Iba bien el señor Hachuel afirmando que Ceuta debe parecerse más a Málaga que a Castillejos, pero sus matizaciones posteriores hicieron que se esfumaran las esperanzas de brotes verdes ideológicos en el partido de los escándalos. Las infraestructuras son importantes, pero no lo principal. De hecho, hoy en día cualquier pueblo de la península abandonado por la tecnología se parece más a Málaga que Ceuta y esto es por la demografía.
Si usted va a una ciudad donde todo el mundo habla español, se come comida española y se viste acorde a un español cualquiera, probablemente sienta que está en España. Pero si un toledano en su visita a Ceuta ve más hiyabes que melenas al aire, escucha más el árabe que el español y se topa con más mezquitas que iglesias… ¿no se sentiría, al menos, diferente? Y eso sin olvidar a esas mujeres (cada vez más) que lucen su burka, símbolo de libertad donde los haya.
Ceuta está perdiendo su españolidad. Unos usan el término marroquinización, aunque la palabra es lo de menos. Ser español es algo más que tener un DNI o haber nacido en nuestro país. Ser español es compartir una cultura labrada en siglos de historia de la que estar orgullosos y que Ceuta está perdiendo. La invasión cultural del país vecino nos ha arrollado y Juan Vivas, líder de ese supuesto patriotismo, no ha mostrado sino despreocupación, complicidad y cobardía llegando a niveles de traición. Varios miles de marroquíes se han afincado aquí de forma descontrolada desde que él es presidente. Ojo, esto no es racismo o xenofobia, esto es clamar por una integración que hablando sin pelos en la lengua: no existe.
Ya lo han expresado organismos tan reconocidos como el Instituto Elcano o la misma CIA, alertando de conflictividad con el crecimiento de la población. Me da que Hachuel, como buena parte de la población también ve lo que yo veo. Lástima que reculara porque la verdad es que empezó bien, Ceuta debería parecerse poco a poco más a Málaga que a Castillejos.
Cuánta razón lleva Carlos Verdejo en todo lo que escribe. A este respecto, señor Verdejo, el Comisario para Inmigración de la UE, el griego Dimitris Avramopolous, manifestó en su día que "No podemos, y nunca podremos, parar la inmigración. Al final, todos tendremos que estar preparados para aceptar la migración, la movilidad y la diversidad como la nueva norma y ajustar nuestras políticas en consecuencia". Es fácil pontificar que debemos aceptar migrantes porque las migraciones masivas son ineludibles cuando se tienen las puertas abiertas y se acoge a todo aquel que se presenta diciendo que es refugiado y viene huyendo de tal o cual país en guerra. Y cabría preguntar al tal Avramopolous ¿de cuánta diversidad estamos hablando? ¿Hay límites a la acogida y al número de extranjeros acogidos? ¿Por qué no van con esa monserga de la diversidad y la acogida a los países arabo-islámicos, a los países de la negritud o a los países asiáticos (China, Japón, Singapur, etcétera)? Pues porque se reirían en sus barbas. ¿Se imaginan que un país de la negritud recibiera miles de blancos hasta el extremo de cambiar su demografía? ¿Se imaginan que miles o millones de cristianos invadieran países arabo-islámicos, como Marruecos, Argelia, Arabia, Jordania, Pakistán o Afganistán, y el tal Avramopolous fuera a hablarles de diversidad, acogida y demás mandangas? Se reirían en sus jodidas barbas. Insisto, lleva razón el señor Verdejo, Ceuta va camino de un vuelco demográfico y de una pérdida de identidad. Estamos sacrificando el estado de bienestar en nombre del humanitarismo. Lleva razón el señor Verdejo respecto de la pérdida de identidad española de Ceuta (no solo es el DNI lo que cuenta, como dice), Ceuta está siendo destruida en su identidad no solo desde fuera, sino está siendo dinamitada desde dentro. Leva mucha razón usted, señor Verdejo. Siga escribiendo, le necesitamos.