Casi diez años después de que un incendio provocado calcinara por completo los garajes situados en los bajos de la Marina, la titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Ceuta consiguió, por fin, que se celebrara la vista no sin antes sortear dos peticiones de suspensión interesadas por dos de las partes que no fueron aceptadas.
En el banquillo de los acusados se sentó M.E.B., acusado de un delito de robo con violencia y otro de daños por incendio, por los que el Ministerio Fiscal llega a pedir en su escrito de calificación hasta 5 años de prisión, a lo que se debe añadir la responsabilidad civil por los daños provocados en al menos cuarenta vehículos, muchos de los cuales quedaron siniestro total. También resultó dañada la estructura del garaje, llegando a existir peligro de derrumbamiento. Por esos delitos además de M.E.B. está acusado Z.B., quien no se presentó a juicio y que de hecho está declarado en rebeldía.
Hay un tercer delito, el de receptación, que se le imputa al tercero de los acusados, B.Y.E., que se enfrenta a un año de cárcel. La vista judicial pudo celebrarse en doble sesión -mañana y tarde- utilizando la sala de la Audiencia Provincial dada la cantidad de abogados personados que defendían los intereses del rosario de partes afectado por este incendio: aseguradoras, clientes particulares, entidades, comunidad de propietarios, Ciudad Autónoma... Tras varios interrogatorios y exposiciones, quedó visto para sentencia, a la espera de que se falle, diez años después y con unas dilaciones indebidas ‘de libro’, un dictamen que podría haberse ‘ahorrado’ de prosperar la conformidad que se había intentado a primera hora de la mañana.
De lo que ocurrió aquel 25 de noviembre de 2009 costaba acordarse con claridad. Diez años, varios juicios frustrados... una lentitud que ha marcado un procedimiento que en noviembre de 2016 se tenía que devolver a instrucción al detectarse que faltaba un trámite para poder celebrarse.
El acusado M.E.B. declaró que aquella madrugada se juntó con un amigo, Z.B., que le confesó su intención de robar dentro de uno de los vehículos que había en el garaje de la Marina. Ambos entraron sin tener que forzar nada, ya que M.E.B. tenía mando al disponer de plaza de aparcamiento.
Según su declaración, su único error fue el de abrir el garaje para que su amigo cometiera el delito, negando haber coparticipado del mismo y, mucho menos, haber decidido después la quema del coche del que se extrajo un aparato de música con el objeto de hacer desaparecer las huellas.”A mí no se me ocurriría hacer eso nunca”, declaró, más aún cuando en ese garaje él tenía plaza igual que dos familiares directos. “No quería que pasara esto”, lamentó, ofreciendo un relato con algunas lagunas no solo por el paso del tiempo sino porque, dijo, esa noche había bebido. “No recuerdo lo que pasó. Fue al día siguiente cuando me enteré”, aclaró, insistiendo en que él no había causado esa quema que terminó dando forma a uno de los incendios más complicados con los que se ha tenido que enfrentar el Cuerpo de Bomberos.
M.E.B. aclaró que Z.B. le confesó que había causado el fuego “y se lo recriminé”. Este no pudo declarar porque está en rebeldía, pero se leyeron algunas de sus manifestaciones en instrucción en las que acusó a su compañero de la quema. “No es posible que yo prendiera fuego”, se defendió, haciendo hincapié en que sería causar daño a los vehículos de sus propios familiares.
Tras abandonar el garaje con capuchas que ocultaban parcialmente sus rostros, vendieron el aparato de música robado a un vecino de Miramar del que, dijo, nada sabía sobre si ese género era robado.
Precisamente la persona que lo compró, B.Y.E., se sentó también en el banquillo acusado de una receptación, delito por el que la Fiscalía le pide un año de prisión. El joven dijo que compró el aparato de música ante la insistencia de M.E.B. y Z.B., quienes acudieron a la barriada de Miramar “en moto y bien vestidos”, recordó, por lo que nunca supuso que “eran ladrones” y que le querían vender algo robado. “No les conocía de nada”, dijo, pero insistieron en la venta de la radio, por la que pagó no más de 30 euros, un precio “adecuado” al mercado de aquella época, aunque su legítimo propietario cifró ese precio en unos 200 euros.
La Policía dio con él porque tras detener a la pareja acusada del incendio, estos le detallaron que habían vendido la radio a un vecino de Miramar al que no conocían, pero que conducía un coche tuneado muy particular. Así fue como la Policía le localizó. “Era la primera vez que compraba algo así”, confesó, habiéndose arriesgado a ello, sin pensar que la compra de ese aparato le iba a terminar suponiendo un auténtico quebradero de cabeza durante años.
Varios policías nacionales declararon por videoconferencia para ofrecer una idea de los destrozos causados en el garaje, que quedó completamente calcinado y en donde no se pudo entrar hasta bastantes horas después, ante la acumulación de humo generada. “Era un incendio más que grave” que pudo haber derivado en “riesgo para las personas” de haber alguna en su interior, matizó uno de los agentes.
El responsable en aquella época de la UDEV ayudó a conocer el relato policial de cómo se llegó a la detención de los dos acusados del robo e incendio. Fueron determinantes las cámaras que aportó la comunidad de propietarios que, aunque recogió imágenes de mala calidad, permitieron que uno de los agentes reconociera a uno de los dos acusados porque se le había detenido poco antes. Se trataba de Z.B. Al detener a este, rápidamente se llegó a su amigo, M.E.B.
En sus declaraciones en sede policial, ambos reconocieron que el incendio había sido el final elegido para acabar el robo con el ánimo de borrar huellas. Existieron tanto en sede policial como en instrucción muchas contradicciones entre los acusados, a la hora de matizar su papel aquella madrugada.
El sargento de Bomberos en esa noche indicó el mal estado en el que quedó el edificio tras un incendio para cuyo control se tuvo que contar con todo el Parque del SEIS. El cuartel se quedó vacío, solo con el telefonista. “Fue uno de los más complicados”, recordó, como también reseñó que el techo y forjado quedaron muy dañados llegando a apuntalarse el edificio. Con posterioridad se tuvo que clausurar el garaje ante el riesgo evidente de caída.
Todos los perjudicados aquella madrugada fueron desfilando por la sala para recordar los daños que sufrieron, desde coches a motos, algunos con más consecuencias que otros. La amplia mayoría declaró que reclamaba por las pérdidas sufridas. Algunas compañías de seguros sí abonaron el dinero a los clientes por los daños; otras en cambio todavía no, por lo que hay perjudicados que diez años después no han visto como se diría popularmente ‘un duro’.
Ahora deberá quedar reflejado en sentencia el fallo judicial en torno a este suceso, contando con que las defensas piden la absolución de sus patrocinados, mientras que las acusaciones reclaman una condena para que, además, sus clientes puedan recibir la indemnización correspondiente, que es, sin duda, uno de los puntos relevantes de todo este asunto.
Según la Acusación, los dos principales procesados entraron en noviembre de 2009 al aparcamiento de los bajos de la Marina con la intención de robar en uno de los coches. El fuego iniciado para borrar las huellas se propagó inesperada y rápidamente por el garaje causando daños en decenas de vehículos. Fue un auténtico desastre.
Además, las instalaciones del aparcamiento se vieron gravemente afectadas. De hecho, parte del paseo fue cerrado al tránsito peatonal por el riesgo existente de derrumbamiento. Las reparaciones del garaje ascendieron a más de 22.000 euros. La tasación de todos los daños causados en el aparcamiento así como en los vehículos afectados ha sido uno de los principales motivos por los que la causa se ha prolongado durante casi diez años.
Nordicos ?