“Españolizar” significa “dar carácter español”, según la primera acepción que atribuye a dicha palabra el diccionario de la Real Academia Española. Pues va el Ministro Wert y la utiliza en el Congreso para indicar que con su política trata de españolizar a los alumnos catalanes, a fin de “que se sientan tan orgullosos de ser españoles como de ser catalanes”, y se organiza la marimorena. Los soberanistas y –lo que es menos explicable- también los de izquierdas, se llevan las manos a la cabeza, horrorizados por lo que ha dicho. Pretende nada menos que españolizar a los niños de una región de España, en la que, por desgracia, y desde hace más de treinta años, lo único que se viene haciendo es “catalanizar”, no solamente excluyendo todo lo español, sino, “a más a más” (como dicen por allá), sembrando el odio a la Nación única e indivisible, a la Patria común de todos los españoles.
Durante ese largo periodo se les ha venido cometiendo el error de tolerárselo todo. Han excluido el castellano de la enseñanza, han obligado a rotular los establecimientos solamente en catalán, han multado por el “delito” de hacerlo en castellano, han ignorado olímpicamente Sentencias del Tribunal Constitucional sobre la necesaria y legal cooficialidad de ambas lenguas, y, en definitiva, han ido sembrando una semilla separatista cuyos frutos, ahora, serán -cuando menos- de muy difícil erradicación.
Hoy por hoy, en Cataluña, existe un pensamiento oficial único, que es seguido sin el menor resquicio por todos sus medios informativos. Hasta en el deporte. ¿Alguien se atrevió, en el Nou Camp, a no levantar la cartulina para formar la “senyera”, supuesta bandera catalana que, en realidad, es la del Reino de Aragón? Porque en el público habría necesariamente personas que se sentirían españolas y que estarían incómodas con aquella exhibición de nacionalismo radical, pero las cartulinas se levantaron sin que se advirtieran excepciones.
Por eso creo que hay que felicitar a esos miles de catalanes que el pasado día 12, Fiesta Nacional de España, tuvieron el valor de concentrarse en la barcelonesa Plaza de Cataluña, portando banderas españolas (y también las cuatribarradas) para demostrar que allí pervive un sentimiento patriótico, que hay mucha gente que se siente orgullosa de ser española, además de catalana. Por fin se ha demostrado que existe el coraje necesario para dar ese paso adelante. Ojalá sea ésta la cabeza de puente que sirva para ir debilitando ese pensamiento único, ese disparate colosal que supone el propósito de crear un Estado catalán, desgajándolo de España y, pese a que no quieran reconocerlo, también de la Unión Europea.
Sí, aunque no les guste a los separatistas (y –lo que es más sorprendente- a los socialistas, que se disponen a presentar en el Congreso de los Diputados una propuesta de reprobación de censura contra Wert, pues el muy insensato se ha permitido hablar de la necesidad de españolizar a una Comunidad Autónoma de España, en la que llevan tres decenios desespañolizando a troche y moche), aunque no les guste, repito, lo que dijo el Ministro de Educación responde a una necesidad urgente y más que justificada. Si se hubiera empezado antes, no tendríamos que afrontar ahora un problema más que serio y que afecta nada menos que a la unidad e integridad de España, valores en los que se fundamenta nuestra Constitución y que, como resulta evidente, son preexistentes a ella.
Es más; en todos los países del mundo, tengan gobiernos totalitarios o sean de raigambre democrática, se inculca desde las escuelas el amor a la Patria, a la nación en la que se nace, y ello por encima de aldeanismos o de regionalismos. Por lo visto, España tiene que ser distinta hasta en esto. No, el ser patriota no es algo exclusivamente “de derechas”, ni franquista. Es un sentimiento que tendría que compartirse por todos los españoles, cualquiera que fuese su orientación política. Así es en cualquier otro país, y así tendría que ser también aquí, donde no nos vendría mal un pequeño empujoncito a la idea de dar carácter español. Nunca estaría de más.
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