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¡¡Tire el arma ....Policía!!

“Central para Z-40. Un ciudadano comunica que en una casa de la Marina Española hay una reyerta entre dos hermanos. En el mismo edificio hay un caso de violencia de género. El propietario es un antiguo miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, tiene un rehén y posible arma de fuego”.
Es el doble que la Policía lanza a los agentes para que se dirijan de inmediato a la zona del conflicto. Pero no es real. Responde al simulacro del curso sobre empleo de armas de fuego que Comisiones Obreras imparte estos días a policías locales y nacionales y que anoche tuvo su aplicación práctica.
El aviso a cada uno de los alumnos se producía cada cierto intervalo, aunque ninguno de ellos tenía constancia del momento en que serían reclamados para intervenir en el simulacro de un caso que bien se pueden encontrar en su día a día. A partir de las ocho y media de la tarde, cada uno de los agentes iba recibiendo una llamada para indicarles el lugar en el que se realizaría la práctica, en este caso en el antiguo hospital de Cruz Roja, adonde debían dirigirse a la mayor brevedad posible. Para ello, antes tenían que acudir a las dependencias de la Policía Local, recoger un vehículo y conducir hasta el lugar en que se mascaba la tragedia.
Algunos llegaban a la práctica en su día libre, pero no por ello con menos ganas de resolver la situación planteada por los monitores del curso. Otros, en pleno turno, lo hacían en los propios vehículos en los que, una vez finalizado el simulacro, continuarían con su turno policial.
Dos fueron los casos a los que se enfrentaban los alumnos. El primero de ellos una reyerta familiar, en el que un ciudadano recibía una brutal paliza a manos de su propio hermano. Un actor y el propio monitor de tiro, Carlos Jaramillo, se encargaban de escenificar la cruenta agresión. A la voz de ‘Código verde’ que indicaba la entrada en acción, los dos policías debían demostrar lo aprendido en el curso. En este caso, y dado que el agresor portaba un arma contundente con la que golpear a la víctima, y no un arma de fuego, los agentes debían intervenir sin emplear la suya reglamentaria. “Se trata de hacerles ver la proporcionalidad de la situación y que usen los medios proporcionalmente”, explica Jaramillo. En este caso, únicamente se trataba de reducir, aunque sin emplear armamento.
Una nueva voz: ‘Código rojo’, indicaba el punto y final a la primera de las intervenciones, pero no a la última que se desarrollaba en la antigua planta psiquiátrica del centro hospitalario. El monitor explicaba la nueva contingencia: una vivienda en la que un antiguo miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad retenía a una persona. La situación se complica: puede haber un arma de fuego. Y es precisamente con lo que se encuentran ambos agentes, con un secuestrador usando a otra persona de escudo humano y apuntándole a la sien. En este momento, el objetivo de los agentes es evitar a toda costa disparar sus armas y, por descontado, las víctimas. Tarea nada fácil, cuando el agresor increpa, además, a los agentes, mientras que la víctima pide ayuda con gritos desesperados.
Era el momento de aplicar los cuatro días previos de teoría en el aula de las dependencias de la Policía Local. A los gritos de “Tire el arma. Policía”, los agentes intentaban controlar una situación que  puede cobrarse la vida de algún inocente. Aunque no era este el caso, sí es cierto que las balas empleadas en el simulacro no se quedaban simplemente en una mancha en la ropa. Son balas cuyo impacto provoca un moratón al desafortunado que la recibe.
Si cada una de las prácticas es totalmente diferente a la anterior, siempre dependiendo de la decisión que en cada momento adopte el policía, sí es cierto que el fin último es no desenfundar el arma. “Esta ha sido una práctica perfecta, se ha reducido al agresor y no ha habido víctimas”, explicaba Jaramillo, después de que los dos primeros alumnos finalizaran su práctica sin haber realizado ni un solo disparo.
Era el fin del simulacro que debe extrapolarse ahora a la vida real. Cero disparos: cero víctimas. Es la premisa que debe marcar cualquier intervención policial y en la que se ha hecho hincapié a lo largo de estos días.
El balance: positivo. Así lo asegura Jaramillo, monitor titulado que ha trasmitido su experiencia a unos policías que “han quedado muy contentos porque les hemos dado una experiencia que bien puede ser real y con la que se pueden encontrar en su trabajo”.
La culminación del curso será hoy cuando los monitores evalúen cada uno de los errores cometidos en las prácticas, porque un error puede llegar a saldarse con algo más que una mancha de pintura en la ropa de un inocente o de un efectivo policial.

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