Javier Krahe: “Mi humor no es marrón, ni verde, aunque a veces tiene un poco de negro”

Javier Krahe actuará esta noche (23.30 horas) en ‘La Sala’. El madrileño ofrecerá su habitual ironía musicada, pero antes habló con ‘El Faro’ sobre su vida musical y las cosas que han marcado su carrera. El nombre de Javier Krahe es uno de esos que resuenan con sabor a leyenda en la música española. Compañero de Sabina en su día, Krahe decidió con más de treinta años que quería ser músico y parece que eligió el momento perfecto. España ganó a uno de sus mejores letristas y, también, a un maestro de la sátira y la ironía. Esta noche actuará en ‘La Sala’ (23.30 horas). Krahe habló con ‘El Faro’ antes del show.
–¿Cómo es un concierto de Javier Krahe sin humo? Supongo que el hecho de que no se pueda fumar le quitará algo de encanto a la cosa...
–Hombre, algo de encanto sí que le quita, pero tampoco creo que demasiado. Yo sigo saliendo a cantar y ahora no fumo, el público tampoco, y nadie se va. Un concierto mío dura como una hora y media, por lo que viene a ser como una película. Ahí no se fuma. No sé qué pasaría con un concierto de dos horas y media, pero si yo fuera público estoy seguro que saldría a fumar.
–Usted es un habitual del 'Café Central' de Madrid, donde lleva más de 20 años ofreciendo conciertos. ¿Es ya una tradición?
–Sí, ya es una tradición. Lo lógico sería que dejara de serlo porque alguna vez tendré que dejarlo, pero no me lo planteo. Hacer conciertos es algo que requiere bastante esfuerzo, sobre todo mental. Físicamente no me canso, porque incluso vivo cerca del sitio, aunque cantar trece noches seguidas es más cansado. Todos los días cambio algo, pero llega un punto en el que no se me ocurre qué cambiar.
–¿Qué tiene de especial para que le guste tanto ese sitio?
–Hay que tener en cuenta que es el más prestigioso local de jazz de Madrid, e incluso quizá el más antiguo. Además, estéticamente es muy bonito, es antiguo. El escenario está en un lateral y la disposición es un poco rara, pero bueno, así es desde hace 28 años. Es un lugar al que van muchos músicos e incluso extranjeros aficionados a la música, porque lo recomiendan en las guías de turismo como local de jazz. Claro que, cuando canto yo no se encuentran con jazz, se encuentran con alguien que hace canciones, aunque se quedan igualmente porque se nota algo en el ambiente, es muy agradable.
–A usted no le termina de gustar que le digan 'cantautor'. ¿Cómo prefiere que le denominen a día de hoy?
–Pues no lo sé. Yo a mí mismo no me llamo cantautor, a menos que tenga que entenderme con alguien a la fuerza. Entonces le digo que lo que yo hago es un género al que llaman ‘cantautor’, pero es algo que no me gusta. Desde luego prefiero simplemente que me digan que soy autor de mis canciones. Tampoco es tan largo. Soy autor y canto canciones.
–Hoy en día parece necesario etiquetar las cosas...
–Ten en cuenta que diciendo simplemente eso de que uno es el autor de sus propias canciones cabrían demasiadas personas y grupos. Anda que no hay grupos de rock en los que uno o varios son los que han hecho las canciones. Por ejemplo, a Rosendo, que es de mi promoción artística, nadie le diría que es un cantautor y, sin embargo, él hace sus canciones y las canta.
–Ahora que dice eso de la promoción artística, me llama la atención que usted decidiera dedicarse a la música cuando tenía 30 años. En una sociedad acostumbrada a los niños prodigio es un poco extraño, ¿no?
–Sí, yo sería más bien de los maduros prodigios. Yo me subí al escenario con 35 años. Lo había decidido a los 30, pero no me sentía preparado entonces y me dije: “Bueno, tendré que aprender a tocar un poco la guitarra primero”. Cogí una guitarra y me puse a ello, aunque no aprendí nada y sigo sin saber. Pongo los acordes, bastante, puedo rasparlos con el dedo gordo y con eso me las apaño en casa para componer. Yo voy cantando y luego eso se lo enseño a mis músicos, que son los que trabajan respetando la melodía que yo haya hecho.
–Unos músicos que llevan acompañándole mucho tiempo como Javier López de Guereña, y Fernando Anguita...
–Sí, ya llevo casi desde que empecé a cantar con ellos. Con el que menos llevo 27 años. Somos unos amigos que viajamos juntos y nos subimos a los escenarios para hacer unas actuaciones. La amistad es indispensable.
–Viene a Ceuta para presentar su disco 'Toser y cantar' (me interrumpe)...
–No exactamente a presentar el disco, lo que pasa es que cantaré como preferencia canciones de ese disco. No pienso cantarlo entero ni nada. El disco es de estudio y tiene una sección de cuerda, una batería, acordeones y unas cuantas cosas que yo no puedo hacer en directo. Digamos que durante el concierto habrá unas siete canciones de las once que forman este disco.
–’Toser y cantar’ viene acompañado de un libro y unas ilustraciones ('De mil amores') que surgieron de una forma un poco especial, digamos espontánea. ¿Cómo fue?
–De manera espontánea fue como me llegó a mi. El autor del texto, Miguel Tomás-Valiente, es amigo mio. A la vuelta de verano de 2009 me dio un libro con ilustraciones que tenía más de 200 páginas. Me dijo que lo había hecho porque tenía insomnio y se había puesto a estudiar a fondo mis canciones. Aseguraba que se lo había pasado muy bien y, además, le había pedido a Octavio (Colis) que hiciera unos dibujos. Hizo como 80 ilustraciones que además eran muy bonitas. Me lo regalaron y pensé que cuando sacara un nuevo disco lo publicaría y así ha sido.
–¿Tiene preferencia por alguno de sus trabajos musicales?
–Esto es un poco como lo de los hijos, que alguna preferencia hay, pero que no puedo hacer de menos a los otros. Cuando oigo mis primeros discos, por ejemplo, que es algo que me pasa cuando voy a las radios, los escucho y no me gusta nada como canto. No es que me guste mucho como canto ahora mismo, pero lo prefiero.
–De usted dicen que hace humor blanco. ¿Eso qué es?
–Te lo diré por eliminación. No es un humor marrón, no es un humor verde, aunque a veces tiene un poco de humor negro. En realidad tengo muchos rasgos de humor, y lo digo porque el público se ríe, cuando hablo, por ejemplo, de un triángulo. Humor más blanco que ese...
–La temática de sus canciones gira, en mucho casos, en torno a los enredos amorosos. ¿Por qué?
–Bueno, cuando uno está en casa, solo, pensando, lo más habitual es pensar en mujeres. Vestidas o no, claro. Eso da para entretenerse mucho. Después hay alguna canción que habla sobre política, como ‘Ay, democracia’. La verdad es que se queda uno mucho más relajadito. Hablando de una novia que te ha abandonado estás entretenido, mientras que hablando sobre lo otro no se entretiene uno tanto.
–Ya que tocamos el tema de la política, ¿se puede hablar hoy en día de democracia?
–Como dirían algunos columnistas, estamos ante una democracia formal. Es mejor que ninguna otra que haya habido antes, pero es poca cosa. Todo hay que decirlo. Sería mejor una democracia más profunda, en la que los políticos no pudieran hacer lo que les da la gana sin tener que rendir cuentas luego. Yo no voy a poner remedio a estas cosas, pero de vez en cuando sí que pondré un poco de burla al asunto.
–Siempre usando la ironía como herramienta de trabajo...
–Ayer me decía un amigo de San Fernando, que hacía tiempo que no veía, que el humor protege del peligro y protege del miedo. Creo que es así lo que me dijo. Fue algo que me gustó mucho. A mi me dio mucho que pensar.
–En el año 86 fue usted víctima de la censura cuando le 'cortaron' la canción 'Cuervo ingenuo' en un concierto de Sabina que se grabó. ¿Sigue habiendo censura en el siglo XXI?
–Hombre, sí, claro. Censura hay. Bastaría con hacer algo que molestara profundamente. Si uno dice que los políticos son tontos seguramente no te censuren, pero si uno dice algo sustancioso rápidamente te dicen: “Oye, de eso ni hablar”. Luego se habla de la censura de los medios y de censura industrial. Yo creo que éstas son más lógicas que las de tipo político, que no debería existir. Las dos primeras creo que ni siquiera tendrían que llamarse censuras. Simplemente es que el sistema es así, subjetivo, aunque entiendo que desde el punto de vista del rechazado tiene que ser más complicado. Ese es un problema que no tenemos en el sello discográfico del que yo soy. Somos tan pequeñitos que no se nos plantean esas cuestiones. Simplemente le decimos a la gente que no podemos hacer las cosas porque no tenemos dinero.
–¿Cabe Javier Krahe en el mercado actual de la música?
–El mercado discográfico es muy reducido y, cada día, sigue reduciéndose más. En cuanto al mercado de la música no tengo ninguna queja. Yo tengo conciertos, que es de lo que vivo, y no me va mal. Hay músicos que están llenos de quejas, pero yo no voy a hablar por ellos, yo hablo de lo que vivo y para mi no hay diferencia entre el año pasado, el otro y el otro. Me va como me ha ido siempre.
–Esos que se quejan quizá deberían tomar ejemplo de su forma de afrontar la música, ya que no le ha ido mal...
–No creo que sea un ejemplo. Yo tengo un entrenamiento de 32 años y lo que hago lo hago con mucha naturalidad, realizando las cosas de una misma manera, trayéndome todo sin cuidado completamente y sin la pretensión de dar un pelotazo. Simplemente he buscado divertirme por ahí con mis músicos.
–¿Volvería a grabar un cortometraje como ‘10 Comentarios’? En el mismo se explicaba cómo cocinar la imagen de un cristo y eso le costó alguna denuncia casi 20 años después de haberlo hecho...
–Es que me robaron la cámara hace 30 años ya. No puedo porque no tengo medios.
–¿Es una llamada al público para que le regale una cámara?
–¡Ay, no! Entonces tendría que volver a hacerlo y preferiría que no fuera así.
–¿No le gusta el mundo del arte audiovisual?
–Sí, me gusta. Lo que pasa es que las canciones me ocupan buena parte de mi tiempo mental. También dedico mucho tiempo a leer e incluso a ver películas y televisión. También me gusta mucho la vida contemplativa. No me canso de mirar por la ventana. Me gusta estar con mis nietas y con mi mujer. Vivir un poco la vida. Como mi profesión es crear y cantar canciones, pues me viene muy bien. Se adapta a muy bien a lo que yo quería.
–Dentro de cuatro días cumple 67 años. Felicidades adelantadas. Por eso y porque por fin va a poder usted jubilarse, según las nuevas normas...
–¡Oye! Que yo soy de la Ley antigua y además autónomo. No me pienso jubilar. Me quedarían poco más de 400 euros y eso me lo gastaría en tabaco. Es en lo único que gasto, por otro lado. Soy muy sobrio. Me refiero a que no soy de esos que quieren cosas. Yo me compro unas botas o una camisa, pero no coches ni cosas de esas. Nunca he sido así.

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