Llegaba en el bus a Madrid, a mi tarea semanal, cuando contemplé un espectáculo espeluznante en los jardines cercanos a la estación. Un pajarraco, no muy grande, incluso con un plumaje atractivo, picoteaba sin compasión a una cría de otra especie. Su madre intentaba, sin éxito, salvar al animal. Pero el compañero del agresor, que vigilaba mientras éste despedazaba al pajarillo, le impedía acercarse. Todos los intentos fueron baldíos. Aunque, esto me entristeció, pensé que se trataba del instinto de supervivencia de algunos animales. Me tranquilicé momentáneamente.
Lo que se dice en la Wikipedia sobre el instinto animal es que es común a todas las especies, posee finalidad adaptativa, es global, pues compromete a todo organismo vivo, y es de carácter complejo. Según los biologicistas, en los humanos se distingue el instinto de supervivencia y el instinto de reproducción. Sin embargo, Sigmun Freud decía que el ser humano carece de instintos. Lo que tendríamos son “pulsiones”, de autoconservación y sexuales, por un lado, y de muerte, por otro.
Pero, entonces, ¿a qué vienen las guerras y la autodestrucción que, periódicamente, nos provocamos a nosotros mismos?. ¿En qué teoría encajaríamos estos comportamientos?. ¿Y la de los corruptos, que son capaces de arruinar a un país, con tal de conseguir pingües beneficios?. ¿O la de los políticos, más preocupados, generalmente, por alcanzar el poder, que por el bien común?. ¿Es que acaso la moción de censura que hemos vivido estos días no ha sido una lucha feroz por mantener, o alcanzar el poder?. ¿No es esto algo parecido al instinto animal del que hablamos? .
Días atrás recibíamos una llamada de una funcionaria de la Seguridad Social. Nos advertía de que aún no habíamos efectuado la liquidación de seguros sociales del mes corriente en la pequeña empresa de mi esposa, y que, si no lo hacíamos antes del día 30, además de los correspondientes recargos, seríamos multados por la Inspección de Trabajo. Efectivamente, un error involuntario había hecho que se nos olvidara esta obligación. Agradecí mucho esta llamada. Todo un ejemplo de buena práctica administrativa, que, además de conseguir incrementar la recaudación, evitaba una inútil sanción a alguien que no quería faltar a sus obligaciones.
Simultáneamente a esto, nos llegaba una multa de tráfico. Había sido en un punto kilométrico de una autovía, por la que circulaba el vehículo comercial de nuestra pequeña panadería a su reparto diario. El repartidor fue “pillado” cometiendo una terrible infracción: “circulaba a 92 kilómetros por hora donde tenía que ir solo a 80”. Se trataba de uno de esos puntos estratégicos de las autovías en los que nuestro Ministerio del Interior ha situado modernos radares para evitar que corramos. El problema es que se hace bastante difícil en una autovía, en la que normalmente circulas a 100 o 120 kilómetros por hora, reducir la velocidad hasta 80, de pronto. Evidentemente, este organismo lo hace por nuestra seguridad, según nos dicen. Pero observando los “peligros” que realmente hay en muchos de estos puntos kilométricos, todo nos hace pensar que, quizás haya también un interés recaudatorio, de pura supervivencia de las cuentas públicas, a costa del ciudadano.
Investigué el comportamiento del “pajarraco” de la estación navegando por internet. Se trataba de una especie invasora denominada “miná común”. Se trata de un ave tropical muy inteligente y altamente adaptable a los diferentes medios en los que se instala. Esta característica unida a su condición de omnívora, la hace especialmente peligrosa, pues usan su superioridad numérica para, de forma agresiva, ganar y defender sus territorios, acosando y desahuciando a las especies nativas.
Estaba en la estación de autobuses, cuando se acercó una mujer mayor, con cara de sufrimiento. Por su aspecto, no se trataba de una mendiga profesional. Sólo pedía una ayuda para poder pagar el alquiler. Ni siquiera para comer. Aunque no suelo dar limosna, en ese caso no tuve más remedio. La cara de desesperación de la pobre mujer me llegó al alma. Me acordé de las especies invasoras que desahucian a las nativas. Y de los delincuentes comunes, que, como estas especies, han invadido todas nuestras instituciones y se han dedicado a robar a manos llenas y a extorsionar a los ciudadanos con sanciones innecesarias.
Después del inesperado éxito de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, no me queda más que desear, con todas mis fuerzas, que esto ayude a estabilizar la situación de nuestro país. Sobre todo, que se recomponga la agenda social y que no volvamos a ver por las calles a pobres madres de familia mendigando una limosna para poder pagar su alquiler y no ser desahuciadas.