Juan de Dios García (Ceuta, 50 años) siempre tuvo claro que quería combinar su trabajo como vigilante de seguridad, la salida profesional que eligió al terminar el
servicio militar, con los
perros, una de sus pasiones de siempre, cultiva en casa con los ejemplares de cacería de su padre.
Mientras trabajaba en una empresa de seguridad de la ciudad autónoma hizo un primer curso de guía canino y, después, otro de adiestrador en Murcia. Después avanzó en su formación de la mano de la Asociación Nacional de Adiestradores Caninos Profesionales (ANACP) que le capacitó para formar a militares y
policías locales con el aval del Ministerio del Interior.
Hace un lustro, justo antes del estallido de la pandemia, decidió que si quería seguir progresando debía trasladarse a la península y se mudó a Zaragoza. Hoy forma parte de la élite de apenas una quincena de personas certificadas para trabajar como vigilante de seguridad con perros para la detección de explosivos en puertos de España (para cruceros y barcos de carga).
Acaba de obtener la acreditación y en abril se presentará a hacer lo propio con la necesaria para ejercer también en aeropuertos (con aviones de carga), en la que habrá otro medio centenar largo de candidatos.
La criba para puertos la ha superado junto a India, un ejemplar de pastor alemán línea de trabajo de color sable con la que trabaja desde que tenía dos meses y medio y que ya ha cumplido cinco años.
“Se trata de pruebas muy difíciles”, explica por teléfono García desde Zaragoza, donde al asentarse tras dejar Ceuta compró un terreno amplio que va acondicionando “poco a poco” y en el que además de con India trabaja con otras razas como Malinois o Springer Spaniel.
En los exámenes para trabajar en puertos el primero exige que el can y su guía localicen sin excepción cinco latas con explosivos desperdigadas entre treinta. El segundo solo se aprueba si se encuentra el material peligroso escondido entre seis palés de cartón prensado cubiertos con basura, restos de comida, etcétera. Un desafío mayúsculo.
“Actualmente trabajo con la empresa Securitas como vigilante de seguridad ordinario y con Matesanz con perro”, precisa el caballa, que vuelve “a menudo” a este lado del Estrecho para visitar a su familia.
A la península se fue tentado entre otras cosas por esa última compañía, especializada en la formación, venta y alquiler de perros detectores y de seguridad, así como en la formación de vigilantes en su especialidad de guías caninos.
“Yo no conocía mucho ese mundo hasta que un guardia civil al que conocí por nuestra afición común a trabajar con perros me habló de esa salida y me puso en contacto con ellos, que me encargaron expresamente preparar un ejemplar”, relata el adiestrador-instructor, donante asiduo a las Fuerzas de Seguridad, que triunfó con el resultado de su trabajo y se incorporó a un equipo que se encarga entre otras instalaciones de los estadios del Real Madrid o el FC Barcelona.
Para formar a sus perros no tiene, obviamente, explosivos en su finca maña. “Utilizamos boquillas de cigarro sin usar, algodones o gasas que la empresa me coloca junto al material que tiene autorizado durante un mes y posteriormente yo me las llevo en botes estancos para instruir a los perros”, explica.
A la hora de obtener la certificación para trabajar en puertos o aeropuerto solo puede hacerlo con un máximo de dos “que la Policía Nacional o la Guardia Civil pueden rechazar en cualquier momento si aprecian cualquier defecto, indicio de maltrato...”. No resbalará por ahí, pues su compañera es su prioridad y “debe trabajar en condiciones idóneas de descanso, etcétera”.