Pero no todo en esta vida es de color de rosa. Recuerdo que el mismo día de mi jubilación a los 61 años me llamo mi exmujer con unas pintas de lloriqueos tremenda. Me contó que los vecinos le habían dicho que mi hijo menor estaba liado con la droga. Que había estado hablando con él en su casa y que se había llevado un aro de oro que yo le había regalado cuando nos casamos. Que estaba muy delgado. Yo le dije que no hiciera nada. Lo primero era la tranquilidad y que no fuera a su casa para nada. Estos términos los estuve hablando con María y decidimos irnos de inmediato en busca de Luis, mi hijo pequeño. Ella cogió unas vacaciones en cubierta para ir a por el chaval. Fuimos a un pueblo de Málaga y nos lo encontramos. Si me había pintado todo muy malo mi ex, yo la verdad lo vi peor.
Estoy acostumbrado de lidiar con toros muy malos pero nunca lo había hecho con novillos de mi misma sangre. Empecé despacio con un acercamiento, buscando la confianza de mi retoño. Pero el sólo se acercaba en busca de una cosa. El dinero para ir de inmediato por una dosis para que su vena caliente se pudiera enfriar. María como siempre dio en el clavo. Tuvo lo que me faltó a mí. La templanza, el saber llegarle al corazón tan duro que se le habia vuelto. Yo la verdad que no sé el tiempo que invirtió. Lo encerró en el cuarto donde dormiamos y lo mantuvo allí hasta que yo llegué con refuerzos. Unos hombres que para mí eran unos ángeles bajados del cielo. Me advirtieron que era muy duro lo que el iba a pasar. Y sólo si él consentía se lo podrían llevar. Durante unos meses me aconsejaron que no fuera a verlo. Yo como es lógico protesté sobre este culmino. Pero ellos me dijeron que no había otra forma de sacarlo del arroyo. Yo rápidamente incliné la cabeza y acepté el reto. Me marché a casa y como es lógico les pedí el teléfono para estar siempre comunicados y saber cómo iba la evolución de mi hijo el enfermo. Muchas noches sin dormir me vinieron encima. Yo la verdad me echaba la culpa de todo. Mientras estaba yo divirtiéndome el pobre había pagado las consecuencias. Era mi forma de afrontar el día a día de la espera del resultado del encierro de mi pobre Luis. Tanto María como los distintos amigos que tenía me fueron sacando de la cabeza está forma de pensar que había adoptado mi subconsciente al problemon que tenía en curso. Y me hicieron ver que era una fase de la vida. Todo era producto de la sociedad. El no encontrar trabajo pues unas de las formas de evadirse era a través de la droga.
En ella se refugió muchos pobres chavales por aquella época y entre ellos había caído mi pobre benjamín. A nadie le gusta que le toque pero a mi me había caído el premio gordo. Después de muchas llamadas telefónicas y la espera de muchos meses pude ir a verlo a una especie de colonia donde todos trabajaban con una intención, buscar financiación para el proyecto de sacar de las calles a los pobres que habían caído en las redes de la droga. Lo vi muy bien. Quise comprarle ropa. Pero me lo prohibieron. Las palabras textuales fueron: “Ahora todo lo que tiene él y lo que consiga se lo debe de ganar él”. Allí estuvo trabajando durante unos años y luego se empleó en un bar de camarero y más tarde fue el dueño de un pab en la costa. Un nuevo triunfo de mi modesta María y un nuevo revés que mi vida me había dado. Ya estaba un poco harto de ser el poco agraciado huérfano ¿cuándo iba Dios a ayudarme un poco?
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