Ideologización de la Enseñanza

Mal año está teniendo la enseñanza en España. Lo que comenzó pareciendo una travesura de un niño “empollón” nombrado ministro para reducir el gasto va camino de convertirse en una pesadilla para todos, y en uno de los mayores ataques de la derecha conservadora a los valores más universales de la educación pública. Esto es lo que se hace con el proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), del ministro de Educación José Ignacio Wert, que ha recibido el respaldo de las 12 comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular y el rechazo del resto. Uno de los argumentos más utilizados para criticar nuestro sistema de enseñanza (el de la LOE de 2006, con sus modificaciones) es que no enseña nada. También, que estaba ideologizado. Sin embargo esto es lo que también hace el anteproyecto del ministro, aunque en una dirección contraria. La evidencia más palpable se puede encontrar en el preámbulo de ambas leyes.
Así, en la LOE se decían cosas como: “….Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática……..Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.”.
En el primer párrafo del preámbulo del anteproyecto de la LOMCE que circula por ahí, se contiene algo parecido a esto: “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel educativo de los ciudadanos supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global”.
¿Se puede decir que la educación no está ideologizada después de leer ambos preámbulos?. Evidentemente no. Pero es que esto no es malo en sí mismo. La educación, como la economía, la política, o la vida misma, es ideología. Y que dure. Los principios deben ser los faros que nos iluminen en nuestras vidas. El problema es la orientación que tengan estos principios. También sus consecuencias.
Milton Friedman, el premio Nobel de la Universidad de Chicago, que pasa por ser el padre del neoliberalismo económico, respondía a una pregunta sobre la Responsabilidad Social de las empresas, que su única responsabilidad era obtener el máximo beneficio económico para sus accionistas. Para él, como para los economistas clásicos, la búsqueda del máximo beneficio traería consecuencias positivas para el resto de la sociedad.  Esta es la ideología que subyace bajo el preámbulo de la nueva Ley de Educación del ministro Wert. Por ello, dicho proyecto sitúa en el mismo plano de igualdad a los agentes públicos y privados, modificando la responsabilidad que tiene el Estado en garantizar el derecho a la enseñanza; reintroduce la enseñanza de la religión obligatoria, introduce los criterios competitivos entre centros, o garantiza el concierto con centros de educación diferenciados por sexos, por citar algunas de las más significativas novedades. En resumen, una auténtica contrarreforma, contraria a la equidad, que merma la igualdad de oportunidades y fomenta la ruptura social. Una involución del modelo educativo, a juicio de los principales sindicatos del sector.
Pero esto no es más que uno de los escalones de la reforma global diseñada por el ministro Wert. En la Universidad ya está teniendo consecuencias nefastas. Cientos de profesores han sido despedidos. En unos casos no renovando sus contratos (profesores asociados) y en otros planteando expedientes de regulación de empleo (contratados doctores). Cuando esto comenzó, pocos se movilizaron, pues afectaba a profesores asociados que ya tenían otros trabajos. Posteriormente, cuando les llegó el turno a los contratados doctores, los profesores titulares (que la mayoría fueron anteriormente contratados) tampoco protestaron. Ahora parece que les está afectando a los profesores ayudantes doctores. Afortunadamente, en las Universidades andaluzas se han adoptado medidas para garantizar su continuidad (por el momento), pese a las restricciones impuestas desde los gobiernos central y autonómico. 
Frente a todo ello, las respuestas están siendo muy dispares. En las universidades en las que se tiene claro el objetivo, alumnos y profesores llevan meses movilizándose. También en los centros de secundaria de algunas Comunidades. En otros lugares, el asunto se queda en meras declaraciones institucionales extemporáneas. Es el caso de Ceuta, en donde los órganos de gobierno de la Facultad de Educación y Humanidades han promovido un comunicado de apoyo a la situación del colectivo local de ayudantes doctores (la mayoría  miembros del equipo decanal) tres días después de que la Comisión Paritaria del Convenio del Profesorado Contratado de las Universidades Andaluzas adoptara un acuerdo para solucionar su problema (el de todos), a instancia de  sindicatos y comités de empresa. Sin embargo no ha habido pronunciamiento alguno respecto al despido de profesores asociados (por el momento ya tenemos un despedido en Ceuta y se ha intentado con dos más). Tampoco lo ha habido desde la Facultad de Ciencias de la Salud respecto a la caótica situación de sus actuales instalaciones, en la que se hacinan en condiciones tercermundistas estudiantes y profesores. Parece que aquí cada uno va a lo suyo.
Pero estos serán temas para artículos posteriores. Por lo pronto, que tengan una feliz entrada de Año Nuevo. Todos.