El Miércoles de Ceniza resuena el pistoletazo de salida para los que participamos activamente en la Semana Santa. En las cofradías es un no parar, preparando la próxima salida y repasando, una y otra vez, todo lo necesario para procesionar con el mayor fervor. Y, cómo no, los cultos se multiplican: Triduos, Quinarios, Viacrucis, Eucaristías, Besamanos, Besapiés, Oficios… Pero, ¿qué pasa en la casa del cofrade?...
El cofrade, nazareno o penitente, airea su túnica que, recogida con primor, habrá permanecido silente al fondo del armario durante todo el año, a la espera de poder hacerse visible de nuevo por las calles de nuestra ciudad, y que habrá de servir para acompañar a nuestros Titulares desde el anonimato.
“Me llama la atención cómo los costaleros de años, que se sienten identificados con la Hermandad, cuando dejan de cargar no se visten de nazarenos”
En mi Hermandad, unos, visten la túnica sin haber tenido antes contacto con ella; otros, en cambio, ya han salido de paje, acólito o costalero. Unos y otros lo hacen con expectación -y cierta curiosidad- al saber que se enfrentan a cierta sensación de soledad reflexiva interior, aunque se esté en medio del mundo, ayudados por el anonimato de la túnica nazarena del Silencio.
Me llama la atención cómo los costaleros de años, que se sienten identificados con la Hermandad, cuando dejan de cargar no se visten de nazarenos. Hay quien dice que no se pone la túnica porque “eso es otra cosa” … ¡Y vaya que lo es! Quizá, no han tenido la oportunidad de sentir lo que representa vestirla para acompañar al Cristo del Buen Fin en su Traslado. Es, a todas luces, un acto público de amor y fe, de fervor, y de responsabilidad para con tu Hermandad.
“Quien no ha tenido la suerte de vestir la túnica del Silencio, no conoce lo que se siente al ser igualado en la sarga nazarena de forma anónima”
Mientras discurrimos con paso calmado por las calles de Ceuta, revestidos de nuestro traje nazareno negro azabache, envueltos en su capa es el momento ideal para meditar, encontrarse con uno mismo, y reflexionar sobre nuestra vida, y cómo no, para orar en silencio.
Quien no ha tenido la suerte de vestir la túnica del Silencio, no conoce lo que se siente al ser igualado en la sarga nazarena de forma anónima; o lo que se siente participando en el cortejo penitencial de los hermanos en devoción, o lo que se siente cuando tres generaciones procesionan junta con el mismo habito y una misma ilusión.
Desde esta reflexión, os animo a vestir la túnica nazarena de nuestra Hermandad, porque vestir la túnica negra es orgullo de nazareno y quien lo hace con espíritu de reflexión y oración os aseguro que permanecerá en el discurrir de la madrugá.
No se puede expresar mejor ese sentimiento. Y lo digo con conocimiento de ello.
Soy Hermano de esta Cofradía desde hace mucho tiempo. Y no lo dice mi número de Hermano, sino mi tiempo en ella, ya que mi relación se remonta al primer año en que salió a hombros, allá por 1983. Tengo el ORGULLO de decir que yo pertenezco a esa primera cuadrilla.
Y desde entonces, años de costalero, de Nazareno y donde la Cofradía me ha necesitado.
El ser Hermano del Descendimiento es algo que va más allá de la Semana Santa. Nos acompaña en todos los actos de nuestro día a día: SILENCIO, SIN MIRAR ATRÁS. Es un sentimiento que va implícito en nosotros.
Y damos muestra de ello continuamente.
Por cierto, no oculto mi nombre. Simplemente, es decisión mía ser Hermano, a nadie más le importa.
Este articulo está basado en una reflexión de Manuel Serrano, al que agradezco me hiciera meditar .