La falta de una legislación que penalice con contundencia las amenazas y atentados a las Fuerzas de Seguridad del Estado ha sido denunciada en más de una ocasión por la Asociación Española de Guardias Civiles. No estamos hablando de los continuos insultos y faltas de consideración que sufrimos en el transcurso de nuestro trabajo diario, hablamos de amenazas y atentados que ponen en peligro nuestra integridad física y nuestra tranquilad personal y familiar.
Hace unos meses denunciábamos los insultos y amenazas en las redes sociales a un guardia civil destinado en la Compañía Fiscal de Ceuta. Su delito: cumplir lo ordenado por el Interventor del Territorio Franco de Ceuta (Aduana) y por la Delegación del Gobierno. Ese fue el motivo para que estos individuos lanzaran contra nuestro compañero todo tipo de insultos personales y familiares en las redes sociales. Le reprochaban que no dejó pasar artículos prohibidos por la Aduana del Tarajal, es decir, le reprochaban que cumplía con su obligación.
Esta semana hemos denunciado las amenazas de muerte a un guardia civil en el interior del portón de su domicilio. Han accedido a una propiedad privada y han hecho una pintada: ‘ESTÁS MUERTO’, ponía, además de indicar el apellido del compañero. Esto no es una simple amenaza de niñatos ni de delincuentes imbéciles en un momento de arrebato por una intervención profesional. Han tenido tiempo para reflexionar lo que hacían, pero eso no les ha impedido que se interesen en conocer el domicilio, ni entrar en una propiedad privada para amenazarlo en su entorno familiar.
No son unas simples amenazas, ni una chiquillada, porque en otras ocasiones actuaron de forma similar y después no dudaron en atentar quemando vehículos particulares de guardias civiles y policías cuando estaban estacionados en las inmediaciones de los domicilios con la clara intención de amedrentarlos y perturbar la tranquilidad familiar. Esta gentuza no tiene escrúpulos, pero saben muy bien lo que hacen y cuáles son sus sucias intenciones. No tratan de hacer daño a un guardia civil en concreto, intentan amedrentar a la totalidad de la plantilla. Ese es el objetivo, pensar lo contrario es un grave error.
AEGC ha pedido en más de una ocasión la necesidad de penalizar con dureza los atentados, agresiones y las amenazas a las Fuerzas de Seguridad del Estado para proteger a los agentes y trasladar un mensaje claro a los delincuentes, pero desgraciadamente no hemos tenido una respuesta satisfactoria. Lo hemos hecho, porque las agresiones, amenazas y atentados son más comunes de lo que pueden pensar, porque cada vez son más violentos y porque existe una sensación de impunidad para los que se atreven a ejercer la violencia contra los guardias civiles y policías.
Esta semana hemos conocido cómo la Fiscalía de Huelva ha rebajado de cuatro a dos años la petición de cárcel para el vendedor ambulante que apuñaló en tres ocasiones al subinspector jefe de la Policía Local de Punta Umbría (Huelva), además ha rebajado la pena para un bañista y un familiar que obstaculizó la detención de este delincuente violento y peligroso.
Resulta descorazonador ver cómo una agresión física de ese tipo puede terminar con penas mínimas, incluso penas que pueden posibilitar que una persona que ha intentado acabar con la vida de un policía no ingrese ni en prisión una vez condenado. Cierto que será condenado por estos hechos, pero la sensación que deja a la ciudadanía no es precisamente ejemplarizante y, mucho menos, para las personas que no dudan en tomar partido por los delincuentes cuanto intervienen agentes de la autoridad.
Este es el mensaje que sustancian los delincuentes: agredir a un policía local con arma blanca sale gratis o casi gratis. Un mensaje peligroso, porque aunque no sea totalmente cierto, no se aleja mucho de la realidad. Una realidad que pone en evidencia la desprotección de los agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Una desprotección total sobre hechos tan graves como la agresión sufrida por el subinspector en Punta Umbría, en el caso de insultos y amenazas mejor ni hablamos. Sin embargo, existe otro mensaje desgarrador, el que escribía el subinspector agredido en su perfil de Facebook: “Al final tendré que pedir perdón yo”, ¡pedir perdón después de ser apuñalado! Este es el mensaje que sustancian y reciben los policías y guardias civiles. Un mensaje nada alentador.
Por esa razón si algún ciudadano ve a un energúmeno insultando a un guardia civil o un policía sin que estos procedan contra este individuo, no piensen que es por cobardía, ni incompetencia, ni falta de ganas de trabajar. Piensen que quizás no quieran perder el tiempo, piensen que estamos hartos. Esa es la verdadera respuesta.
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