Al final de una extenuante campaña por el entrañable azul del mar canario, y de un trancazo sobrevenido quizá como consecuencia del duro trabajo, no puedo dejar de celebrar las maravillas naturales observadas, a la par que las gratificantes experiencias vividas con mis camaradas de aventuras. Después de haber cumplido con las obligaciones del proyecto científico, financiado por el Gobierno de Canarias, que sufraga los gastos de nuestros viajes y bajadas a las profundidades meso-fóticas, teníamos en mente acercarnos a un alejado lugar en mitad del mar, aunque cerca de Lanzarote, en la que parece que el tiempo se detiene y se respira mejor. Un entorno sagrado rodeado de naturaleza bella y penetrante que esconde preciosidades a su alrededor e incluso en sus propias entrañas.
El Roque del Este, es el centro hegemónico de la Reserva Integral del Archipiélago Chinijo cuya capital es la isla de la Graciosa y su segunda y más cercana población es la recoleta, coqueta y siempre entrañable Órzola. En este pueblecito costero de fachadas blancas, ventanas de colores y vistas permanentes al precioso mar lanzaroteño, escribí sobre mis dolores por la pérdida del amor conyugal, pero también celebré las alegrías por la amistad compartida que siempre nos lleva más allá del horizonte de este mundo temporal.
Cuanto me revuelve este lugar, donde siempre me siento plenamente humano pues el sufrimiento y el gozo son propios de esta aventura vital que no tendría sentido sin esta unión indisoluble de interioridades; recuerdos amontonados del amor de mi vida terrenal, y de Rogelio, el amigo que marchó, vienen a mí en oleadas que recuerdan al embravecido mar rompiendo en los acantilados de los islotes, pero también la esperanza del encuentro más allá del tiempo donde todo se tornará luz y harmonía eternas.
Mientras todos afrontamos unas jornadas de trabajo especialmente duras en Lanzarote con problemas de otitis, resfriados inesperados, un compañero en recuperación médica y otro con un accidente de descompresión, algo seguía bullendo en el interior por acercarnos al lugar que cada mañana, de amanecida, veíamos en lontananza irguiéndose de forma misteriosa.
El refugio de la iglesia de Haría, el pueblo donde reposa el cuerpo del artista conejero César Manrique, me devolvía a la vida espiritual cristiana por un rato, la renovación interior necesaria para afrontar las inmersiones entre nuestro habitual ambiente de apoyo mutuo, y amistad eterna. No somos un simple grupo de conocidos amistosos, unidos por intereses profesionales, más bien estamos bendecidos por un poder superior para compartir estas experiencias y llenarnos de la música eterna que entona el canto silencioso y constante del profundo mar.
Que bien entendemos nosotros a Ulises que no podía resistir el coro de las sirenas hacia la perdición de la profundidad. Esta amistad nacida del agua salada y del volcán, no la puede socavar las sempiternas diferencias personales, ni la dureza del trabajo realizado. Bien sé, que no comprenden mi sobrevenida afición a los sagrarios y a la oración recogida, se habla de ello, pero se calla más, hay curiosidad por el cambio y el nuevo rumbo que me arrastra. Siento su utilitario respeto (si le va bien que lo siga haciendo para superar su dolor!!!!) pero no sin cierta perplejidad, también percibo la asunción plena del hecho. Solo el amor supera los prejuicios adquiridos y nos mantiene en buena armonía. Pues la amistad es quizá la más grandiosa expresión del amor que se puede dar entre seres humanos en esta existencia. Para mí es más alta que el amor conyugal, por no tener otros lazos vinculantes, no existe un compromiso adquirido
. Ningún sacramento eclesial para la amista entre seres humanos, y sin embargo, bien que indicó Jesús que “No hay nada mayor que dar la vida por los amigos”, muy vinculado a su mandamiento del amor, la Torá particular de Cristo, El Señor. Este artículo desea celebrar la amistad entre mis amigos canarios (los que viven y trabajan en Canarias) a través de un pequeño relato de naturalista ensimismado por el misterioso túnel del Roque del Este. Aunque no se nombre a todos en esta ocasión, pues estas letras van dedicadas más a un grupo de ellos, espero se sientan plenamente integrados en mis palabras, os quiero a todos.
Hay personas que son capaces de construir verdaderos edificios del corazón, así pueden convertir los proyectos y las ideas en realidades tangibles para beneficio de muchos. Otros solo alcanzamos a ser piedras de clave en alguna bóveda que conforman estos edificios. Nuestro amigo, Oscar Monterroso, forma parte de esa estirpe de arquitectos/constructores, que con su fe y esperanza hacen realidad sueños científicos. Sin personas como él, nada funciona ni se llevan a cabo las ideas que quizá ayudan a cambiar conceptos, y hacen progresar el pensamiento científico basado en hechos racionales.
Pocos poseen el talento, unidos al tesón y la entereza para realizarlos. Unas campañas científicas tan complejas, con presupuesto apropiados pero sin dispendios, necesita muchos conocimientos, y amplios despliegues de ciencia aplicada. Mapas detallados de los fondos marinos inexplorados, horas de mediciones oceanográficas, exploraciones previas con vehículos submarinos operados por control remoto, pericia marinera con las embarcaciones de trabajo, puesta a punto de todos los equipos de buceo técnico, relaciones con los mejores instructores de buceo técnico canarios, análisis de las muestras biológicas con una faunística impecable, e implicación de los mejores expertos en cada temática zoológica y botánica. Todo esto y mucho más lleva haciendo el hacedor de sueños y dueño, junto con Miriam Rodríguez de la empresa CIMAS Canarias. Un verdadero centro de investigaciones marinas, ágil, contrastado, serio, confiable y defensor de la conservación, y el uso y disfrute sostenible del medio marino.
Estas líneas agradecen a todo el entramado CIMAS su implicación y en particular a las personas que nos acompañan a los distintos viajes por las islas, y resuelven multitud de problemas sobrevenidos: gracias a Omar Álvarez, Lorenzo Cruces y Adrián Martín por todas las horas de dedicación a los barcos, equipos y su incansable ayuda, aliento y amistad.
Fue un largo trayecto desde Puerto del Carmen, sur-este de Lanzarote, donde estaba atracada la embarcación para los trabajos submarinos y oceanográficos llevados a cabo. La campaña comenzó en La Palma pero termina en Lanzarote después de muchas peripecias, algunos desasosiegos y horas apacibles bajo el mar intentando aprender algo de una inmensidad que nos supera, conforme creemos que la vamos conociendo. Cansados y contentos nos acercábamos paulatinamente al destino, nuestro amigo e impulsor de proyectos desde la Consejería de Medioambiente, Leopoldo Moro, que merece un capítulo aparte, nos acompañaba en la incursión.
Desde lejos, la roca era un puntito en el horizonte, a pocas millas ya fue tomando forma. Parecía una diosa yacente con un tocado rocoso bien desparramado alrededor de su cabeza; nariz y boca marcados, de pechos poco prominentes y con un embarazo portentoso que anunciaba el parto inminente. Ya asomaba un retoño telúrico con una nariz parecida a su progenitora. Me acordé mucho de mi querido amigo José Manuel y sus estudios y publicaciones sobre la el mito de la Diosa madre. Así fue petrificada la escultura natural telúrica y espontánea del volcán submarino para recordarnos que todo tiene vida en este planeta y que la creación tiene dolores de parto esperando su definitiva restauración junto al género humano en el último día, siento debilidad por las cartas de San Pablo.
Este roque es un verso suelto dentro del contexto del Chinijo, como todos los demás por otra parte, gritando su fuerte personalidad que debe ser descubierta en cada uno de los misterios tangibles o intangibles. Un oscuro y peligroso túnel sumergido lo atraviesa en toda su anchura, y dentro se conservan especies de corales únicas, aisladas en aquel remoto lugar del mundo natural. En mi caso, tuve un reencuentro, después de muchos años, volvía de nuevo a este sagrado entorno, ahora soy otro hombre y también un científico diferente. Entré con Oscar Monterroso al túnel, nos llevaba la corriente, él se empleó en tomar unas muestras para Leo del sedimento que cubre paredes y el fondo del túnel.
Por mi parte me dejé llevar por la corriente para buscar un recuerdo de juventud escondido entre las esponjas que cubren las paredes de la bóveda. Primero apareció un tesoro inesperado, una especie de anémona tapizante y desconocida de buen tamaño, más tarde descubro la anémona incrustante amarilla que venía a buscar, diminuta y costrosa sobre algas calcáreas y esponjas. Es el morfo-tipo brevitentacularis del que he hablado en otras ocasiones pero con unas dimensiones y tonos de color algo diferentes. Como ya tenía muestras mías y de Rogelio previamente de hacía años ya sabía que era diferente, pero verla in situ con otros ojos y poder captar nuevas imágenes con las cámaras digitales fue una gran emoción. Y las sospechas que estaba gestando en la imaginación se cumplieron: efectivamente encontré tres especies de corales desconocidas para mí (el tercero resulto ser un coral duro que jamás había observado en Canarias y que me recuerda a uno de Cabo Verde lejanamente), y potencialmente nuevas para la ciencia.
Lo que no supe ver entonces influenciado por el viejo mundo científico (en ningún caso quiero decir errado o mal informado, sino con otra visión), ahora lo observo con los nuevos ojos de la ciencia, abiertos de par en par a la cripto-diversidad, y con la perspectiva de los años de experiencia acumulada. Estos proyectos son importantes, y me siento tan honrado y agradecido a todos los que lo hacen posible, porque están provocando el cambio hacia un nuevo paradigma científico en relación a la diversidad marina. Con cada paso que voy dando en mi ámbito de conocimiento se van cumpliendo, e incluso superando las expectativas.
Estoy muy agradecido a Dios por esta epifanía que me ha regalado en el final de mi modesta carrera científica, pero también grito con toda la fuerza de mi corazón, que a pesar de estos disfrutes, arduos trabajos y experiencias duras y gratificantes que esta existencia me ha regalado, no hay nada comparable a tener al Señor del universo en el corazón. La salvación del alma es la aventura más apasionante, difícil, reconfortante y aterradora que necesariamente debe ser afrontada por todo ser humano en su beneficio y en el de toda la creación. Salvando nuestra alma restauramos de alguna manera a la naturaleza y la recubrimos de su inocencia inicial.
