¿Dónde estabas el 23-F que no te vi?

Tenía 18 años y era el disc-jockey de “la Mazmorra”. Sobre  las nueve y media de la tarde llegó la Policía -de uniforme y sin uniforme- y entre estos últimos mi padre. Después de hablar con el propietario, (el bueno de Jose A. Merino), vino a la cabina y mientras yo terminaba de apagar los Kenwood y los Pionner, asustado porque a través del “cristal de pista”, pude ver a  los uniformados como sacaban a todos los chavales que bailaban y me ordenaban el apagón, mi padre, con gesto adusto, me dijo que le acompañara y antes de que las grandes puertas de madera de la vieja discoteca se cerraran, ya estaba en el “camuflao” enfilando el Angulo (que por aquel entonces era “navegable” para los coches. Cuando llegamos, mi padre entró para recoger a mi hermano Pedro –Pedrin- que llevaba dos días en Ceuta. Pedrín había venido con “dos colegas” desde Zaragoza (ciudad donde duerme mi apellido paterno) era socialista y pertenecía a ese “grupito de amigos” de los nuevos lideres del PSOE desde el Congreso de Suresnes en 1974…Había llegado a nuestra ciudad dos días antes y en las mesas del bar “Noray” se entrevistó con el respetado Fructuoso Miaja. No sé que hablaron porque yo estaba –con sus colegas- en otra mesa alejada de la conversación, tomando una Mirinda (¿o era un kist?), pero el “viejo Alcalde” gesticulaba y gesticulaba, después se levantaron, se dieron la mano y con un “salud” o algo así que creí oir..., volvimos al SEAT 132 diesel y enfilamos a “Casa Angel” en la Plaza Azcárate para tomarnos unas raciones de “las mejores almejas del mundo” y de las que dieron fé “sus colegas”, por cierto, más oscuros que el culo de Antonio Machín.
Mi padre le dijo a mi hermano -y compañía- que los llevaría hasta la frontera y, una vez en Marruecos, que se dirigieran a Larache, donde la familia de mi madre les daría cobijo y estarían seguros hasta que las cosas se calmaran. Así que se despidieron de todos y mi madre quedó llorando..,como siempre... Aprovechando el “camuflado” y el conductor, mi padre los llevó hasta el Tarajal. Según nos dijo después, había una cola enorme con caras más que conocidas que tuvieron la misma idea…
Entre idas y venidas, en mi casa, (que era otro llanto), mi madre se tomaba un café recordándonos como “se llevaron al abuelo porque le dijeron que se quitara la faja roja que vestía y como éramos pobres y no tenía para comprarse otra, les dijo que se la compraran ellos y el se la ponía”, mi “santa” movía las manos como aquejada de Parkinson, sin parar.., unas veces para tomar el vaso, otras para secarse las lágrimas, y otras más para expresar su indignación: “pero, ¿Qué quieren esta gente? ¿otra guerra?” y volvía a su retahíla de recuerdos penosos “hasta que huimos de Huelva (en un barquito que nos llevó a Larache), venían, el Alcalde y sus amigos, todas las noches a la puerta de la casa de la abuela y desde la calle gritaban ¡¡Esta familia es de rojos!! ¡A la puta y a sus hijos les vamos a mandar al mismo sitio que al comunista del marido!”.Y se le caían las lágrimas, sin consuelo, como ríos salados por sus arrugadas mejillas….
Para cuando sobre las ocho de la mañana toda España descansó,  yo me sabía  de “carrerilla” la parte de la historia de España que a mi generación nos vendieron como “glorioso alzamiento” y que no fue más que una traición contra su propio pueblo; contra su propia Patria. Contra su propia gente. Quizás por ello, cuando en la noche del lunes pasado ví el documental “23-F, las cintas prohibidas” solo pude sentir repulsión por estos individuos a los que, ni tan siquiera,  la Cadena Perpetua les hubiera hecho justicia. El Estado es demasiado generoso con estos traidores que no hubieran dudado, ni un solo momento, en apretar los gatillos contra todo aquel que no comulgara con ellos. Este Estado es tonto. Tonto del Culo. Me resulta intolerable, como demócrata, compartir Constitución y Leyes contra todos y cada uno de los que tomaron parte en el asalto al Congreso. Si de mi dependiera volvían a la cárcel desde el primero de los militares, al último de los guardias que sabiendo lo que hacían no depusieron su acción o le metieron un tiro a estos golpistas con estrellitas en sus guerreras.