Categorías: Opinión

¿Tienen Occidente y los países de la zona una alternativa al dictador sirio?

Es inevitable en estos días de ambiciones desatadas, engaños y mentiras, recordar al fundador de la propaganda política: el doctor Paul Joseph Goebbels, ministro de Información y Propaganda del III Reich. Lo que se añadió después, hasta la fecha, a los principios por él establecidos y a las estrategias y técnicas por él desarrolladas, es complementario, en el mejor de los casos. Goebbels estaría orgulloso de los cerebros que dirigen la propaganda estadunidense y de sus aliados de la OTAN en el caso de Siria. Poco importan los antecedentes, los testimonios directos, las evidencias disponibles. Goebbels señalaba en el decimonoveno de los puntos básicos de su plataforma: “La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio”.
¿A qué viene tanta prisa por bombardear Siria si aún no hay resultados de laboratorio de las muestras recogidas por personal de la ONU del hipotético uso de armas químicas por parte del régimen de Al Asad?
Vistos los resultados en Afganistán, Irak, Libia, etcétera, parecería más urgente que EE UU, el Reino Unido y Francia -más la cohorte de apuntados- se pregunten primero y se aclaren después quién o quiénes quieren que gane en Siria, porque si Al Asad representa una tiranía apoyada políticamente por Irán y uno de sus peones (junto con Hizbolá) en Oriente Medio, también está armado por Rusia y China.
Como no menos cierto es que brutalidades las vienen comentiendo ambos contendientes desde el viraje del conflicto social y político originario a la actual situación de guerra abierta, habría sido más coherente parar los pies al tirano y forzarlo a la negociación con los opositores, para que sin dejar el mando diera cancha a los otros.
No nos engañemos, los de la oposición son tanto de fiar como el mismísimoBachar. Bien es cierto que los aliados occidentales no acaban de armar al conjunto de facciones enloquecidas por predicadores y terroristas. Parecería entonces que no se sabe muy bien quién o quiénes y cómo -olvidada la idea de un régimen democrático- garantizarían mejor una estabilidad de la zona. Esta es la gran cuestión, pues a Israel no le conviene un régimen manejado por organizaciones terroristas, aunque sean facciones suníes, ni un Estado fallido de la mano de muy malas compañías.
Puede que lo de ‘la línea roja’sea aviso también a navegantes, pero ¿qué harán las potencias occidentales? ¿Dar un buen tortazo al régimen o dejarlo KO? Cuidado, no nos pasemos de intervención o tal vez el pasado nos parezca menos lamentable que el futuro inmediato.
Que se vayan preparando para ver el surgimiento de un régimen islámico extremista en Siria gracias a la tontera de algunos perdidos en Occidente. Pareciera que las “cabezas calientes” de Occidente quieren el Mediterráneo en llamas, solo hay que ver como está el vecindario: Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Líbano y Siria. No tardarán en caer Marruecos y Turquía. Sin olvidar la Europa islamista -Francia, Reino Unido, Alemania, Austria, España- con sus altas tasas de desempleo y economías estancadas.
Esperemos que sean de verdad inspectores y no “agentes” para justificar. Recordemos que en Irak se envió a “expertos” que solo resultaron ser espías, certificaron que Irak sí poseía “armas de destrucción masiva”. Por ese fiasco se ganaron el odio mundial y su credibilidad quedó por los suelos. Por manipular la realidad. Hoy Irak es un caos total, el orden solo abarca en Bagdad cuatro cuadras a la redonda, el resto de la ciudad y el país entero es un desastre. Y por no hablar de Libia, donde se le siguió el cuento al gobierno francés... ¿Cómo está hoy Libia?.
Para que exista democracia es un requisito que el conjunto de habitantes se sienta ciudadano, igual al resto. No se pueden quemar etapas, hay que educar... no se pasa de una dictadura a una democracia como el que se cambia de zapatos.
Hemos comprobado como los islamistas han intentado integrar la sharía en el orden y las estructuras políticas y jurídicas. Tienen que asumir que democracia no es solo una urna para llenarla de votos, sino también una serie de requisitos que los islamistas ignoran por completo.
Recuerdo la actuación de la OTAN en Libia, la cual nunca estuvo clara: fue una intervención por imagen. Nunca hubo posibilidades de una democracia real en Libia. La organización básica es la tribu y cada libio, supongo que en Tripoli y Bengasi puede ser distinto para alguno de sus habitantes, se siente miembro de una tribu, aliado o enemigo del resto de tribus. Para que exista democracia los habitantes deben sentirse ciudadanos. Y para eso hay que superar el estadio tribal. Egipto, Libia, Túnez, Siria..., la cual decían que ni tocarla, cuando las represiones llegaron hasta los hospitales y ahora nos vienen con los cuentos de camino. 
Por una parte están las empresas armamentistas. Rusia dice que no intervengan en Siria, pero, al mismo tiempo, su canciller ha declarado que Moscú no entraría en guerra con nadie. En pocas palabras, los rusos dicen: “vamos a gritar, pero no actuaremos”. El régimen de Beijing tampoco actuará por aquello de “el que se mueve no se ve en la foto”. Los regímenes árabes hace años que al régimen de Damasco se la tienen jurada, sobre todo Arabia Saudí y los reinos del golfo. Los que se estarán frotando las manos ahora serán los Hermanos Musulmanes, ya que son y serán los ganadores en una intervención en Siria.
Es un temor oscuro el que paraliza cuando imaginamos lo que será de Siria si el dictador Al Asad cae. Es el temor que precede al terror y al horror. Si como tememos el régimen sucumbe, los más sanguinarios de sus enemigos masacrarán o, en el mejor caso, someterán a los más aseados para imponer en el país mesoriental una tiranía oscura. Ésta es la triste verdad de unos países y una religión que corre el riesgo real de acabar en manos de sectarios criminales.
En España, parece que el PSOE respalda un ataque contra Siria incluso sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, huye del espectro de la guerra de Irak, que José María Aznar apoyó en 2003. Los pueblos también se equivocan porque nadie nace con el conocimiento y la ciencia infusos, por tanto, las decisiones mayoritarias también yerran como a posteriori hemos podido comprobar en distintas ocasiones.
No erremos el tiro, porque de nuevo volverán a demostrarnos que los pueblos, dirigidos como una manada de corderos por políticos sin principios, sedientos de poder, también se equivocan. Se equivocan cuando son incapaces, extraviados en lo accesorio y despistados de lo esencial, de tener un liderazgo a la altura de sus nobles aspiraciones de libertad, justicia, igualdad y fraternidad.

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