En la década de los 60, un grupo de 40 españoles coincidieron en Inglaterra donde se habían desplazado por motivos laborales. El centro de trabajo que compartieron durante aquellos años fue el Stoke Mandeville Hospital, en la localidad del mismo nombre situado en el condado de Buckinghamshire, al noroeste de Londres.
Un centro sanitario, en la actualidad del National Health Service –sistema público de salud del Reino Unido–, que ha pasado a la historia como la cuna de los Juegos Paralímpicos, donde se celebraron por vez primera a iniciativa del médico Ludwig Guttman. Este doctor, especialista en Neurología, organizó una competición deportiva para veteranos de la Segunda Guerra Mundial con lesiones en la columna vertebral que es considerada el embrión de las Paralimpiadas.
La historia de estos 40 españoles se cruzaron en los albores de este acontecimiento deportivo, hacia 1966, y tras varias ediciones de los International Stoke Mandeville Games impulsados por Guttman y el director Jack Walsh, que evolucionaron hasta albergar más categorías y un mayor número de participantes en el marco de los Juegos Paralímpicos tal y como son concebidos hoy.
Aquella comunidad paisana en el Stoke Mandeville Hospital estaba compuesta en su inmensa mayoría por gallegos, un total de 38, pero también por un murciano y un ceutí “de pura cepa”, como es Joaquín Fernández conocido, entre otras razones, por ser consignatario de Ybarrola durante 40 años. Allí ejercieron como celadores –ward orderly–.
Reencuentro 50 años después
Fueron unos tiempos “tan felices e inolvidables” hasta el punto que, por segundo año consecutivo, la práctica totalidad de aquellos emigrantes se reunieron el pasado 4 de agosto, en un restaurante del Concello de Bergondo, en la provincia de A Coruña, y cuya alcaldesa es hija de uno de aquellos españoles. “La emoción después de 50 años sin verse ha sido inenarrable, abrazos y muchas lágrimas se han derramado. Se narraron toda clase de recuerdos y experiencias pasadas”, confesó el ceutí.
Uno de esos recuerdos que cobran vida a través de las fotografías que Fernández conserva desde entonces retrotrae al interlocutor a 1966, cuando rondaba los 24 años –en aquel momento ninguno de sus compañeros alcanzaba la treintena–. En la instantánea, varios posan junto a la delegación de España en una edición que contó con la participación de 15 países, entre ellos, EEUU. El éxito de aquellos deportistas patrios en la prueba de baloncesto, como recordó Fernández, se lo deben a un guiso que él mismo preparó gracias a sus dotes culinarias. “Como no les gustaba la comida que preparaban en Inglaterra, fuimos a comprar carne y patatas, pedí un buen perol y les preparé un guiso del que repitieron varios platos. Ese día ganaron a los norteamericanos en baloncesto pese a que no tenían especial preparación en este deporte. Todos atribuyeron la victoria al guiso del valencianito, como me llamaban porque en aquel entonces vivía allí”, rememoró Fernández entre risas.
Unas cinco décadas más tarde, en las que solo mantuvieron contacto esporádico por teléfono, estos amigos se reencontraron en Galicia. “Aquella experiencia en el Stoke Mandeville Hospital nos unió. Nunca olvidaré cuánto me ayudaron cuando fue la boda de mi hermana y me dejaron el dinero para el billete de avión”, recordó Fernández. El ceutí conoció al propio Guttman quien “rebosaba bondad y fue, probablemente, el mejor profesional en su especialidad”. Con el director Walsh tan solo intercambió unas palabras después de regresar de Valencia donde hizo un curso unos meses: “Me paró por los pasillos y me dijo que estaban encantados de que volviese con ellos”.
Un episodio de sus vidas que estos españoles, entre ellos Fernández, desean celebrar de nuevo el año que viene