Opinión

Jesús regresa a Betania y a Getsemaní

Una amiga me comentaba que hablando con otra por la calle se le acercó una señora que no habían visto nunca y las estuvo alentando a que siguieran por el camino de sencillez y paz en el que se encontraban, y cuando volvió la cabeza para agradecer a la señora sus amables palabras, ya no estaba. Para su sorpresa, había desaparecido. Otra amiga me hablaba de lo que le ocurrió a su esposo en Jerusalem. Una misteriosa señora se le acercó y le pidió una limosna. Le dio un dólar, pero al darse cuenta que tenía más suelto, se volvió para agregárselo, pero había desparecido sin explicación alguna. Y otra amiga me decía que había visto cómo el demonio en mitad de la noche, se acercaba mucho a ella para quitarle la paz, y le decía:”quiero que desaparezcas, y luego un ángel muy grande con una espada se interponía entra ambos para salvarla…Muchas personas tienen para contar hechos inexplicables en este asunto, y son personas creíbles. Los hebreos y cristianos tenemos muchas referencias en las Sagradas Escrituras sobre hechos en los que interviene el Cielo. Por ello, estuve hablando con Myriam sobre lo que dicen los cuatro evangelistas en el instante en que se produce la muerte de Jesús. Mateo 27,51-55 dice:”La cortina del Templo se rasgó de arriba abajo, en dos partes, , la tierra tembló y se hundieron las rocas; se abrieron los monumentos funerarios y algunos cuerpos santos que dormían, resucitaron, y saliendo de los sepulcros, vinieron a la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos”. Nada dicen de este acontecimiento los tres restantes evangelistas. Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naim, a la hija de Jairo y a Su amigo Lázaro. Él mismo se resucita. Esto ocurre en Israel. Por algún suceso extraordinario vemos que Dios permite estos milagros increíbles para nuestro entendimiento. A decir verdad, ella me había referido con mucho misterio que hoy en día, y según le contaban gente seria, se estaban repitiendo hechos similares sobre fallecidos a los que veían por las calles familiares o amigos que habían vuelto a la vida. ¿Qué quiere decir esta incomprensible situación? Una amiga licenciada en Teología me informó que en situaciones de emergencia y en condiciones especiales en el mundo, Dios lo permite para sacudir conciencias o despertar de la dormición que sufrimos. El mundo espiritual existe y funciona con patrones distintos al mundo físico, por lo que es bueno que hagamos como hacía la Virgen María, que “lo guardaba todo en Su corazón”, para meditarlo y analizar lo que ocurre con los datos que nos dan. Son señales, nos están mandando avisos de que tal vez, vamos por el camino equivocado. Y Myriam está de acuerdo conmigo en todo lo que hemos comentado… Se aproxima la Pascua y ésta es la última etapa de Jesús y Sus Apóstoles para llegar a Jerusalem. Llueve torrencialmente y Pedro ha envuelto al pequeño Yabé entre sus enormes brazos; el suelo es un lodazal y hay que gastar cuidado de no caer. Judas va protestando mucho, ya quiere llegar limpio a la Ciudad Santa. Juan de Endor dice que está feliz pues se ha encontrado con Dios, pero Iscariote no cesa en su protesta. “Tienes desasosiego en tu corazón, debes conseguir tranquilidad. Piensa en los campesinos, que si no llueve se arruinan sus campos. Mira qué bonito el arco iris que llega hasta Rama, y pronto estaremos en Jerusalem”, le dice Jesús, pero el de Keriot sigue enfadado, y se marcha del lado del Señor. Intenta Jesús que no se entere Pedro para que no empiece la discusión. Y por fin, ya se acercan a su objetivo, a la verdadera Reina de los israelitas, por lo que se arreglan sus vestimentas, requisito indispensable para todos los que la visitan, y todos adoptan una actitud de bondad y silencio, a la espera de conseguir de Dios una mirada compasiva y misericordiosa, que tanto necesitan después de tantas fatigas. Se han colocado en filas con cierto orden. Primero va Jesús con Pedro, y el pequeño entre ambos. Luego Simón, Iscariote y Juan; a continuación Andrés, Juan de Endor y Santiago Zebedeo. Después, los primos del Señor con Mateo; y por último, Tomás, Felipe y Bartolomé. Todos cantan himnos con sorprendente armonía, parecen cantantes de ópera entonando Salmos. No es difícil escuchar:”Qué alegría cuando me dijeron vamos a la Casa del Señor”… del Salmo ciento veintiuno. Sus caras irradian santidad y luz cuando atraviesan la Puerta de los Pescados, con calles abarrotadas de gente. Se dirigen al Templo para dar gracias a Dios, y a continuación, al Getsemaní, para cenar y dormir. Ya de mañana, se dedican a limpiar de sus vestidos. Pedro quisiera ir a comprar ropa nueva para Yabé, pero Jesús le convence para que espere a encontrarse con Su Madre, que Ella le ayudará a elegir. Bromean algunos de ellos con el Maestro sobre lo que dirá María al ver a este niño tan delgaducho, pero todos coinciden en que Ella se alegrará al conocerlo y lo estrechará contra Su corazón. “Mi Madre lo cuidará como un pajarito caído del nido. Ella Me comentaba que cuando todavía no había cumplido tres años, antes de entrar en el Templo, Le confesó a Su mamá Ana que deseaba ser virgen y pura. Como lloraba, Su papá Joaquín La calmó y Le entregó un pajarito que había estado a punto de caerse dentro de una fuente. Ella lo cuidó, y cuando estuvo crecido le dio la liberad. Pero el pajarito se quedó a vivir en el huerto de Nazaret. Cuando La llevaron al Templo, Sus tristes padres tuvieron el consuelo hasta morir, de los trinos del pajarillo. Mi Madre había hecho votos de virginidad, pero sentía la maternidad en Su corazón, pues la mujer ha nacido para ser madre”. Se acercan los que estaban separados, porque quieren oír las Palabras del Maestro. “Y es verdad que quien se entrega a los niños, aunque sea para educarlos, termina por amarlos como si fuesen carne suya”. Juan de Endor dice que él amaba mucho a sus discípulos. El Maestro se alegra al oírlo, y el hombre besa la mano del Señor con gran respeto. Zelote Le pide que hable de otra clase de amores. “Está el amor por la compañera, un amor sano y espiritual. El hombre debe ser maestro, padre y esposo a la vez. Y la mujer, un ángel como esposa. Estos son los amores más grandes”. Iscariote Le pregunta por el amor al prójimo. “¿Te has equivocado o lo has olvidado?” Ha sido un insolente y los demás se enfadan con él. Jesús responde con calma:”No me equivoco, Judas. A Dios se Le ama porque es Dios. Él es el que es, es decir, el Todo. Y el hombre es nada, sin embargo, participa del Todo porque Dios le infundió el alma. Sin el alma el hombre sería un animal cualquiera. Para ser del Todo y formar parte del Pueblo Santo de Dios en el Cielo, y ciudadano de la Jerusalem Celestial, el alma debe estar limpia. Recordad cuando Dios creó a Adán y Eva, les dijo “creced y multiplicaos, y poblad la Tierra”. Por tanto, Judas, te digo que antes de la culpa todo se basaba en el amor sano, puro, poderoso y perfecto. Había que amar a los hijos después de a Dios. No existía la malicia. El hombre y la mujer se amaban de un modo sobrenatural, eran hermanos nacidos de un mismo Padre, que al amarse se miraban con ojos inocentes de dos gemelos en la cuna. El hombre era “hueso de sus huesos y carne de su carne” para ella, que estaba protegida por él. Era un amor sublime y lo vivían en los Jardines del Edén. “El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una misma carne”, pensamiento divino que expresó Adán. Sin estos tres pilares no habría existido el amor al prójimo, pues el amor a Dios nos hace Su amigo y nos enseña a amar. Quien no ama a Dios que es bueno, no puede amar al prójimo, que es un ser defectuoso. Tampoco podría existir amor al prójimo sin el amor conyugal y amor a los hijos”. Judas comprende y asiente con respeto. “Y continúo. Pensad que el hombre ha estado sumido en el fango durante milenios. Y es en la cima, en las alturas, donde está Dios, ahí están las Fuentes. Yo os tomo de la mano y os conduzco a las Fuentes Verdaderas. Y bien, luego tenemos el amor por la ciencia y el amor al trabajo”. Pero Iscariote dice que hay otros amores. “No, Judas. No son amores los que niegan a Dios y al hombre. Esto es odio”. Pedro le increpa comparándolo con los escribas que llevan mala intención en las preguntas, pero Iscariote replica: “quiero hablar con los escribas y no quedarme corto en argumentos”. Pedro está en desacuerdo, pero Judas le dice que no blasfeme ante las Palabras del Maestro, y a su vez Pedro le contesta que tergiversa sus palabras: “No hagas más daño al Maestro”. Judas lo pone de ignorante y Pedro responde con humildad:”Él me ayudará, soy su siervo el más pequeño y el más fiel”. Como Judas sigue discutiendo, Yabé, para defender a su papá, le responde con energía:”eres un mal hombre y me das miedo”. Todos callan por respeto al Rabbí, hasta que Mateo y Tomás piden calma y que continúe Jesús:”háblanos de Tu Madre, Señor”. Y todos lo rodean para escuchar Sus Palabras. “Poco antes de Su entrada en el Templo, se casó una joven en Nazaret. Joaquín y Ana, Mis abuelos, fueron invitados a las bodas. María y los otros niños tenían que arrojar pétalos de rosas a la novia. Todos veían a una Niña muy bella, a la que llamaban “La Paz de Dios”, porque al nacer apareció de improviso un arco iris en el Cielo. Querían cogerla en brazos y besarla, pero Ella rehuyendo les dijo:” No Me estrujéis, que Mi alma es sólo de Dios y sólo Él la puede tocar. Y Mi cuerpo es Templo del Espíritu Santo. Os ruego que no entréis en el Recinto de Dios, a Quien Yo Me entrego”. ¡Una niña tan pequeñita y tan sabia!” Todos quedan atónitos ante semejante historia, y Jesús añade con sencillez:”Ella era la Madre de la Sabiduría, y no tenía tres años. Yo vivía en Ella como Dios, desde Su Concepción”. Iscariote se atreve a preguntarle:”Perdona Señor, pero ¿sabía Joaquín y Ana que Ella era la Virgen Elegida?” Jesús le responde que no. “¿Entonces cómo pudo Joaquín decir que Dios La había salvado de antemano?”- “Porque hablaba por boca de Dios, como los Profetas, sin comprender las palabras que el Espíritu ponía en Sus labios. Él era justo y humilde. Enseñó a Su Hija con sabiduría de sacerdote, pues protegía el Arca de Dios. Dijo que Ella era “la Sin Mancha”, la “Reina de lo creado e increado”. Y un día vendrá un Pontífice que la presentará al mundo de los creyentes como la que fue “Concebida sin mancha”. En esos días el mundo estará sumido en herejías y vicos… Hoy iremos al Templo antes de marchar a Betania. Allí Mi Madre preparará al niño y lo hará más sabio. Y Pedro será quien lo presente al Templo, como padre”. Juntos se van a la amplia cocina a tomar el cordero asado que las mujeres han preparado para los invitados. Por la tarde van todos muy arreglados al Templo. Jesús entra el último con Juan de Endor que le cuenta al Señor la primera desgracia en la vida. Cuando tenía dos años ocurrió su primera desgracia al morir su madre después de ofrecerlo al Templo. “Luego volví a los doce años para el examen. Y por último me hice un asesino para mi desgracia”. Jesús lo consuela:”ya pasó todo, Dios te ha perdonado y ahora estás con el Hijo del Padre”. Juan de Endor no puede contener el fuerte llanto. “Gracias, Dios mío”.- “Te absuelvo de todo, desde ahora seguirás al Santo”. Mientras tanto Pedro va con su pequeño Yabé enseñándole todo el Templo. Se encuentra con José de Arimatea, que se alegra al verlos. “¿Y el Maestro?” Y comentan la buena preparación del niño para el examen. “ Jesús dice que sabe la Ley, la Halascia, la Haggada y los Midrashot”, (que son comentarios rabínicos sobre la Biblia, y que en Sabiduría 16-19 se encuentra una clase de éstos). “¿Me ayudarías a presentarlo como su padre en el Templo, José?” El sacerdote accede con gusto. Llega Jesús y ambos se saludan con mucho afecto. José quiere verse con el Maestro en esos días, así que quedan que se verán en casa de Zelote, en Betania. “Después que Yabé se presente como hijo de la Ley”. Y se despiden pues es la hora del incienso, la hora más solemne del día. Por la mañana se alaba al Señor, que Él bendiga a cada uno durante el día. Más solemne aún el de por la tarde, cuando llega la noche y cae el mal y las acciones pecaminosas se destruyen. Jesús explica al chiquillo que el Maligno ataca con tentaciones pecaminosas al hombre, para que éste sucumba. Le dice que el sacerdote ofrece el incienso por todos; por el pueblo en unión con Dios. “¿Ves qué importante es el ministerio sacerdotal, Yabé? Vamos ahora a alabar al Señor que ya están sonando las trompetas”. Por fin, al día siguiente todos caminan hacia Betania. Jesús va ligero a casa de Lázaro, saludando a los que salen a su encuentro para bendecir al Señor. La Madre de Jesús sale también a su encuentro muy emocionada. Se saludan con inmensa felicidad, Él La acaricia sonriente. “¡Tú has sido también Mi ángel durante esta ausencia, Mamá!” María había sufrido mucho en la espera, y Jesús le explica que atravesó caminos secretos y difíciles “por obedecerte, Madre”. Ella parece una chiquilla junto a Jesús. Conversan solos, pues todos se han retirado para dejarlos en intimidad. Sin embargo Yabé se impacienta y estalla en llanto:” ¡Mamá!” Los Apóstoles se aprestan para consolarlo, pero María se acerca y lo abraza como verdadera Mamá y lo calma con Sus palabras. Jesús toma de la mano a Juan de Endor y lo presenta a Su Madre. “La paz sea contigo, Juan”, y él se llena de paz y de amor. Se encaminan a casa de Zelote donde esperan Máximo, el siervo fiel, y el pastor Isaac. Lázaro y Marta se sienten tristes, porque el Maestro no se hospedará con ellos, sino en la casa de Zelote. Jesús los conforta:”Vosotros estáis en Mi corazón y Yo en el vuestro. Todos estaremos juntos en el almuerzo”. Marta se encargará de traer los alimentos, como perfecta anfitriona. En la comida hablan sobre la ruina de los campos de Doras, y del abuelito de Yabé, un pobre campesino que tuvo que esconder al niño en el bosque todo el invierno, para que Doras no lo cogiese como esclavo. Fue Isaac el pastor quien avisó al abuelo para que conociese al Rabbí y entregarle al niño, pues en los campos se morían de hambre. Invita Jesús a Su Madre a que vaya con Pedro para comprar a Yabé las ropas del examen, Pedro esboza una amplia sonrisa hablando con Ella sobre los colores que elegirán. Luego María pregunta al chiquillo cómo se llama. “Soy Yabé, pero quisiera tener un nombre nuevo, Madre”. María dice que se llamará Marzyam, como si fuera una pequeña gota de agua a la que salva Jesús. Y al niño le gusta mucho su nuevo nombre. Marta invita a Marzyam a conocer los jardines y los campos de la propiedad. Aprovechan los Apóstoles para hablar del Bautista. “Unos dicen que está encarcelado en Maqueronte y otros que se lo llevaron a Tiberíades”, comentan. Jesús interviene:“Yo celebraré la Pascua en Jerusalem, en la casa de Juana (de Cusa), y con todos los Míos. Los discípulos de Juan no vendrán porque están pendientes de lo que le ocurra a su maestro. Vendrán los campesinos del Líbano, traen su cordero para inmolarlo. Nosotros tenemos otro que nos regala Lázaro. Todos comeremos de él, así los campesinos se llevarán el suyo para el regreso”. Ha llegado Marta con el pequeño, vestido de lino blanco y manto rojo. Son vestidos de Lázaro, de cuando era pequeño. Y todos ríen felices ante el buen ambiente que se ha creado. Madre e Hijo suben a la terraza para conversar sobre sus asuntos una vez que se ha acabado la comida. María Le cuenta cómo llegó Aglae a Nazaret pidiendo perdón, que era danzarina romana y pecadora, y que Jesús había visto en Hebrón, cuando fue a visitar la casa de Zacarías e Isabel, padres del Bautista. Luego ella había estado en Aguas Claras sin dejarse ver el rostro. “Me contó su horror vivido, ¡oh, Hijo Mío!, desconfía de los fariseos de Cafarnaum, que podrían hacerte mucho daño al relacionarte con ella. Llegará con Susana antes de la Pascua”. Jesús dice que hablará con Aglae. “Te digo de verdad que en pocos corazones Mi semilla ha echado tan profundas raíces. Andrés la ayudó a crecer y ahora es una planta fuerte”. Su Madre Le informa que la joven estuvo al borde del abismo infernal, “sentí hacia ella una gran compasión. ¡Tú realizas los milagros, Hijo Mío!” Es de noche, pero una luz increíble Les llega del Cielo, pues todas las estrellas se han congregado en pleno fulgor para saludar a los dos Principales de la casa Celestial.
BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios”; Juec. 19, 22-28; Gén. 1,26-31; 2,18-24; Sab. 16-19; Ex. 30,1-10; 37, 25-29; Apo.8,2-5; Lc.2,39-52;Ju. 7,10.

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