Es el nombre de uno de los últimos republicanos españoles supervivientes del campo de concentración nazi de Mauthausen-Gusen. Tiene 101 años. Reside en Francia. Es originario de Caravaca de la Cruz. Su Ayuntamiento, a raíz de la propuesta del grupo Izquierda Unida, le rindió un emotivo homenaje en 2018 coincidiendo con su 100 cumpleaños. El acto comenzó, como no podía ser de otro modo, con un “Viva la República”, que fue respondido con aplausos desde el público.
La razón de traer aquí este homenaje es debido a que el pasado viernes era “uno de esos días en los que un diario oficial hace algo grande que quedará para la historia como día de reparación simbólica”, según explicaba la Ministra de Justicia en funciones, en un artículo de opinión. El BOE publica los nombres de 4.427 españoles asesinados en ese campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Durante años, sus nombres estuvieron arrinconados en unos viejos libros de la sede del Registro Civil Central, en la madrileña calle de la Montera. Por esta razón, la primera de la Televisión pública española emitía un programa de Informe Semanal dedicado a la Memoria Histórica, y más concretamente, a los españoles recluidos en Mauthausen.
En este caso, nuestro héroe hablaba de los horrores de este campo de concentración y de cómo las SS de los nazis, lo primero que hacían con los prisioneros era desnudarlos para despojarlos de su ropa y de toda humanidad y dignidad. Mientras que nuestro centenario superviviente nos relataba su experiencia, se sucedían una serie de imágenes, muchas de ellas repetidas en otros programas, con cuerpos de personas desnutridas deambulando por los patios y otros fallecidos, amontonados como basura. Se ponían los pelos de punta.
Juan fue combatiente del ejército republicano en la Guerra Civil española. Nacido el 5 de julio de 1918 en la pedanía de Barranda. En 1939 se exilió a Francia donde fue recluido en varios campos de internamiento. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los nazis y enviado a un campo de prisioneros, para finalmente ser deportado al campo de concentración de Mauthausen el 13 de diciembre de 1940, con el número 4.597. Fue liberado por el ejército americano en 1945, tras sobrevivir a cinco años de torturas y trabajos forzados.
Conforme iba relatando todos las vejaciones y torturas que sufrió, se nos iba haciendo un nudo en el estómago. Aunque, muchas cosas las había olvidado ya, dada su avanzada edad, estas, nos decía, eran imposibles de olvidar. Pero los años vividos allí, “no me pesan”. Se fue porque se tenía que ir. Era su deber. Por eso no le pesa lo sufrido. Hizo la guerra contra los golpistas españoles y después la hizo contra los nazis alemanes. Es como este hombre sencillo entendía el deber en una España en la que “comían solo cuatro”.
Como se informaba en este programa, más de la mitad de los republicanos españoles recluidos en el campo de Mauthausen murieron antes de la liberación por el ejército americano. La labor que se ha hecho desde el gobierno español, dentro del proyecto de Memoria Histórica, de inscribir los fallecimientos de todos estos españoles en el Registro Civil, fijando el 5 de mayo como la fecha en la que se homenajeará todos los años a estas víctimas, es algo digno de elogio. Ya sé que para el tripartito de derechas que gobierna Andalucía, esto es puro oportunismo. Yo pienso todo lo contrario.
Como explicaba en dicho programa televisivo el Director General de los Registros y del Notariado, Pedro Garrido, la Memoria Histórica lo que pretende no es reabrir heridas, sino dejar constancia del sufrimiento que padecieron miles de españoles por luchar por sus ideales y por buscar una España mejor para todos. Es lo necesario para poder devolverles su dignidad. El objetivo de la Memoria Histórica, por tanto, es hacer visible el sufrimiento, como señal de respeto hacia los que lo padecieron, en primer lugar, y para que no se repita, en segundo lugar. Reconocimiento y memoria es lo que se necesita para que las heridas se cierren definitivamente, no olvido y humillación.
Durante algún tiempo estuve convencido de que, para no reabrir las heridas, lo mejor era no sacar a la luz lo que se esconde en los miles de fosas comunes que hay en nuestros caminos. Estaba equivocado. Para que haya concordia, es necesario recordar y devolver la dignidad a los que sufrieron y desaparecieron a consecuencia de la barbarie. Ellos y, sobre todo, sus familias, necesitan este reconocimiento.
Como dice nuestra ministra, “...Algo tan aséptico y frío como un edicto del Registro Civil Central, que incluye el listado provisional de los nombres, su procedencia geográfica, sus fechas de nacimiento y también de fallecimiento en este complejo diseñado para el exterminio por el régimen nazi, puede convertirse en bálsamo para las víctimas y para la conciencia colectiva de un pueblo que, con demasiada frecuencia, olvida a sus héroes. ….Sin embargo, su memoria y ejemplo permanecerán en la conciencia colectiva de los demócratas españoles, especialmente en las nuevas generaciones”.