Este día, sábado 24 de septiembre, algunos ceutíes nos reuniremos para recordarte y recordar tus hechos en nuestra casa. Y no para recordarte con tristeza sino para recordar la luz de tus acciones. Porque fuiste un buen ceutí, que viviste para y por tu ciudad, defendiendo siempre a los callados y desafortunados con tus obras más que con tus palabras, devolviéndoles su dignidad con tu ayuda.
Ya no está con nosotros tu voz, pero sí tus pensamientos, tus palabras de acción y sobre todo permanecen tus buena obras. Porque fuiste un duro trabajador que clavó sus puños en tu destino contra la necesidad humana, intentando llenar a esas gentes sin cuchara de esperanzas. Cuando pienso en ti, te recuerdo como alguien a quien se admira por muchas cosas… tu convicción de ayuda humanitaria a todos, tu férrea decisión de socorrer a los más necesitados y la capacidad que tenías de dar a todos una solución rápida a sus problemas sin pensar en esos momentos más que en sus necesidades.
Ahora, ya hace tiempo que no estás con nosotros, la vida tan tozuda ella en su destino te arrastró fuera de nosotros para siempre. Nunca sabremos a dónde van los pensamientos de los hombres en sus sepulcros, pero sí conocemos donde quedan las obras de su vida y las reconocemos cuando las vemos en la calle. Y tú dejaste muchas para muchos, tu cabeza era un granero de defensa hacia los pobres…¡Eso te engrandecerá siempre! Porque con tu empuje y vitalidad eras capaz de hacer que los demás realizaran cosas que por sí mismos nunca hubieran sido capaces.
Alma y corazón de hierro eran tus virtudes. Y por ello has dejado en nuestra ciudad semillas de dignidad fértiles que crecen continuamente, dejando que el inmenso archipiélago de tus sueños e ideales se multipliquen en los corazones de aquellos que te conocimos. Pena que algunos hayan prostituido la idea que animó a realizarlas, convirtiéndolas en meras empresas económicas de beneficios de los que casi nadie se beneficia.
Ahora, pasado el tiempo, seguro que tus ojos se llenan de auroras plenas de bellas alas, con las que se recompensa a los hombres buenos, cuya existencia fue necesaria para muchos.
Dicen que cada época histórica forja a sus hombres y mujeres, y sin duda tú fuiste un hombre de tu tiempo. Por todo ello ¡Gracias Pedro, por haber existido con nosotros! Y nadie podrá cerrarnos la puerta de tu recuerdo.