Las fuerzas de seguridad han interceptado a
varios inmigrantes magrebíes que, enfundados en trajes de neopreno, han intentado salir de Ceuta rumbo a Algeciras en el primero de los buques que enlaza esta ruta. Es el preferido para unas expediciones clandestinas en las que arriesgan todo. Hasta sus vidas. Se esconden en los motores pero también en la parte delantera del barco. Cuando se cierran las compuertas se quedan libres. Es un viaje peligroso, muy peligroso. Es tremendo el riesgo que marca unas travesías que no cesan. Ni siquiera las políticas de blindaje y construcción de muros
que lleva a cabo la Autoridad Portuaria impide que, quienes invierten todo el día en este objetivo, puedan cruzar la línea e intentar escapar. Este puente de Todos los Santos, mientras muchas familias caballas se marchaban aprovechando incluso que el lunes no hay colegio, otros hombres e incluso menores hacían lo propio de manera clandestina. La diferencia entre ambos episodios la marcan los papeles. Ellos, los inmigrantes, deben hacer el trabajo más duro, el de la ocultación a cualquier precio sabiendo que ya son muchos los compatriotas que han muerto en el camino o que simplemente han desaparecido. Algunos resultan heridos graves,
como Mohamed, que sigue ingresado en la UCI del Hospital Puerta del Mar después de precipitarse al vacío desde una altura estimada de tres metros. Esta mañana las fuerzas de seguridad se han topado con decenas de inmigrantes que repetían el mismo intento. Buscaban el mejor de los escondites, intentando burlar los controles que se aplican a pie de barco. Repiten esa escena a diario, sin importarles que pueda suceder lo peor: no contarlo. Los que son argelinos no serán expulsados si se les intercepta; los marroquíes tienen como destino la frontera del Tarajal, la línea más permeable que volverán a cruzar para seguir intentando que el trampolín del puerto sea esta vez más efectivo.