Son muchas las cosas que ocurren a lo largo de cada día; unas más ligadas a cada persona en particular y otras que a todos afectan o, por lo menos, a gran cantidad de personas, pero algunas tienen una especial singularidad. Desde que en la tarde del martes 12 de Octubre se difundió por todo el mundo que iba a empezar la fase final del rescate de los 33 mineros de la mina San José, en Chile, nadie dejó de estar pendiente de cuanto pudiera suceder.
Ha sido, y continúa siéndolo cuando esto se escribe, con nueve mineros ya rescatados, una fuerte llamada al corazón de toda persona, un anhelo de salvación para todos ellos, una dicha infinita para sus familiares y una fuerte sacudida a la conciencia y al sentido de responsabilidad de toda persona.
Ha sido y sigue siendo una lucha contra la adversidad, contra las dificultades del terreno, la escasez de medios, las dudas en las personas de poca o nula fe. No se ha hecho caso a la improvisación, a la que desgraciadamente tan aficionados somos y se ha trabajado con orden, siguiendo un plan bien pensado para vencer cuantas dificultades eran previsibles y hasta aquellas otras que en casos extremos pudieran presentarse.
El ser humano se ha mostrado capaz de entregar toda su capacidad por ayudar a otras personas, a las que ni siquiera conocía personalmente. Ha sido larga y tenaz su labor, su deseo de salvar la vida de otros muchos y de llevar felicidad a sus familias.
Una labor de equipo, de agrupación de esfuerzos y capacidades, de obtención y puesta a punto de los medios materiales para el éxito de cada una de las fases de la operación de rescate que ha tenido pendiente de ella a todo el mundo. Una labor humana de gran categoría, que siempre se recordará con entusiasmo.
Así somos; reaccionamos a base de grandes estímulos y dejamos pasar otras muchas cosas que necesitan nuestra atención. Cada día hay noticias de verdaderas tragedias; de gente que pasa hambre y que causa la muerte de muchas personas, especialmente los niños que tantos cuidados necesitan .
Hay organizaciones que se ocupan de ello, pero sus posibilidades no llegan a dar la respuesta necesaria y año tras año se comprueba que hay gente - mucha gente - que necesita ayuda para salir de la prisión de la pobreza en la que se encuentran, mientras otras muchas personas viven en condiciones mucho mejores.
El ejemplo que estamos viviendo no debe ser sólo una anécdota - todo lo importante que se quiera - sino una llamada muy seria a la actividad del ser humano en relación con sus semejantes. Ahora mismo la TV chilena acaba de mostrar, en directo, el rescate del minero Alex de la Vega, el décimo del conjunto, y el alma siente una alegría inmensa.
La misma que se puede lograr con cualquiera de las innumerables obras de amor al prójimo que están pidiendo nuestra personal aportación; no sólo económica sino, especialmente, la de nuestro amor fuerte y sincero por el prójimo.
Causa verdadera pena la falta de unidad de acción que nos muestran quienes deben resolver los problemas que nos acucian; no sólo materiales sino morales y de honda repercusión en la vida del país . ¡Qué lástima que sean tan ciegos quienes tienen como misión atender a los demás! Aprendan del ejemplo de la mina de San José.
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