Dos días de ministro dan para mucho: para visitar colegios, para desayunar con alumnos, para aguantar con educación los desplantes de Aróstegui, para mantener encuentros políticos y, sobre todo, para prometer. Y eso es lo que hizo ayer el titular de la cartera de Educación, Ángel Gabilondo, prometer que dentro de 30 meses habrá un colegio en Loma Colmenar. Espero y confío que este anuncio no sea como el del hospital, que supuestamente lo íbamos a tener en el año 2000 y fíjense cuándo se ha inaugurado: tarde y con deficiencias. Del ministro me quedo con su educación -faltaría más- al no perder los nervios ante la salida de Juan Luis, pero echo en falta soluciones inmediatas que vengan a calmar los problemas que hoy por hoy están enquistados en el sistema. Una visita tan esperada como la de Gabilondo no se puede reducir a vendernos que habrá un colegio dentro de dos años o a recomendarnos que las familias atiendan a sus hijos para que no abandonen el colegio y les eduquen bien. Para eso no hace falta tanto paripé a no ser que hoy, tras los nuevos encuentros incluidos en su agenda, nos venda el titular esperado. No creo que así sea pero, para no pecar de ingenua, que para eso ya están otros, mantendré operativa la esperanza.
Mientras, a los padres nos toca ser aprendices de maestros ya que, al paso que vamos, la educación va a terminar siendo una asignatura obligada a la que tenemos que enfrentarnos como parte principal de nuestro deber, ante la necesidad de cubrir ese déficit al que el Estado no encuentra respuesta.
La Policía nos pide que seamos agentes en potencia, los educadores que nos encarguemos de formar a nuestros hijos y encima Hacienda nos recuerda que somos todos y que llegará incluso el momento en que tengamos que ayudarle a sacar las cuentas adelante. ¿Y a nosotros, quién nos enseña a ser padres?