Opinión

Jero y la alegría

Todo el mundo la conoce en el instituto Camoens: alumnos, profesores, padres, y madres, personal de administración y limpieza. Es Jero, mi amiga, mi compañera y mi confidente.

En la puerta del instituto abre el día con una sonrisa, con buenos días que quita las penas y con una fuerza vital que deja fuera de combate a las cuitas de primera hora.

Jero tiene con los alumnos un don extraño; la respetan, la escuchan, aguantan sus riñas, aceptan sus órdenes y nunca la suelen desautorizar. Ella es una especie de cobijo maternal en la que puedes ser escuchado y aconsejado desde una naturalidad sincera, desde una cálida palabra, desde la mirada que busca tus manos para decirte que está contigo.

La verás por los pasillos, estará siempre en cualquier sitio que la necesiten.

Su humanidad y su ternura rompe las distancias: “ Todos somos personas y todos nos necesitamos. No hay nadie superior ni inferior, cada uno cumple sus funciones y hay que estar al pie del cañón”. Esta es su bandera, el secreto para conquistar la parte buena que todos llevamos aunque en ocasiones esté muy escondida.

"Hoy llegaré a las 7:30 y estará ella y, antes de que lleguen cientos de alumnos puedes comentar con Jero cualquier tema para entrar en calor: política, cocina, trucos, normativas..."

En sus más de 35 años laborales siempre ha construido un ambiente sano, sin resquemores, sin recelos, en el que se puede canalizar las tareas cotidianas relativizando cualquier incidencia.

Hoy llegaré a las 7:30 y estará ella y, antes de que lleguen cientos de alumnos puedes comentar con Jero cualquier tema para entrar en calor: política, cocina, trucos para lavar la ropa, nuevas normativas de la Dirección Provincial, la ley del sólo sí es sí de Irene Montero o como se cose un botón de la camisa.

A los 15 minutos comienza a entrar la riada de alumnos, les ordena quitarse capuchas de la cabeza y comienza a hacer todas las fotocopias del claustro mientras sube a la Jefatura para cualquier asunto. Parece que tiene el don de estar en todas partes a la vez.

Mi compañera ha recorrido muchos centros, ya cumple 37 años cotizados y nos amenaza con jubilarse. Otro gallo nos cantaría si fuéramos tan comprometidos como ella y siguiéramos llevando con la fuerza y tesón nuestro servicio a la comunidad.

Allá donde vayas seguirás siendo la misma.

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