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In memoriam | La ‘tita Maricarmen’, su amor en el recuerdo

Como las flores de colores que tanto le gustaban, así se fue marchitando poco a poco María del Carmen Ruiz Andrade. El pasado viernes 19 de febrero por la mañana se apagaba la alegría de inmediato en la familia Delgado Ruiz: la ‘tita’ Maricarmen fallecía a sus 73 años en el Hospital Universitario de Ceuta tras luchar durante casi tres semanas contra este maldito bicho del que no paramos de oír hablar.

Las despedidas nunca son dulces ni fáciles y menos cuando nunca se produjeron. La tristeza que inunda el alma es difícil de explicar. Y más cuando estas despedidas son para siempre. En la misma planta del clínico de Loma Colmenar, pero en otra habitación, se encontraba ingresado su marido: Felipe Delgado Cabillas, quien tampoco pudo decirle adiós o ‘hasta más ver’. De hecho, ni siquiera sabe que su mujer ha fallecido porque sus sobrinos no han querido decírselo.

La odisea de esta familia comenzó hace casi tres semanas cuando Felipe se empezó a encontrar mal y fue al hospital. “Nos llaman de Sanidad el viernes 5 de febrero y nos dicen que les han hecho las pruebas a los dos y habían dado positivo, que a mi tío lo dejaban en el hospital, pero a mi tía no porque no estaba tan grave”, recuerda Gema Delgado, sobrina del matrimonio.

"No pudo despedirse de su marido y compañero de vida, Felipe Delgado Cabillas, quien también está ingresado en planta con COVID en el hospital”

Su tío tenía todos los síntomas de COVID-19 y su estado de salud empeoraba por momentos, pero su tía parecía que estaba bastante mejor. “Tres o cuatro días después sufrió una caída y al principio por miedo no quería ir al hospital, pero al poco tiempo ya no podía moverse y un primo mío llama a la ambulancia y se la llevaron”, relata.

Fue entonces cuando ya sí que la ingresaron en el HUCE. Iba evolucionando poco a poco y estaba estable. “La caída no le produjo ninguna rotura, pero la dejaron ingresada ya porque tenía coronavirus. No tenía síntomas fuertes, salvo un poco de neumonía. Pero un día antes de morir, el jueves, empeoró mucho. Le faltaba el aire y no podía respirar bien y los médicos nos han dicho que el motivo de la muerte ha sido el COVID. Pero nunca pensamos que muriera, al revés, que le darían el alta y que el que peor estaba era mi tío, que estaba realmente mal y ahí sigue ingresado en planta y luchando por salir adelante”, lamenta su sobrina.

María del Carmen Ruiz Andrade nació cerca de la calle Real, en el centro de Ceuta. Sus padres eran los dueños del antiguo cine de verano y entre rollos de películas se crió hasta que se casó con Felipe y se fueron a vivir a la calle Goya, en el Morro, donde su marido continuó con un negocio familiar: la pastelería Goya. “Muchísimos les conocen por la pastelería porque es un sitio de paso al que iba mucha gente y estuvieron muchísimos años hasta que mi tío se jubiló hace 12 o 15”, rememora Gema.

“Teníamos un vínculo muy fuerte. Mis tíos han sido casi como mis padres”

Este matrimonio no tuvo hijos, pero lo hacían todo juntos. “No se separaban para nada, al médico iban juntos y a la compra también. Estaban siempre, siempre juntos, el uno por el otro. Por eso a mi tío no hemos querido decírselo todavía para que no se venga abajo porque aunque está con oxígeno, está consciente y se da cuenta de todo”.

El recuerdo de la ‘tita Maricarmen’ siempre se quedará en todos sus sobrinos, y sobre todo en Gema. “Yo he sido la que más roce he tenido con ella porque de pequeña mi madre me dejaba con ellos muchas veces y yo encantada. Para mí no han sido como mis padres, pero casi. Siempre que ella se ponía nerviosa o tenía algún problema, me llamaba y la calmaba. Teníamos un vínculo muy fuerte. Mís tíos han sido casi como mis padres”, rompe a llorar.

Quizás porque no tenían hijos les encantaba siempre juntarse con toda la familia en Navidades. “Para ellos siempre era una alegría cualquier reunión en familia y siempre estaban dispuestos a venir. La última Navidad por motivos del COVID no pudimos viajar todos los que normalmente nos reuníamos y se quedaron un poco con la pena”.

María del Carmen era una mujer “muy cariñosa y muy buena”, de las que “siempre te dedicaba una sonrisa y tenía tiempo para escucharte, aconsejarte y ayudarte”. “Le encantaban las flores y todas las cosas de colores, la ropa, la decoración de la casa...Todo. Era una persona muy alegre, muy apañada, muy buena cocinera y le encantaba la costura. Ella me enseñó a hacer punto. Tres días antes de ingresar se estaba arreglando una falda”, recuerda con cariño Gema que confiesa que está “con el corazón a flor de piel”.

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