¿Soluciones a la inmigración?

La inmigración se ha convertido en la obsesión de los distintos partidos. De hecho, es el tema recurrente para ser utilizado como arma arrojadiza en esa búsqueda de un beneficio político. El PP se atrevió, a finales de los noventa y principios de 2000, a aseverar que tenía la inmigración controlada. Cerrado Calamocarro, con una valla impermeabilizada y un CETI que tenía más plazas que residentes, los malos asesores del momento aconsejaron que aquella calma chicha fuera explotada en forma de éxito. Poco duró. Las épocas cíclicas caracterizan a movimientos humanos que hacen tambalear África en busca de mejoras. Mientras el continente se desangra perdiendo generaciones enteras de jóvenes, Europa se inventa medidas de veto y paga con inversiones millonarias el control de sus fronteras, cueste lo que cueste, aunque para ello deba sacrificarse el respeto a los derechos humanos.
Esta semana, la frontera del Tarajal volvió  a ser escenario de una entrada masiva que hizo recordar el verano de 2011. Hubo heridos y los muertos se quedaron al otro lado de la valla sin que ninguna oenegé se haya atrevido a denunciar las condiciones en que se produjeron esos fallecimientos. Tras dos jornadas de presión sobre el Tarajal, Marruecos y España han entrado en alerta roja y han blindado, de nuevo, la frontera común que mantienen. Los primeros con más agentes y disponiendo un vehículo que cruzan cada noche para vetar la alerta sobre posibles entradas de ‘kamikazes’. Los segundos con 55 agentes extra para controlar las horas de mayor conflictividad horaria. Y en medio de todo esto, la polémica política.
José Antonio Carracao, secretario general del PSOE y antiguo asesor del delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, en una de las épocas de mayor presión migratoria, salía a la palestra mediática para hablar de irresponsabilidades y anunciar que, en Madrid, reuniéndose con dirigentes socialistas, iba a perfilar una batería de soluciones eficientes. Entre ese grupo de dirigentes, otro ex delegado del Gobierno, Gregorio Escobar, quien se convirtió en una auténtica pesadilla para los guardias civiles de la ciudad hermana hartos de denunciar las garitas tercermundistas con las que tenían que vigilar un perímetro fronterizo tan permeable que terminó por colapsar el CETI.
¿Es posible hablar de soluciones en materia de inmigración? Carracao advirtió de que las tenía, hablando incluso de encuentros con la AUGC, aunque en el fondo esas citas se redujeran a una llamada telefónica al dirigente de la asociación en Ceuta, Juan Amado, a quien el jefe de Carracao en la plaza de los Reyes, Fernández Chacón, no se dignó en recibir hasta sus últimos meses de mandato.
Controlar la inmigración es imposible. Los populares se jactaron de haberlo conseguido y la realidad escupe una visión contraria. El PSOE cree ahora inventar la solución al problema y habla de inversiones, de llegada de más agentes, de crear nuevas unidades... olvidando la hilera de datos que terminan por ensombrecer su gestión más reciente.
Desde el año 2007 la frontera no recibe inversión alguna, salvo la que se ordenó por causas de fuerza mayor tras las riadas del periodo 2008/2009 que causaron importantes daños en el vallado. Las entradas de subsaharianos en 2011 rozaron los 1.400 en un año, descendiendo en 2012 a 624 y sufriendo el actual repunte con 840 entradas registradas hasta el pasado agosto. La primera cifra se corresponde cuando aún el PSOE mandaba en la plaza de los Reyes y por tanto en las políticas migratorias.
Si hablamos de medios, los sindicatos siguen manteniendo la necesidad de incrementar las plantillas. Lo pedían antes y lo piden ahora. Pocos son los cambios que se producen en este ámbito pero sí es cierto que ahora se ha conseguido que la Policía Nacional tenga su primera plantilla cinológica fija con tres canes, mientras que la Benemérita dispone ya de 19, habiendo aumentado cuatro canes dos para personas y dos para búsqueda de drogas. El paso fronterizo sigue siendo la obsesión de todos los gobernantes. Su blindaje, imposible, es el objetivo. África se tambalea, ni las redadas y expulsiones al desierto, ni los cambios de legislación la ponen firme. Es una realidad innegable que supera cualquier promesa política.