A mi Jenaro me pone, no como persona sino como personaje. Díganme cómo no podría encandilarme alguien que se inventa su muerte y le sale mal cuando lo cogen en plena pasión húngara.
Sé que paga pena de prisión por gustarle jugar con lo ajeno, pero lo novelesco se impone como en el caso de Julián Muñoz de paseo por Marbella abriendo zapaterías para la Pantoja.
Tenemos un país de panderetas políticas, de gente corrupta que solo destina dinero a cuentas opacas y vive extremadamente bien , pero ni fingen muertes ni salen con Reinas de la belleza. Estamos hastiados de Bancos que se esfuman de la noche a la mañana con mensajes del ultramundo económico de habemus quiebra, para que los bajistas se forren los bolsillos vendiendo los despojos del muerto. Hay muchos que declararon con amnistía lo que tenían fuera de nuestras fronteras y lo hicieron con menos coste , no solo ya legal sino monetario, que los que siempre pagamos . Ahora sentencias dirán que estuvo mal, pero lo que está hecho, hecho está y alguien se frotará tan fuerte las manos que le saldrán billetes de quinientos euros. Por qué no entonces personajes de novela negra como el Tenebroso o Jenaro, o Julián Muñoz o la Campanario no van a ser encandiladores de una sociedad que nos fagocita en la cara.
De lujo se lo podía pasar Jenaro si compartiera sus vivencias en Sálvame. También nosotros si escribiera sus memorias que van desde ese Cádiz contrito, capillista y carnavalero, de Alamedas apocadas apoyadas en barandillas milenarias de piedras y casas de vecinos arrebujadas en miseria. Es perfecto decorado de drama urbano para un triunfador que nació para serlo, de buena cuna y muchas luces. Su mala cabeza lo llevó a paraísos donde muchos esconden pasta, pero él solo se escapaba de la rutina familiar, una mujer y una cotidianidad que lo mismo le abrumaban. Pasó de niño bien a delincuente primario- en su primera sentencia- y rápidamente a insolvente. De marido dejador de viuda joven a empresario jerezano, consorte de una Reina de belleza sudamericana. El Juzgado -en la sentencia que le condenó por primera vez- valoró mucho su falta de arrepentimiento, pero cómo puede arrepentirse alguien de querer empezar de cero, a base de dejar atrás todo lo que te lastra para coger el vuelo directo a una vida brillante, aunque sea a costa del dinero del cuñado y con identidad prestada. Tampoco es que no se quisiera suicidar por intentar hacerlo con traje de neopreno, es que ya sabemos que las aguas de Zahara son para los guiris que vienen del Norte, como los Stark con alusiones festivas a que se acerca el invierno , no aptas para insignes gaditanos que aún en agosto nos cogemos una mantita aunque estemos a 40 grados a la sombra. Ahora ha reaparecido en los Juzgados de nuevo, remasterizado, llevado en furgón policial , primero desde Puerto III por los civiles y después traspasado a los nacionales. Se barajan cantidades “perdidas” cercanas al millón de euros , que no sé a ustedes pero a mí me descolocan. Pero se le ve tranquilo, negador de acusaciones.
No creo que el encandilamiento literario se refleje en sus dos mujeres, la que dejó en Cádiz -antes de ahogarse improvisadamente- enlutada y la que buscó en Paraguay con la que tuvo una hija a la que puso el nombre de la primera. A mí como persona me parece banal, como Muñoz comprándole zapatos a la Pantoja o Los Puyol pasando fronteras con novias que luego delatan la trama completa. Pero en cambio…con el traje de submarinismo preparado, con los nervios en manteca colorá sin pensar en nada que no fuera escapar, tiene por lo menos reglones para un cuento. Solo borrón y chaqueta nueva ha entrado por los Juzgados y algunos dicen que iba desmejorado, pero seguro que él piensa que le quiten lo bailado.