Cada vez más estudios evidencian la tremenda desigualdad que sigue existiendo entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. Uno de los últimos que se han publicado, lo realiza la socióloga Amaia Otaegui (www.1mayo.ccoo.es). En él nos alerta del hecho de que la profunda crisis económica que padecemos tiene un impacto desigual entre ambos sexos. Quizás no venga mal hacer un repaso de los principales indicadores que se usan en dicho estudio, que nos informan de esta lacerante realidad.
La tasa de inactividad entre las chicas jóvenes no desciende. En el último cuatrimestre de 2013 había 1.240.000 jóvenes entre 16 y 29 años inactivas. En el caso de las jóvenes, esta cantidad sube a 1.500.000. Es posible que el empeoramiento de las condiciones laborales y salariales, junto a los recortes haya aumentado el riesgo de que las chicas se desanimen antes. No obstante, muchas de ellas optan por la educación y la formación, para compensar la ausencia de oportunidades. Llama también la atención que una de las razones de esta inactividad entre las chicas sea por la dedicación al cuidado de otros. Es decir, el estereotipo de que el lugar natural de las mujeres es el hogar y la familia, siguen vivo entre nosotros.
El desempleo se feminiza. A nivel mundial las tasas de desempleo de las mujeres son más altas que las de los hombres, sin que se prevean mejoras para los próximos años, según la OIT. En España, el incremento del paro en el sector de la construcción (fundamentalmente masculino), ha arrastrado al sector servicios (mayoritariamente femenino). En la actualidad, la mayoría de nuevos parados son femeninos. También la tasa de desempleo, como producto de una cadena de discriminaciones en la contratación, relacionadas con la maternidad y los prejuicios hacia ellas. En el colectivo de mujeres jóvenes el efecto es especialmente agresivo. Y también es especialmente intenso entre las mujeres inmigrantes. No obstante, la temporalidad entre hombres y mujeres se ha equilibrado.
La segregación aumenta. A pesar de que los niveles educativos entre hombres y mujeres se han igualado, las mujeres están más representadas en empleos de baja productividad y menores retribuciones. Comercio, hostelería, actividades sanitarias y de servicios sociales, y ocupaciones en el hogar familiar componen los subsectores mayoritarios. Esta segregación es la que más afecta a la desigualdad y la discriminación, y por tanto a la vulnerabilidad.
Importante aumento del empleo en jornada a tiempo parcial. Aunque el empleo parcial aumenta en ambos sexos durante el periodo de crisis, sigue siendo muy superior en el caso de las mujeres (730.000 hombres frente a más de dos millones de mujeres, a finales de 2013). Aunque en algunos casos puede presentarse como una fórmula de conciliación, según la OIT, la realidad es que supone menores ingresos, menor protección social y dificultades para el desarrollo de la carrera profesional. Esta realidad tiene una especial incidencia entre las jóvenes, pues se incrementa a partir de 2013, fundamentalmente en jóvenes de menores recursos. Un dato importante es que dicho tipo de empleo no es deseado por más del 66% de las mujeres que lo obtienen.
El empleo no libra a las mujeres de la pobreza. El empobrecimiento de las mujeres asalariadas es el resultado, según el estudio que estamos siguiendo, de su concentración en los salarios más bajos. El 51,4% de las mujeres ganan 1,5 veces el salario mínimo interprofesional y sólo el 0,72% lo superan en diez veces. Asimismo, se observa que las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los tramos de salarios inferiores. Lo especialmente grave es que durante la crisis se está produciendo un incremento del volumen de personas que teniendo trabajo se sitúan por debajo del umbral de la pobreza. Asimismo, el 90% de los hogares con un adulto e hijos a cargo están sustentados por mujeres, que afrontan un mayor riesgo de pobreza.
El declive de las políticas de igualdad. Los recortes en políticas públicas y en servicios sociales, aunque afectan negativamente al conjunto de la sociedad, están produciendo consecuencias especialmente perjudiciales para las mujeres, que son las que asumen la mayor carga de trabajos reproductivos y de cuidados. Pero también la última reforma laboral supone una modificación del marco regulador de las relaciones laborales, reduciendo las medidas y planes que se orientaban a un mayor equilibrio e igualdad sociolaboral, afectando esto a las posibilidades de conciliación de la vida personal, familiar y laboral.
En resumen, un magnífico estudio, cuya lectura aconsejo, que nos advierte de la urgente necesidad de que las políticas de igualdad vuelvan al primer plano de las estrategias políticas y sociales.
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