Emoción, devoción o alegría son las palabras que pueden resumir el sentimiento ayer durante los actos celebrados en la Almadraba durante la salida ante sus fieles de la Virgen del Carmen que tiene su ‘casa’ en la parroquia situada en esta popular zona de nuestra ciudad, muy arraigada con el mundo marinero. Misa, bendición del mar y procesión, tres actos seguidos por miles de personas.
Sobre las ocho menos cuarto de la tarde, la Virgen del Carmen salía a la calle para llegar hasta la pequeña playa situada junto a la parroquia bajo el sonido del himno nacional tocado por la Banda de la Asociación Provincial de Vecinos y gritos exaltando la belleza de la santísima con los habituales ¡Guapa, guapa y guapa!. Cientos de ceutíes llegados desde todos los puntos de la ciudad se agolpaban para ver a la señora de los mares, a la patrona del mar.
Todo estaba preparado para la misa tras la llegada del paso. Un gran silencio presidió la eucaristía oficializada por el párroco José Manuel González y cantada por el Coro del rocío. Desde hace once años, la misa no se realiza en el templo y se hace en la playa, para que sean más las personas que puedan seguirla.
José Manuel González suplicó por todos, por los que viven del mar, los que se dejan la vida en el mar y por aquellos que “mueren en el estrecho intentando buscar una vida mejor y no lo consiguen”.
Tras la misa, llegó uno de los momentos vividos con mayor intensidad por todos, el momento de ‘bañar’ a la Virgen -este año rodeada de un suelo de claves blancos- y bendecir el mar ante los vítores de todo el pueblo. Eran las nueve menos veinte de la tarde y las bocinas de los barcos que estaban cerca también sonaron con fuerza.
La procesión iba a comenzar sobre las nueve. Primero se dirigieron hacia el Tobogán, luego a Villa Aurora, 12 de Diciembre, Miramar Bajo, Juan XXIII y regreso al templo, pasada las once de la noche. Es el momento de alegría pero también de tristeza por parte de costaleros y fieles. La Virgen está en su casa, el año que viene volverá a estar con todos.