Categorías: Opinión

¡Sobre los localismos en el nuevo milenio!

En nuestra casa, empieza un nuevo tiempo electoral. Es tiempo en que los partidos busquen atraer la atención de los ciudadanos. Porque es tiempo de buscar el voto de los ceutíes. Y, por ello, es también tiempo de aclarar y mostrar a las gentes todo aquello que se piensa sobre los partidos que se presentan. Es decir, ahora empiezan los momentos en que debemos opinar sobre los que pretenden regir nuestro gobierno.
Todos saben de mi rechazo a los localismos, y por ello, ante los antecedentes de los grupos localistas de nuestra ciudad, siempre he comentado que ninguno de ellos presenta ninguna idea imaginativa para nuestro futuro. ¿Pero…? Es que alguien puede ignorar el absurdo de un reducido proyecto político.
Su supervivencia actual, no es más que es una evidente y anacrónica verdad en nuestra historia contemporánea. Ya que no dejan de ser meros residuos de la extraordinaria década de los setenta.
Década que fue testigo del momento estelar de la plenitud de la idea de democracia en nuestro país. En ella, la década de los setenta, todos los que entonces éramos demasiados jóvenes luchábamos en cada esquina y a nuestra manera, para alcanzar una democracia, que al final conseguimos.
Entonces…y solo entonces ¡Los grupos localistas fueron una de las formas políticas básicas de libertad, que se nos podía ofrecer a los jóvenes! No había cultura democrática alguna y en los localismos se aglutinaban los gérmenes de las verdaderas ideas políticas que poco a poco estaban calando en nuestra generación. Eran por tanto, los localismos uno de los medios más fáciles para empezar a aprender la libertad y exponer la contradicción de nuestras diferentes ideas políticas en la nueva democracia que nacía en esos años.
Posteriormente, el fracaso que supondría la carencia de una verdadera ideología realista, sumada al limitado proyecto político que presentaban los localismos, estos empezaron poco a poco a desaparecer prácticamente en todo el territorio español. ¡Y la historia nunca retrocede, solo sabe caminar hacia delante! Era lógico, por tanto, que las asociaciones de vecinos, empezasen a asumir la defensa de los problemas que en cada ciudad presentaban las barriadas ciudadanas. De esta manera, las asociaciones de vecinos, haciéndose abanderados de esas iniciales ideas localistas de defensa de la casa reducida, fueron acabando con los pequeños grupos localistas que habían empezado la lucha, bonus casino ocupando su lugar.
Consecuentemente, con lo anterior, siempre he considerado en la primera década del nuevo milenio que las nuevas formas de entender la política impiden la supervivencia de estos arcaísmos políticos.
Porque… ¡Siempre para progresar hay que mirar al horizonte del futuro de forma universal!, y esto no es ninguna advertencia profética, es la realidad ¡Hoy existe un mundo global, no una reducida calle localista!
Y todo esto, también ha sucedido en nuestra ciudad. En ella, la historia y sus propias condiciones han permitido que desde siempre convivan diferentes culturas y que todas tengamos más o menos participación en su gobierno.
Porque todos los ceutíes participamos de la consideración de que nuestra ciudad es un todo, sin diferencias sociales significativas entre nosotros. Por ello, los partidos con representación nacional, jamás buscaron hacer de las posibles diferencias ningún grupo de combate contra los demás grupos ciudadanos.
Sin embargo, la existencia de nuevos localismos, uno de ellos integrado en principio por jóvenes universitarios ceutíes nos hizo albergar una cierta esperanza en el aumento de la necesaria cohesión e interactuación en el gobierno de todos. El paso del tiempo, sus hechos recientes, sus actitudes y el cambio de sus discursos, decepcionando la idea de un progreso en igualdad para los ceutíes sea cual sea su origen, nos ha defraudado a todos.
De esta manera han retrocedido en sus ideales, y recogiendo la herencia del arcaico ideario localista, fundamentan de nuevo su existencia en la diferenciación de los ciudadanos. Aspecto, este último, que los hace más próximos a la idea de tribu que a la de un partido político en democracia.
Consecuentemente, este nuevo localismo, no se corresponde con la realidad de la idea de partido político propiamente dicho. Su falta de ideario político lo convierte en una simple asociación en continuo choque con los demás grupos.
Limitados y carentes de ideario, las líneas de trabajo que manifiestan están solo están dirigidas con exclusividad a una cierta beneficencia hacia sus afiliados con exclusión de los demás. Así, manteniendo un visceral discurso político de enfrentamiento y discordia, la ambición de sus líderes, exige una constante actividad pública de oposición, de corte personalista y excluyente con los demás partidos que mantienen sus programas de realización hacia un futuro global. Porque el aislacionismo que muestran los localismos de grupo, no contiene elementos – salvo negativos – que les permita elaborar una política que aglutine en un todo, Ceuta, España y Europa.

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