Opinión

Islas ecológicas, asignatura pendiente

Lo escribía en esta misma columna en abril de 2009, a propósito de un encuentro con el poeta Rodríguez Almodóvar: “A mis amigos de Granada les invitaré a visitar Ceuta para que se sorprendan y admiren como se ha transformado la ciudad”. Y es que, efectivamente, el cambio urbanístico que había experimentado la localidad era impresionante. Lo reconocían y lo reconocen propios y foráneos. Por fin podemos enorgullecernos de una urbe moderna y cuidada, a años luz de aquella otra de mediados del pasado siglo sin ir más lejos.
Sacaba entonces a colación aquello para lamentar que las millonarias inversiones de fondos FEDER y proyectos que vinieron a propiciar tal modernidad no hubieran llevado consigo la deseada implantación de un sistema de contenedores soterrados selectivos de basuras. La dotación de los actuales, en tantos casos a rebosar de desechos cuando no desparramados por los suelos o con bolsas a su alrededor, no casan lo más mínimo con esa elegante estampa urbana de tantas plazas y calles, especialmente en el corazón de la ciudad.
Como escribía por entonces, sigo sin concebir cómo no se pudo pensar nunca en acometer esta inversión, especialmente en la época de las vacas gordas, teniendo en cuenta el reguero de rebuscadores marroquíes que, a todas horas y en cuantioso número, hurgan a placer en dichos contenedores, ante los que incluso montan guardia permanente para asegurarse el mejor ‘botín’. El asunto viene de lejos y la sustitución de los antiguos recipientes por otros más funcionales y profundos no ha sido la solución. Más que en ninguna otra parte y dada nuestra situación transfronteriza, Ceuta debería haber sido pionera en este sistema de recogida que, a modo de ejemplo, pueden ver en la fotografía. Exceptuando por razones obvias Melilla, dudo pueda prodigarse en cualquier otra ciudad esa auténtica legión de rebuscadores las veinticuatro horas del día y en cualquier lugar hurgando en dichos recipientes con las consabidas consecuencias.
Han pasado los años y  seguimos igual. Se nos habló en su día que tal iniciativa supondría “un coste muy elevado”, dado que cada isleta ecológica supondría unos 15.000 euros más la correspondiente obra civil. Multipliquemos las cifras cifras por el número de infraestructuras que deberían instalarse, y con la crisis todavía a cuestas parece que siga sin haber razones para el optimismo.
Fue lamentable que con los millones que nos fueron lloviendo en el tiempo no se contemplara en ningún momento tal iniciativa para una ciudad que aspiraba y aspira a ser un referente turístico, con la problemática añadida del enjambre de rebuscadores cada vez mayor. Ocasión única, al reducir costes cuando tantas calles y plazas iban remodelándose y cambiaban su fisonomía.
Escribía yo también al respecto en 2009 si podría haberse recurrido a los préstamos de la Secretaría de Estado y Turismo, que por importe de 168 millones de euros se acababan de conceder a 65 municipios de once Comunidades Autónomas con cargo al Fondo Financiero del Estado para la Modernización de Infraestructuras Turísticas, que determinaba como susceptibles de financiación con cargo al mismo, tales como la adecuación de paseos marítimos, planes de accesibilidad o la propia instalación de contenedores soterrados. ¿Fue otra oportunidad perdida? Hablamos de un imparable proceso de implantación al que cada vez se suman más municipios, grandes y pequeños.
Retomo hoy el tema después del ataque perpetrado esta semana por un rebuscador marroquí a una mujer en el cuello que pudo traer trágicas consecuencias, como a su propia acompañante, de no mediar la rápida y valiente intervención de un grupo de jóvenes a las puertas de la Casa del Medinaceli. Un suceso que ha originado la indignación de todos los vecinos de la zona, cansados de ver la proliferación de magrebíes manipulando las basuras, abriéndolas en muchos casos  y con visibles ingestas de alcohol en algunas ocasiones, como este agresor, ya entre rejas a la espera de juicio. Día y noche, la estampa es habitual. En el centro y en la periferia. Por cierto, ¿cómo no están estas personas  a partir de las veintidós horas, como es preceptivo, al otro lado de la frontera?
Insisto. Lo de las islas ecológicas es una de nuestras eternas asignaturas pendientes. Hay razones sobradas para comenzar a trabajar sobre ellas. No hablo de una implantación urgente. Sería imposible, pero sí el de ir tomándonos bien en serio un tema del que nuestros regidores parecen haber pasado olímpicamente.

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