Con una media sonrisa en señal de resignación. Ese era el gesto más habitual ayer entre los ocupantes de las decenas de coches que, desde las 14.00 hasta las 18.00, se vieron atrapados al dirigirse a la aduana del Tarajal en dirección Marruecos. Una de esas expresiones presentaba el rostro de Yamal quien, junto a su esposa y su hija, se dirigía a Tánger. Un matrimonio ceutí que, por motivos familiares, no podía aplazar a hoy el viaje. Pero se tomaban la situación con humor. “¿Enfadarme? ¿Para qué? Si total estamos en paro, no tenemos nada mejor que hacer en todo el día”, decía.
Ellos eran ayer de los pocos caballas que se toparon con el gran colapso. Bastaba echar un vistazo a las matrículas de los automóviles, buena parte de los cuales eran marroquíes. En francés o español, según si provenían de Rabat, Tánger o Tetuán, los propietarios de estos vehículos manifestaban su sorpresa. La mayoría frecuenta Ceuta con relativa frecuencia y, decían, jamás se habían topado con una retención tan tediosa. “Llevamos aquí desde las tres, en dos horas apenas hemos recorrido 100 metros”, explicaba una conductora. Estos visitantes de pocas horas apuntaban que, ya por la mañana, se respiraba cierta tensión en la aduana. No sabían concretar los motivos. Unos hablaban de muchos controles, otros de que el colapso se producía porque, con motivo de la Achura, habían venido más compradores de lo habitual y otros, directamente, apuntaban hacia una presunta huelga de celo por parte de la Policía Nacional. Eso sí, todos, sin excepción, aseguraban que en la parte marroquí no habían percibido ningún problema y mostraban su malestar porque es la economía ceutí la que sale beneficiada de las compras que ellos hacen aquí.
Al pasear junto a la fila de vehículos podían verse diferentes imágenes. Conductores solitarias que apostaban por un periódico o un libro como modo de ‘matar el rato’, quienes optaban por dar una cabezadilla, aquellos que necesitaban salir a estirar las piernas, otros que comenzaban a consumir las bolsas de patatas compradas minutos antes en un supermercado ceutí... E incluso, llegada la hora del rezo, a aquel que abandonaba el vehículo durante unos minutos a sabiendas de que de ahí no se movería en un buen rato y extendía un cartón en el arcén apuntando hacia La Meca.
Justo al otro lado, en el paseo, el ir y venir de gente se asemejaba al de cualquier día laborable. ¿El motivo? Quienes venían de Marruecos a pie no tenían otra opción que seguir caminando arrastrando sus maletas ante la imposibilidad de tomar un autobús o un taxi ya que también ellos habían quedado atrapados en el atasco. “Lo que tienen que hacer es poner un tipo de carril para el servicio público”, señalaba un taxista cuando el tráfico comenzó a fluir, “porque no hay derecho de que hayamos tenido que estar sin poder venir a la frontera durante cerca de dos horas”.
Entre a quienes se les trastocaron los planes también estaban algunos trabajadores. Como el empleado de la gasolinera del Tarajal, Mohamed Reda, que parado completamente con su vehículo durante media hora y considerando que no llegaría a la hora de entrada se vió obligado a “dejar el coche aparcado como he podido en la Almadraba y venir andando, si no todavía estoy allí”. El colapso apenas produjo tensión, salvo en las proximidades de la frontera donde se agolpaba un buen número de marroquíes con bultos, pero sí que generó un malestar generalizado.