Ismael y Muhammad Dris, padre e hijo, naturales de Ceuta, se introdujeron en una de las aventuras más complicadas a nivel mundial. Ambos realizaron el Maratón Las Arenas en el que 1.200 participantes recorrieron 275 kilómetros a través de dunas de arena, montañas y lagos secos del Desierto del Sáhara.
Para Muhammad fue la primera vez en realizar una carrera tan dura como esta, pero su padre Ismael es todo un atleta. La pasión por este deporte comenzó a raíz de su hermano mayor quien "me introdujo en el mundo. Él fue uno de los pioneros aquí en Ceuta. Yo lo veía como algo de locos. De una manera o de otra me empezó a gustar. Siempre he tenido un espíritu aventurero. Primero me metí en la ‘Subida al Pico Veleta’. Hice un ‘Iron Man’ y noté que había llegado unos límites máximos. En 2008 nadie estaba informado sobre estos temas. Vi esta prueba, me aventuré y me gustó”. Tanta es esa pasión que Ismael comenta que “mi vida sin carreras sería aburrida”.
Pero además del atletismo, Ismael practicó tenis. Un deporte que a día de hoy practica su hijo, quien sigue los pasos de su padre al cual tiene como referente “desde que tenía 2 años. Veía a mi padre irse y me daba pena. Pensaba que estaba loco yéndose a estas carreras en las que se juega la vida. Cuando fui creciendo me fue mostrando vídeos suyos y me di cuenta de que las cosas que hacía me gustaban. Un día hablé con él y le comenté que cuando tuviera la edad suficiente entrenaríamos para poder hacerla”.
Citas de este tipo merecen una gran preparación física, aunque en el caso de Ismael y Muhammad no pudieron realizar muchos entrenamientos de cara a esta maratón. Un hecho increíble tal y como describe Ismael que “llevo cuatro años parado. Dos lesionado con la rodilla y otros dos a causa del coronavirus. Él (por su hijo) ha ido con unos 30 entrenamientos nada más. Yo sé solucionar dificultades pero él sorprendentemente ha aguantado muy bien. Hemos entrenado con pies de plomo para evitar lesiones”.
El momento de participar en el Maratón de Las Arenas llegó y padre e hijo sabían que tenían que partir a una de las pruebas más difíciles. Ante esta llegada Muhammad se encontró con una mezcla de emociones. “Estaba contento y a la vez impaciente. Quería que los meses pasaran para irme. Sabía que no era fácil, pero estaba confiado porque mi padre venía conmigo. Él tiene mucha experiencia en este tipo de carreras. Mi objetivo era acabarla. Aparte, también buscamos que yo fuera el niño más joven en realizar esta carrera. Todos eran buenos motivos para estar contento y entusiasmado”.
Existieron dudas sobre la participación de ambos en esta cita. Pues Muhammad era menor de edad en las tres primeras etapas, pero la organización del evento le permitió participar e incluso celebró su décimo sexto cumpleaños diferente. “Estábamos dormidos. Sobre las 6 de la mañana se acercó el equipo de la organización con globos y me cantaron. Los otros españoles también me cantaron y me ofrecieron un bollo. Algo que les agradecí porque allí no ves un pastel”. Pero a pesar de ser un día de celebración, Muhammad, tuvo la cabeza centrada e incluso “dejé mi cumpleaños atrás, sabía que era el día más duro y mi mente estaba en la etapa larga. Tenía miedo porque eran 86 kilómetros por recorrer. Si las de 30 kilómetros me costaba, sabía que en esta iba a sufrir más”.
Aparte del físico, la mente “es un 50% de la carrera. Por muy capacitado que estés, la mente te puede jugar una mala pasada. Puede que por ella no acabes la carrera. Tienes que tener la capacidad de sufrimiento y de soportar momentos malos porque no duermes, no te aseas, echas de menos a la familia, no comes. Muhammad ha tenido que utilizar más la mente que lo físico”.
El Maratón de Las Arenas es una prueba en la que en algunas ocasiones puedes llegar a plantearte el abandono. Ismael y Muhammad tuvieron ese pensamiento cuando una tormenta de arena no les facilitó avanzar.
“Llevábamos un localizador por satélite de SOS. Estuvimos a punto de no seguir porque había un pequeño huracán en una zona de mucha tierra. El viento comenzó a levantar la arena. No veíamos ni a 20 metros. Tampoco teníamos agua y tanto él como yo estábamos deshidratados. Nos quedaba hora y media para llegar hasta otro punto de control donde nos daban agua. La arena nos entraba en los ojos y decidimos ponernos las manos en la cara y seguir adelante. Esa etapa fue terrible, pero él no quiso retirarse”, comenta Ismael Dris.
Ismael solía realizar este tipo de maratones solo. Este año junto a él fue su hijo, Muhammad, un apoyo incondicional durante esos duros días. “Para mí fue un aliciente. Siempre que he ido a cualquier punto he estado solo. Ahora tenía un trozo de mi familia conmigo. Era como si estuviera en casa, aunque no estuviéramos al completo. Ha sido sobre todo un apoyo mental. A parte de los momentos difíciles, ha sido el año que más me ha gustado participar en el Maratón de Las Arenas. Otros años he terminado saturado. Yo le decía que aprovechara y disfrutara por muy cansado que estuviera porque estos momentos los iba a echar de menos cuando llegara a casa. Es el primer año que he disfrutado todos los días”.
Para Muhammad su padre ha sido sus pies y sus manos en esta carrera, por eso “estoy agradecido. Sin él no hubiera salido de Ceuta y nunca habría hecho atletismo. Gracias a él he vivido esta nueva experiencia. Además de la carrera, aprendes a sobrevivir. Vives como lo hacen en el desierto. Quieras o no, a parte de realizar la carrera, aprendes mucho valores. He aprendido incluso a convivir con personas que me duplican la edad. También he aprendido a ser más persona y a dar valor a cosas que antes no lo hacía. Eso es otro mundo en el que intentas sobrevivir”.
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