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Experiencias fronterizas, por José María Campos

Después de mucho tiempo sin ver a mis amigos de Marruecos, el pasado domingo 28 de enero crucé en coche la frontera por la mañana sin retrasos ni colas. Hice allí varias visitas, cambié impresiones durante un agradable almuerzo y a las 17:15 hora española, regresé a Ceuta esperando pasar con la misma normalidad que entré.

Al ser domingo, no había porteadoras ni coches patera, tan solo ciudadanos de Ceuta que regresaban con sus vehículos, algún coche peninsular y pocas matrículas marroquíes que quizás iban de compras, a tomar el barco o a pernoctar en nuestra ciudad.

Llegamos a la entrada de la frontera marroquí sin problemas y allí tomamos uno de los cinco carriles con sus garitas que estaban en servicio dotadas con policías, concretamente el de la izquierda que solemos elegir los de Ceuta. Como observé cierta lentitud, me adelanté andando a ver qué pasaba.

Ocurría lo de siempre. Las cinco colas debían coincidir tan solo en dos para poder acceder a la frontera española que admitía los coches muy lentamente. Cuando después de algún tiempo rebasé a uno de los dos policías marroquíes que aseguraban este forzado embudo, tuvimos que formar una sola fila porque la verja de entrada a Ceuta estaba semi-cerrada como de costumbre y solo admitía un vehículo.

Por fin superé este último obstáculo, incluido el enorme pié de hormigón de la absurda sombrilla gigante que se come un carril y había solo dos pasos abiertos de los tres disponibles. Tome el mal señalizado de la Unión Europea que no todos respetan, pasé el control de policía enseñando con rapidez mi pasaporte y accedí al único carril de la Guardia Civil que estaba disponible. Abrí el maletero al agente y por fin pude entrar en Ceuta.

La verdad es que una vez que llegué a la ventanilla de la Policía y después al carril de la citada Guardia Civil, las gestiones fueron rápidas y eficaces. El problema es por tanto de instalaciones, de utilización inadecuada de las disponibles y, desde luego, de organización.

Porque cuando se hace alguna pregunta sobre todo ello, la respuesta suele ser que se comunique a la Delegación del Gobierno. Como queda dicho, sin problemas de coches patera ni porteadoras, tardé dos horas y cuarto en pasar esos obstáculos, presididos por el embudo de tener que convertir cinco filas en dos, luego en una, luego en dos otra vez y por fin en una. Esta es la frontera que tenemos.

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