¿Saben que las encuestas van por ahí diciendo – en datos oficiales- que la gente no se cree que Bin Laden haya muerto? Y es que nos hemos vuelto unos incrédulos de pensamiento, solo creemos lo que vemos y algunas veces, como ésta, ni lo que vemos, ya hartos de tanta fantochada . Hemos mamado teleseries americanas, antes de echar los dientes y hemos marujeado en la adolescencia , con tristes baladas venezolanas donde la chica, miren los paralelismos, pobre doncella desvirtuada , encontraba su príncipe azul. Ahora tenemos callos en los parpados y fantaseamos con escribir un guión que nos dé cuartos a mansalva, como a Anita Obregón , para construirnos una chalet a pie de playa , que nos firme el político de turno, con el que nos acostaremos o iremos a tomar el sol. Los que jugaban con los madelmanes y las que lo hacíamos con las nancys, nos hemos quedado pertrechados en los cuarenta tardíos y nos vemos desfondados y hartos . En verdad nos preocupa –más- cómo pagar la hipoteca si nos despiden o que será de nuestros hijos en el futuro, que el de las barbas y el turbante, por mucho que rezongara o planeara. Nos hemos hecho padres y madres y en cuanto nos demos la vuelta nos harán abuelos, mientras que nos seguimos asombrando con hijoputeces del tamaño del mismo mundo, como la del innombrable que mató a su cría de dos años , porque la madre no le dejaba llevársela , de vez en cuando, con él.
Entendemos lo que entendemos y lo que no, nos lo callamos, porque estamos afónicos de tanto pelear , de tanto reivindicar , para que nada cambie o casi nada… Siempre los mismos obstáculos, siempre las mismas mentes marchitas, con la misma rancia canción, a la puerta del garaje, esperándonos, para sacarnos la rabia congelada por la madurez y la fatiga del día a día. Nos preguntamos si los canticos fascistas no se extinguen y nos damos cuenta de que no y aunque vemos parejas del mismo sexo abrazadas y besándose por la calle , nos parece muchas desgraciadas veces, más una fantasía como la Cenicienta de Disneyland , porque en realidad, bajo la persiana que esconde la luz del verano, los viejos prejuicios no caducan, sino que reverdecen.
Las yedras se cuelgan de las paredes y medran y estamos cansados de ponernos en fila y que nos manden a un paso, que ya de cansino, conocemos mejor que la cara de nuestra madre y el rostro aliviado de nuestros hijos cuando no le reñimos y saben -de cierto- que han hecho algo malo. Nuestros padres no eran perfectos, pero nosotros queremos serlo , queremos educar en nuevos valores, mejores que los de ellos, no damos cachetes, procuramos no levantar la voz, somos parejas paritarias, trabajamos todos, los que tenemos trabajo y los que no, lo buscamos tan desesperadamente, que ya sentimos crujir por la noche nuestros dientes y no es precisamente porque nos aceche el infierno, sino por la presión.
Empezamos a echar en falta el colegio de monjas o el de los curas y no es por que fueran muy buenas las hermanas carmelitas que nos llevaban de excursión, sino porque nada más que teníamos que coser y planchar, estudiar y llegar a casa y preguntar como preguntan mis hijos , ahora, eso tan recurrente de “qué hay de comer”.
Tenemos ausente en la mirada la blancura de los días y el despertar corrido, los pasos ufanos y los gorilas ajustados, los uniformes que se estrechaban y esos pechos, que ahora rebosan en cualquier camiseta y que parecían que no iban a despuntar nunca.
Ya la primera cita queda muy atrás e incluso ese hombre o mujer, que nos enamoró por entero , ahora no es más que compañer@ fiel, que se acuesta a nuestro lado y que felizmente aún deseamos o nos desea , pero que ya raramente ríe , como si le fuera la vida en ello y nos abraza , asfixiándonos por entero. La vida nos ha echado encima su caspa y su sebo y encima nos saca la lengua, porque nos adelanta y nos saca tres tajadas, la muy burra, pero aquí estamos, porque nos importan un pito las encuestas, ni quien gane, ni cómo gane , lo más sobrevivir a la adolescencia de nuestros hijos, no comernos el coco y pagarle al banco lo que le debemos, que si no son demasiado inconformistas y lo piensan, tampoco es vano intento.
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