Opinión

Jesús habla en la Sinagoga de Keriot

Todos descansan en un bosque cerca de Hebrón. Comen y charlan entre ellos. Judas se comporta muy correctamente, cuenta que todos esos campos son de Doras y Juana de Cusa. Se ha corrido la voz de los milagros del Señor y la gente Lo busca. “He venido para librar al hombre de la opresión del pecado, que es la más grave de las enfermedades. Muchos aprenderán que no es justo oprimir al débil. Los de arriba deben ayudar al pobre. Lo hace Lázaro y Juana, como ejemplo”. Al pasar cerca de un río María de Alfeo recuerda a Jesús el Nilo un gigante. Igual ocurre con el amor, de momento tenemos a Juana, Lázaro o Marta, pero después por la gran misericordia de Dios, este amor se extenderá por el mundo entero”. E informa que entrarán en Hebrón y que se acerquen con Él los que quieran. Se encaminan a la casa de Juan el Bautista, para respetar sus recuerdos y orar por sus padres, mas por el camino la gente que pasa se aproxima a Jesús con cortedad y Él les regala Su sonrisa amplia. Viene el sinagogo con una comitiva. Jesús lo saluda y le pide quedarse allí a descansar, y el hombre Le dice que hay hospedaje para todos. Está arrepentido del mal comportamiento que tuvo el año anterior con ellos. “Pero no Me ofendiste, porque no Me conocías”. El sinagogo Le expresa gran fervor y Le da las gracias por haber liberado a Juan la vez anterior. “Él nos ha enseñado a amar al Mesías. Su mansedumbre absoluta, su humildad completa y castidad de ángel nos deslumbran. Nos dijo que sabríamos distinguir al Cordero de Dios. Perdónanos, Señor, ahora sabemos por Juan lo que el mundo espera de Ti”. Jesús está satisfecho. Pues gracias a la labor del Bautista, a Él lo acogen en Hebrón como de la familia. El sinagogo le pide que les hable y cure a los enfermos del lugar. “Es difícil ser santos, Jesús mío, pero Tú eres todo amor y paciencia, y así nos enseñas, pues los rabinos no lo hacen”. Jesús pide que traigan a los enfermos al jardín, donde antes fue Templo de Dios, cuando vivieron sus dueños. Salen los vecinos a buscarlos y ellos se quedan a esperar entre los árboles. Llegan un joven mudo, una niña ciega y un paralítico, que son sanados ante la perplejidad de los presentes. Ellos se arrodillan para venerar a Jesús, y lloran de alegría. Judas está arrepentido de su comportamiento al presenciar tanto milagro. El Maestro comienza Su discurso: “Siempre se dijo que los ancianos de la ciudad no entregarán al inocente que buscan para matarlo, sino que lo acogerán, le darán cobijo y allí esperará la sentencia… Y luego entrarán en su casa”. Esta Ley de amor misericordioso la ha impuesto Dios. Hay que oír al acusado antes de condenar, y no es lícito matar en un arrebato de ira. Pero ahora se ha añadido la acusación a los que vienen de Dios, como se hizo durante siglos a los Profetas, igual que ahora se hace contra el Precursor y el Mesías. Veis cómo el Bautista fue sacado con engaño de Siquem y ahora espera su muerte en una cárcel de Herodes. Le cortarán la cabeza, pero seguirá siendo fiel a la Verdad que sirvió. El mismo odio tendrá lugar para perseguir al Mesías. Os recuerdo que en la carta que Jeremías dirigió a los desterrados, cada palabra del Libro es una enseñanza. El Espíritu le hace escribir sobre el futuro: “Cuando hayáis entrado en Babilonia, veréis dioses de oro, plata, piedra o madera, pues guardaos de imitar a los extranjeros que les tienen miedo… Decid en vuestro corazón.” es necesario imitarte a Ti, Señor”. Jeremías les dice que se cuiden de estos ídolos a los que el orín mancha y los gusanos roen, ya que ellos no pueden hacer nada aunque tengan un cetro en la mano. Y termina el Profeta: “por eso no les temáis. Estos dioses son inútiles. No ven la luz de las lámparas. Las lechuzas, golondrinas y otros pájaros vuelan sobre sus cabezas… Son cosas muertas, no se les puede temer… ¿Y se van a llamar dioses? Son incapaces de hacer nada, no pueden salvar al hombre de la muerte, ni salvar al débil del poderoso. No tienen piedad de las viudas, ni de los huérfanos. Son semejantes a las piedras de las montañas…”. Pues bien, también nosotros tenemos ídolos en las filas del Señor, que hablan palabras de Satanás, están sucios a causa del mal, guardan silencio ante la corrupción. Todos están en pecado, por eso no se pueden acusar unos a otros. Son avarientos. Cogen oro del crimen y la lujuria. Roban. A los ojos de Dios su corazón está sucio. Maldicen y son maldecidos. Sienten la cárcel de la envidia. Son cadáveres, momias, despojos humanos. Están en el Templo ahumados, y no saben arder en el fuego de Dios. No sienten amor, ni caridad, se dejan comprar y venden su alma. No, no es lícito ser complacientes con los poderosos de la Tierra, que conducen por caminos que no son de Dios. Y en verdad os digo que muchos sacerdotes y maestros son culpables de ser eunucos espirituales. ¡Demasiados), los que mutilan su virilidad espiritual. Meditad y veréis que tenemos muchos ídolos y pocos ministros del Bien Absoluto, que es Dios. Ninguna cosa es ya respetada en Israel, y los santos mueren, porque los que no son santos los odian. Yo os digo: Venid. En nombre de vuestro Juan que Me allanó los caminos. Estad preparados para servir a Dios, que el tiempo se acerca y vosotros estáis a la cabeza, pues vivisteis con Isabel y Zacarías, y se esparce la inocencia de Juan con Gracias especiales. Seguid la Voz del Señor y creed Su Palabra. A Mi llegada a Hebrón muchos Me preguntaron si guardaba rencor. Yo siempre guardo amor, y os quiero en Mis ejércitos que conduzco a la Nueva Tierra Prometida en el Nuevo Éxodo, libres de la esclavitud del pecado. Yo os acepto, si tenéis buena voluntad”. El Maestro ha terminado. La gente está admirada. Él se sienta a descansar cuando se oyen unos gritos buscando al Mesías. Traen a un paralítico en camilla. Su madre sigue el cortejo llorando. Jesús se compadece, y con el rostro al Cielo, en voz alta, dice: “¡levántate y camina por los senderos del Señor!” El muchacho se pone en pie, mira a Jesús y se postra ante Él junto a su madre, y besan Sus pies. El sinagogo Lo obliga a quedarse en su casa a descansar con los Suyos, pues quieren seguir gozando de Su presencia. Al día siguiente caminan hacia Yutta, por donde vive la mamá de Iscariote. Los del pueblo salen al encuentro del Señor con flores y gritos de alegría. Jesús va bendiciendo a todos y Su rostro resplandece de luz. Llegan a la plaza central y a la casucha donde vivía Isaac el pastor enfermo. Los del pueblo han arreglado la choza y se reúnen para hablar y rezar, como lugar de mucho respeto. El patio está cuidado con flores. Piden a Jesús y al Grupo que se alojen en sus casas. Jesús se alojará en casa de Sara, y allí tienen preparada también la cena para los Apóstoles y las mujeres. Por fin, todos reunidos, se disponen a escuchar Sus Palabras, que hablan de las apostasías de Israel, (Jeremías2). “Ellos conocerán lo amargo y doloroso de haber abandonado al Señor”. En verdad os digo que los grandes de Israel se parecen a las borricas salvajes de las que habla el Profeta. También en Job se nos dice que acostumbrado al desierto de su corazón, no cesaba de alabar a Dios, y no se sentía pobre, ni en un desierto espiritual. Ellos han quitado a Dios de su corazón, por eso se encuentran en un desierto árido y reseco. Sólo les atrae el poder, dinero o la lujuria, y Dios castigará su delito. No se reconocen en pecado. En verdad os digo que Moisés despedazó con ira las Tablas de la Ley, porque vio al pueblo cometer idolatría. Después subió al monte y oró, adoró al Señor y Le pidió perdón. Hoy ocurre lo mismo con los hombres, en su corazón prevalece la idolatría, y cada cual tiene su becerro de oro. La Tierra está plagada de ídolos, con pasiones perversas, y ahí no puede estar Dios. Hay mucho egoísmo en el hombre, que es un gigante con los pies de barro. Un día serán castigados e invocarán al Señor, pero no serán oídos. El hombre gritó al Cielo:”yo no te conozco”, y el Cielo responderá:”Yo no te conozco”. Mas el hombre está obligado a conocer a Dios y agradecerle todo el bien que recibe de Él. El ofensor es el hombre y el ofendido es Dios. Sin embargo Él dice:”te devolveré la Gracia”, y mantiene Su Promesa. Yo estoy aquí para devolver la Gracia al hombre y daros el sol, el agua, los árboles, el trigo o el vino. Dios vela para libraros de los peligros. El hombre que no agradece a Dios, se deshonra a sí mismo. El hombre necio no entiende nada, pero el inteligente se complace en reconocer a su Padre Celestial. Sin embargo, muchos en Israel no reconocen a Su Padre y Bienhechor. Israel está compuesto de vírgenes necias, como dice Jeremías, “¿puede una doncella olvidar sus adornos y la novia su faja?” El reproche de Dios, Su enfado y Su llanto se dirige a este Pueblo: “¿por qué te esfuerzas en mostrar conducta buena cuando buscas amor, si tú escondes la malicia y te ensañas con pobres e inocentes?” Huid de los lugares donde fermenta el pecado y la corrupción, y se atenta contra Mí. Os prefiero lejanos al mundo de las mentiras. Pensaré cómo os voy a formar. Pero Dios ha querido que nos conociéramos y nos amáramos. No temáis. Si no queréis, nadie os arrastrará al error y no seréis infieles al Señor, ni a Su Mesías. Y si sentís que vuestro espíritu quiere estar cerca del Mesías, Él os abre Su Corazón y os dice: “venid los que queráis y predicad al Mesías, con una vida honesta”. Permaneced siempre fieles a Él, que no os abandonará jamás. Por eso decís: “desde que viniste, Tu bendición nos ha protegido”. Dejad que sane vuestros corazones, vivid santamente y tendréis un lugar en el Cielo. Os bendigo y os doy Mi Paz. Podéis retiraros. Yo Me quedo a orar”. Ya están en la sinagoga de Keriot, llena a rebosar de gente. Jesús rebosa henchido amor, y Judas está lleno de alegría al ver los honores que se le dan al Maestro. La gente se calma y Jesús dice al sinagogo:”dame el rollo décimo”: Lo desenrolla y pide al hombre que lea el capítulo cuarto de la segunda historia de los Macabeos. Lee las dificultades de Onías, los errores de Jasón y las traiciones y robos de Menelao. Y termina el capítulo. Jesús dice:”Ésta es la ciudad de Mi queridísimo discípulo. Quiero que de este lugar empiece el contacto entre Mis Apóstoles y el Pueblo, así ayudarán a su Maestro, donde se debe empezar la verdadera predicación Apostólica, mientras “el Sol está con ellos”. Durante estos días seré vuestro amigo y os regalaré una Profecía. Os ruego que la recordéis, pues llegarán hechos horribles y no quiero que os confundáis cuando se diga:”Keriot fue enemigo del Mesías”. Yo soy justo, no quiero que nadie os acuse de haberme ofendido. Se iría contra la caridad si por un hijo malo, toda la familia fuese anatema. Quiero defenderos contra una acusación injusta. Acordaos a su tiempo. Llegará un día en que en Israel habrá delatores, acusarán al Sumo Sacerdote de haberse aliado con los enemigos. Cometerán crímenes y harán responsable al Inocente. Vendrá un día en Israel que un infame irá a los poderosos y desfigurará la Verdad por dinero, y con mentiras corromperá las costumbres privando a muchos de la amistad con Dios. Lo logrará, y producirá frutos malos, mezclados con error, que atraerán la maldición divina. Y llegamos a la verdadera Profecía. En verdad os digo que quien actúa con astuto juego entregará por dinero al Verdadero Sumo Sacerdote. Lo cogerán con engañosos afectos, señalándolo con un simulado acto de amor a los verdugos. Lo matarán sin respeto a la justicia, pero quienes lo hagan tendrán inmediata justicia, pues cometerá un acto horrendo con otros cómplices, pero también tendrá una suerte horrible, el demonio habrá tomado posesión de él y cometerá el último crimen contra sí mismo. Sucederá todo en un momento. Lo encontraréis en las frases:”y encendido de ira ordenó que Andrónico fuese despojado de la púrpura y matado en el lugar donde cometió sus impiedades contra Onías”, (en 2 Mac.4,38). En efecto, la casta sacerdotal será castigada en sus hijos, además de los ejecutores. Leed el destino que espera a la masa cómplice, en Génesis (4,9-12): La voz de esta sangre grita a Mí desde la Tierra. Así pues, será maldito el que cometa el Crimen… Y Dios la pronunciará contra un pueblo que no supo custodiar el Don que le enviaba el Cielo, porque si es verdad que vine a redimir, ¡ay de aquellos que serán los asesinos! ¡Este Pueblo que tendría que redimirse con Mi Palabra! Este es el final de Mi profecía. Acordaos de ella. Os lo he dicho todo, esta es la señal. Quien veis aquí es la Víctima que muere por los pecados del mundo”. La gente se marcha preocupada, aunque reconocen que Jesús estima a Judas. Judas ha comprendido el mensaje y llora sin parar y se siente indigno. “Señor, yo soy las tinieblas y Tú eres la Luz”. Jesús calla. En casa de Iscariote su madre se desvive en todo, pero Jesús quiere un ambiente familiar y sencillo. Se sientan a comer, ella entre el Rabbí y su hijo. Pedro habla de su esposa, que es muy bondadosa, “es tranquila, silenciosa y casta”, y cuenta que se enamoró de ella en Cafarnaum, cuando tenía dieciséis años y unas trenzas muy largas. Jesús ratifica sus palabras y Marzyam está deseando conocerla. Judas parece cambiado, dice que estuvo evangelizando por la llanura de Keriot:”hablé sobre el Decálogo, que no se abandonen y guarden la Ley, y Jesús le pide que sea benigno en comprender las debilidades humanas. “No Te preocupes, Maestro, intento imitarte. Señor, hay un enfermo que necesita Tu ayuda”. Dice Jesús que “mañana se curarán todos los enfermos, quiero que todos Me recuerden siempre”. Iscariote pregunta si volverán. “Sí, vendremos otra vez”. Marzyam grita de alegría al ver que llegan María y Zelote, los demás se levantan a saludar, pero Ella se abraza primero a Su Hijo, como de no haberlo visto durante siglos. Judas se preocupa de que María esté cómoda, y Madre e Hijo hablan del cambio tan grande de Elisa, que además envía una carta a Jesús:”Jesús mío, me has devuelto la paz y desde ahora quiero servirte”. “Tú eres Mamá la salud de los enfermos”, y se pone muy contento, que ya tienen una nueva discípula. “Juana ha ido a verla y le ayuda a superar su dolor, se la lleva un tiempo a su castillo”. Jesús informa que volverán a Betsur y allí se quedarán las discípulas por un tiempo, con Elisa y Juana. “Nosotros iremos por Judea. Nos encontraremos en Jerusalem para Pentecostés”, y da las gracias a Zelote por su entrega silenciosa. A solas, hablan la Madre de Jesús y la de Iscariote. Ella quisiera seguir al Maestro, pero las obligaciones se lo impiden. “Él es Mi alegría y Mi paz, dice María. La madre de Judas llora con pena:”mi hijo es un gran dolor para mí. Yo creo que no es bueno, ni limpio de corazón. Prefiero verlo muerto a que haga algún daño. Es violento, no hace caso a mis consejos, no tiene buenos amigos en Jerusalem, y más de una joven ha llorado sus desprecios. No se sabe lo que quiere. He llorado mucho a causa de sus maldades, pero él me ignora, sólo busca las riquezas, sólo le importa el dinero. Le diría al Maestro que no se fie de él, aunque Jesús lo conoce. Es avaro, duro de corazón, vicioso y soberbio. Pido porque Tu Hijo haga un milagro y lo cambie”. María asiente sin levantar la cabeza, y dice que van a orar mucho ya que el muchacho es un inconstante:”No tiene el alma limpia de Juan, ni la dulzura de Andrés, ni la firmeza de Mateo”. María está pálida, intuye lo que va a suceder y Su mirada de terror da testimonio de ello. Atrae hacia Sí a la pobre mujer, acaricia sus cabellos con mucho amor. La madre de Judas continúa: “me avergüenzo de él ante la infinita bondad de Tu Hijo. Sé que Él quiere que aprenda y que me trate con dulzura. Temo que no sea digno de la inmensa Gracia que Dios le ha concedido. Si no sabe ser fiel a Jesús, que Dios le quite la vida. Muerto, antes que ir por el camino de la maldad”. María le pide que no llore más. “Todos los pecadores se convierten en mansos corderos ante las enseñanzas de Mi Hijo. Ten confianza. Seguiremos orando para conseguirlo”. BIBLIOGRAFÍA: “Poema del Hombre Dios”, María Valtorta. Tomo IV. Las citas bíblicas están contenidas en el Relato.

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