El Ministerio del Interior maneja las estadísticas a su antojo. Esa es la peor maniobra porque no ayuda a entender la dimensión global que alcanza la inmigración en Ceuta.
Si se echa mano de esas estadísticas la ciudad autónoma no aparece ahora como uno de los territorios con mayor presión migratoria, pero si se enumeran los intentos diarios que soportan los espigones que mantiene España con Marruecos la historia cambia.
Todos los días hay una media de entre 15 y 20 intentos de entrada de nadadores. Unas jornadas más, otras menos. Son personas que se echan al agua desde Marruecos para bordear el espigón de Benzú o el del Tarajal. Su interceptación en el agua se cuenta como intento. Interior nunca habla de esto, ni de los intentos en meses normales ni de los que rompen cualquier previsión como acostumbra a suceder en verano con más de mil intentos de pase por ejemplo en un mes de agosto.
De esto no se habla. En los balances oficiales solo se reflejan las personas que son atendidas, las mismas que antes eran conducidas al contenedor de la frontera que el Gobierno central nunca cerró y que ahora tienen que ser trasladadas antes a la Jefatura Superior de Policía para el inicio de un expediente de devolución que Marruecos no ejecuta.
No lo hace porque lleva prácticamente un mes negándose a aceptar a sus propios nacionales. Interior tampoco se pronuncia sobre esto.
La ruta de los espigones es la más peligrosa de todas. Al mar se echan adultos y menores que buscan brazadas más extensas para intentar burlar la vigilancia inmediata lo que no hace sino incrementar la temeridad del pase.
La hilera de desaparecidos cuyas historias han sido narradas viene a demostrar la penosidad de esta frontera sur.
Si aplicamos esa presión a la valla la situación ha cambiado radicalmente. De los cuantiosos intentos de salto por la línea perimetral se ha pasado al mar, pero la diferencia es que el primer escenario acostumbra a tener mayor impacto mediático que el segundo.
Tanto es así que el Gobierno de España ha gastado millones y millones en modificar la valla mientras que ha olvidado los espigones hasta el punto de que el de Benzú se está cayendo poco a poco.
La nueva idea de la cartera bajo el control del ministro Fernando Grande-Marlaska pasa por reconvertir la zona en una especie de punto de control sostenido en drones e inteligencia artificial. Todo esto después de haberse invertido millones en la colocación de peines invertidos sin utilidad o esclusas que, sin ser empleadas, ya dan problemas.
Lo que ocurre en el vallado trasciende, lo que pasa en el mar se olvida. Interior no da cifras y la Guardia Civil, sometida a una Dirección plegada a lo que marque el Ministerio, calla sin ofrecer siquiera una aproximación de lo que sucede a diario en las bahías.
Todas las noches los búhos de la Benémerita comunican aproximaciones, desde la central COS se avisa a Marruecos. Hay noches y noches, hay jornadas y jornadas, algunas difíciles de entender como la de este domingo y lunes. Han sido más de cien entradas a nado en 24 horas. Pero de esto Interior no habla, la ruta de los espigones no existe ni para España ni para Europa, valedora de una frontera que ha convertido en su trinchera.
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