Invisibles por Ceuta

Andan sin rumbo fijo y no tienen más reloj que el biológico, siendo víctimas de un sistema que no es lo suficientemente ágil para cubrir sus necesidades

Parece que llevan una vida paralela al conjunto de la sociedad, lo que les hace invisibles para quienes llevan una rutina y andan por la calle pensando en sus problemas, sus obligaciones y están metidos en una burbuja en la que cada uno intenta seguir adelante con su vida. En ocasiones andan sin rumbo fijo y no tienen más reloj que el biológico.
Su permanente presencia en distintos puntos de la ciudad les convierte en un elemento más de lo que ven los ojos de la gente cuando anda inmersa en la rutina, un elemento al que en ocasiones ni miran al estar siempre en el mismo lugar y a la misma hora como si de una estatua se tratara, eso sí, con sentimientos, y muchos. No conocen la crisis porque es un estado en el que ni siquiera tienen la suerte de vivir.
Unos son de Ceuta, otros simplemente han llegado hasta aquí porque en otros lugares les sería más difícil sobrevivir, pero tienen algo en común: son ciudadanos del mundo y sus piernas les llevan allá a donde puedan encontrar el pan y la paz, esta última debido a que no están a salvo de cualquier salvajada como la que sufrió en su piel Yamal cuando varios individuos, aún sin detener, le prendieran fuego mientras dormía en la Plaza Alcalde Ricardo Muñoz.
Algunos incluso tienen casa pero viven a la intemperie por razones que se desconocen. Han recibido ayuda durante un tiempo pero luego han vuelto por su propia voluntad a aquella casa sin muros ni techo que es la calle. Es el caso de Antonio.
Otros viven de la limosna que les da la gente y son conocidos por toda la ciudad al ser de Ceuta, aunque sus vidas hayan cambiado tanto hasta convertirse en un invisible más.
En los últimos días, una mujer ha pasado a formar parte de esta lista de invisibles que, aunque no queramos, forman parte de la sociedad ceutí. Este medio la localizó acudiendo al lugar en el que siempre se encuentra y donde ha llamado la atención a las personas que pasan por allí, sobre todo a los taxistas, en la Gran Vía. Aunque se la ve cansada y tiene aspecto de persona con un largo recorrido, tan solo tiene 25 años, inocencia que se aprecia rápidamente en su tímida mirada y en su forma de hablar, mirando al suelo. Es Mariam, una chica que no deja claro dónde nació porque sus pies hacen que todo el espacio comprendido entre Tánger y Ceuta sea su casa.
Ahora en Ceuta y sin querer saber nada de su familia, de la que dice que se ha desentendido de ella, Mariam intenta hacer una vida normal, algo difícil sin disponer de un techo y sin un trabajo que busca diariamente pero que se lo niegan por su aspecto. “Nadie me quiere contratar por la forma en que voy”, comenta tocándose la camiseta verde que la caracteriza.
Dice que necesita una cama para cambiarla por los duros escalones que comunican la Gran Vía con el Paseo de las Palmeras y un baño para asearse, por lo que dice estar esperando que alguien le ayude.
No pide dinero pero algunas personas que trabajan por esta zona le dan comida y la tratan muy bien. No obstante, en alguna ocasión se ha encontrado a alguien que no sabe respetar a las personas que viven bajo un mismo cielo, por lo que alguna vez le han intentado agredir y le han robado.
Este medio habló en la mañana de ayer con la consejera de Asuntos Sociales, Rabea Mohamed, quien aseguró que la Policía Local estaba alerta para dar el aviso a este departamento para enviar a una psicóloga y una trabajadora social a hablar con ella e intentar ayudarla. ‘El Faro’ consiguió por la tarde hablar con ella en la Gran Vía, el lugar donde siempre se encuentra, sin ningún tipo de traba. Es fácil localizarla y hablar con ella.
Mariam no es más que una víctima más de un sistema de servicios públicos que no es lo suficientemente ágil. Debería serlo para cubrir las necesidades de alguien que en ocasiones se encuentra ‘arrastrándose’ por la ciudad y que, en otras, no acepta acudir a un centro. Aunque este no es su caso.