La veintena de experiencias en la Ruta Jacobea de Juan Andrés Hernández alzarán el telón de las Jornadas de Montañismo
Le es imposible concretar el número exacto de veces en que ha recorrido el Camino de Santiago. Lo ha hecho en sus múltiples variables pero calcula que, en total, son unas veinte. Desde que en 1989 se lanzase a esta aventura de la Ruta Jacobea, muchas cosas han cambiado, pero Juan Andrés Hernández saborea cada nueva ocasión como si fuera la primera. De ello hablará durante la charla inaugural de las IV Jornadas de Difusión de los Deportes de Montaña que se celebran entre hoy y mañana en el Centro Cultural de Los Ejércitos.
–¿Qué tiene el Camino que a buena parte de los peregrinos les termina enganchando?
–Libertad, una gran sensación espiritual... Culturalmente es una maravilla visitar la cantidad ingente de monasterios, iglesias, conventos, palacios... Y por supuesto una vertiente deportista pues, aunque mi figura no lo aparente, me gusta mucho andar.
–Imagino que recuerda la primera vez que emprendió el camino. ¿Cuándo fue? ¿Con quién? ¿Qué trayecto escogió?
–Claro. Fue en 1989, cuando el Papa Juan Pablo II se reunió con los 500.000 jóvenes en el Monte del Gozo. Salí de León a Santiago, que son unos 300 kilómetros, con mi hermano Manolo y mi cuñada Emilia. Unos días más tarde se unieron más familiares y estuvimos unos diez días andando. La decisión la tuvo más bien mi hermano, él fue quien me lo comentó y nos decidimos. Esa vez fue una inexperiencia total y, aunque fue maravilloso y así lo recuerdo, íbamos un poco a ciegas.
–¿Con cuál de todos los caminos que conducen a Santiago se queda? ¿Con algún paraje, imagen o momento en concreto?
–He hecho el que llaman ‘francés’, el Primitivo, el del Norte, el de Madrid, el de Portugal, el de La Ruta de la Plata... ¿Cuál es cojo? El conjunto del Camino Primitivo, el que va desde Oviedo a Santiago. Es el primero del que se tiene constancia, el que hace Alfonso II cuando le avisan de que se ha descubierto el sepulcro del apóstol Santiago.
–Han pasado más de dos décadas desde aquella primera vez. Sabemos bien que la ruta ha evolucionado muchísimo, ¿en qué aspectos según su punto de vista y su experiencia?
–En todos los sentidos. Por supuesto mientras que antes tenías inmensidades de terreno por recorrer y todo el tiempo del mundo para pensar y sentirte libre, ahora es una romería. A día de hoy no puedes andar más de 500 metros sin encontrarte con tres o cuatro peregrinos. En cuanto al trazado, sobre todo el Camino Francés, se han dado variantes. Algunas, muy poquitas, han llevado el Camino a su origen. Otras han cambiado el Camino para evitar el peligro al peregrino pero la inmensa mayoría de las variaciones son porque casualmente la desviación pasa por un albergue de peregrinos. Eso en cuanto a la masificación y la picaresca, claro. Por otro lado, en el terreno de lo anecdótico le puedo contar que, a pesar del montón de años que llevo haciendo el Camino, hay sitios por los que he pasado hasta ocho y diez veces y todavía no he conseguido visitarlos. Por ejemplo la iglesia de Santa María de Los Arcos siempre la encuentro cerrada.
–¿Qué debemos llevar obligatoriamente en la mochila para emprender el Camino?
–Lo único que debe ir obligatoriamente es una cantidad de peso inferior al 10% de su peso. Es decir, alguien que pese 60 kilos debe llevar 6 o 6,5 kilos como máximo. Para vivir en el Camino se necesita muy poco: un poquito de dinero, tres mudas, unos buenos zapatos, un poco de ropa de abrigo y lluvia... Nada más.
–Y, desde el punto de vista de preparación física, ¿qué recomienda?
–Eso es fundamental. Sobre todo si quiere hacer determinados trayectos, como el Camino Primitivo o el del Norte. El Primitivo, por ejemplo, es muy duro y se ha de tener una preparación de estar al menos durante dos meses antes haciendo dos o tres horas diarias de marcha. Si vas al Camino sin preparación física es muy posible que abandone, que el Camino le venza.
“A pesar de que la ascensión final fue durísima, repetiría sin duda”
El ceutí, montañero aficionado y socio de Anyera, hablará sobre la ascensión que efectuó en 2011 a la mítica cumbre africana
El monte Elbrus, en el Caúcaso, va a ser su próximo objetivo. Desde que hace casi un año Manuel Amador consiguiera hacer cumbre en el Kilimanjaro junto a ocho compañeros a los que no conocía, no ha dejado de pensar en cuál será su siguiente pico. De esta experiencia hablará esta tarde a partir de las 20.30 horas, apoyándose en un “vídeo hecho por un compañero mallorquín” donde se muestra la ascensión paso a paso.
Coronar la cumbre fue, para este aficionado al montañismo y socio de Anyera, un objetivo cumplido. Un reto personal al que se aventuró casi por casualidad tras toparse con una expedición organizada a través de Internet y que le sirvió para probarse. “Fue tras superar un cáncer de riñón y, a pesar de que reconozco que físicamente no iba bien preparado, sí que iba mentalmente muy concienciado de que lo quería lograr”, explicó mientras ultimaba su charla de hoy. Como el tramo especialmente duro recuerda el último. “En total fueron cinco días y el tramo final lo hicimos de noche, nos costó ascender algo más de siete horas, y lo recuerdo como realmente complicado. A esa altitud se nota muchísimo la falta de oxígeno e incluso perdí dos uñas de ambos dedos gordos de los pies”, expone.
Aún así su mensaje dentro de las Jornadas de Montañismo irradiará optimismo. Y es que no cambia la experiencia del Kilimanjaron por nada. “¿Que si repetiría? Por supuesto, ahora mismo”, asegura. Nada, ni los -18º que tuvo que soportar en algún momento, le frenan. Si quieren más detalles ya saben, a las 20.30 horas en el Casino Militar.