda Platt, por la que el Congreso de los EE.UU. pretendía dar la autonomía a Cuba en lugar de la independencia. Luchó por el voto femenino, por la igualdad entre negros y blancos, por el sufragio universal y por la abolición de la pena de muerte. Y, finalmente, falleció el 25-03-1932. Juan Guadalberto fue un hijo de esclavos que fue capaz de conquistar un lugar venerado en el altar de Cuba; fue símbolo del patriotismo cubano, de la coherencia y lealtad de las ideas, y un preso muy digno de haber estado en Ceuta.
Se conserva en Cuba un pañuelo que Juan Guadalberto llevó a su esposa Manuela como regalo la segunda vez que estuvo preso en Ceuta. En uno de sus bordes tiene marcadas las siglas MB (Manuela Benítez). De 36 x 38 cm, número de inventario 2-52. El pañuelo fue mandado hacer por Juan Guadalberto cuando estuvo la segunda vez preso en Ceuta, para obsequio de su esposa Manuela que se encontraba en Cayo Hueso deportada al cuidado de sus suegros e hijos. En ese período él estaba muy preocupado por los serios problemas de salud de su mujer y padres. El pañuelo fue conservado celosamente primero por Manuela y después por su hija Juana, que lo donó al Museo de la Revolución en septiembre de 1974. Y éste lo transfirió al Museo “Juan Guadalberto Gómez” en 2001, donde se conservan como un tesoro cientos de objetos suyos.

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