Resulta triste en la campaña de Ifni-Sáhara las importantes misiones de los infantes de marina, incluso con bajas en acción de guerra, ya que pasan desapercibidas y no se les reconocen sus acciones heroicas, ya que gracias a ellos se evitaron muchas pérdidas de vidas. Además, los brazos de aquellos infantes de marina y marinería, en Playa de Aaiún descargaron, con agua hasta la cintura y desde el amanecer y hasta incluso durante la noche, víveres, munición y toda clase de avituallamiento.
Quienes mejor pueden contar la historia y dar fe de la realidad de los hechos son los que participan en dichas acciones, como en este caso fue el infante de marina Leonardo Cortés Velasco. Quizás lo peor suelen ser aquellos que ni participaron ni vivieron dichas acciones, que resulta ser que a él se lo contó uno que lo había oído, y el otro que lo escuchó a uno que pasaba por allí. En definitiva, que al final la historia de estos es una historieta. Leonardo Cortés Velasco, gaditano de pura cepa, orgullo de su Tacita de Plata, su querida Cádiz, la que llevaba siempre en su corazón, fue uno de aquellos jóvenes que ingresaron por su reemplazo en la infantería de marina en 1956, en la Agrupación de Infantería de Marina de Canarias, siendo su destino la Compañía de Ametralladoras y Morteros de 81 mm. Nada más llegar a Las Palmas comenzaron con una intensa instrucción y prácticas de tiro en Guanarteme, en el Acuartelamiento Manuel Lois. Esto era un preparativo de lo que se avecinaba, como así serían los ataques a los territorios del África Occidental Española.
A partir del 9 de abril de 1956, el entonces almirante-comandante general de la Zona Marítima de Canarias ordena que embarque en la corbeta Descubierta una sección de infantería de marina, reforzada al mando de un teniente y, según narra Leonardo Cortés Velasco, miembro de dicha sección, tras desembarcar a requerimiento del general-gobernador Ramón Pardo de Santayana, la sección de infantería de marina desfilaba por la ciudad de Sidi Ifni con el fin de dar ánimos a la población civil y levantar la moral, por los continuos incidentes que habían provocado los miembros de Istiqlal, que se habían envalentonado y tenían amedrentada a la población civil. El 30 de abril de 1956 la sección de infantería de marina, al mando del teniente Ángel Abia Gómez, embarcaba en un Junkers Ju 52 del Ejército del Aire en Gando, con destina a La Güera, a tenor de las autoridades francesas que tenían un ataque sobre Port Etienne por parte de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí. Aquí permanecieron 40 días, desde donde se trasladaron por vía aérea a Las Palmas.
Poco tiempo después, de nuevo, una compañía de infantería de marina se trasladaba a Sidi Ifni, montando puestos de centinela y protección en la playa y custodiando unos depósitos de combustible, que fechas anteriores las bandas rebeldes habían atentado contra ellos. Ante la oleada de ataques de las bandas rebeldes, el Ejército de Tierra se veía desbordado para poder cubrir la seguridad de la ciudad y el infante Leonardo Cortés Velasco salía por las noches junto a un cabo y cuatro infantes de marina armados hasta los dientes; era raro la noche que no había tiroteos.
El 21 de diciembre de 1957 arreciaban los ataques contra los territorios del África Occidental Española y se incrementaban los días 22 y 23 de dicho mes. Los ataques habían costado cinco bajas. El mando envió desde Baleares una unidad de zapadores anfibios del Tercio de Infantería de Marina de dichas islas, al mando del capitán de infantería de marina Antonio Gorordo Álvarez, quienes desembarcaron del minador Neptuno en Playa de Aaiún. A partir del desembarco iniciaban labores de desminado de artefactos explosivos que habían caído en el mar, así como labores de reconocimiento en todo el perímetro de cabeza de Playa de Aaiún.
También realizaron continuas misiones de recuperación de equipos caídos al mar en el desembarco, la mayor parte de anclas y cadenas, y la retirada de obstáculos para dejar libre el acceso de las lanchas. Esta compañía de zapadores anfibios de infantería de marina del Tercio de Baleares, desde su llegada a Playa de Aaiún hasta el 7 de junio de 1958, realizaron una labor digna de mayor reconocimiento, como así lo atestigua el general jefe del sector del Sáhara, José Héctor Vázquez, que con fecha 2 de abril de 1958, enviaba un telegrama al comandante de infantería de marina Luis Ocaña Muller en El Aaiún: "felicito a VD, y componentes de esa unidad de su mando por el valor, entusiasmo y disciplina y alto grado de instrucción observado durante las últimas operaciones llevadas a cabo contra las bandas rebeldes, que son dignos soldados del Ejército español".
Los continuos ataques de las bandas rebeldes a Playa de Aaiún hicieron que el mando enviase dos compañías de infantería de marina del Tercio Sur de San Fernando (Cádiz). La primera al mando del capitán Pedro Galiana Garmilla, cuyo primer bautismo de fuego fue la noche del 9 al 10 de febrero de 1958 y que resultó con algunos heridos, y no solo serían acciones de guerra, también agotadoras jornadas de trabajo con agua hasta la cintura para descargar de las barcazas todo el material para las tropas de las mencionadas secciones.
La segunda compañía llegaba el 6 de febrero de 1958, la cual una vez cumplidas sus misiones sería relevada por una compañía de la Agrupación de Infantería de Marina de Canarias: Lo mismo que los anteriores, realizaron una gran labor, que eran jornadas de trabajo de 14 y 18 horas sin descanso, lo que de nuevo rubricaron con letras de oro su lema ‘valientes por tierra y mar’.
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