Yesas palabras se me quedaron grabadas a fuego. Ser el mejor. Por eso a todo le ponía el mejor empeño. Yo tenía una estatura de un metro ochenta y cinco de complexión fuerte y corría como un gamo. Así que todos los instructores se fijaron pronto en mí. Me hablaban de presentarme a cabo y seguir una vida militar tranquila. Pero a mí me gustaba estudiar. Ahora que podía tener recursos económicos propios quería dar el callo y estudiar. Mi idea principal es la de ser abogado. Me gustaba. Sabía lo que pensaban los que hacen el mal. Estar con ellos yo creo que sería una forma de redimirme. Para evitar que hubiera personas malas. Fui de mi promoción de 250 personas el número 4. No salió ninguna vacante para la zona de Madrid de donde yo era. Aunque pensándolo bien yo, qué haría por allí. Si había estado nueve meses en la Academia y seis años en el orfanato, es lo que me había parecido a mí, y nunca me habían escrito, ni me habían visitado. Pero la sangre tira. Tenía 4 hermanos. Dos hermanas y dos hermanos. Y llevaba casi siete años sin verlos.
Me destinaron a Huesca. Allí la verdad hace el mismo clima que en Madrid así que no me dio mucho repelús. Pero quería ser un digno Guardia Civil. Así que estuve dando vueltas de ¿cómo lo podría ser? Mi idea era ser el mejor.
Recibí una carta del ‘pater’ del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil. En ella me decía que no me olvidara de dos cosas. Primero de ser bueno y lo segundo cumplir en mi trabajo. Cuando tuve los días que nos dan para ir al destino los gasté en irme a la comandancia de Huesca y preguntar dónde iba destinado. Me informó un sargento que por ser el primero podía escoger entre los destinos que me dio. Y yo después de decirle ¿cuál era el mejor sitio? me dio la idea de un pueblo rural. Allí fui destinado y me fui con mucho tiempo. Me presenté a un cabo que estaba de comandante de puesto informándome que eran 5 guardias y él. Y que teníamos que cubrir mucho espacio de terreno. Me ofreció una litera que había en el puesto y allí me alojé. Como no tenía que empezar a trabajar hasta casi 20 días me empecé a familiarizar con la gente del pueblo. Me hicieron muchas preguntas pero yo me desmarqué todo lo que pude. Nunca dije que era Guardia Civil. Si lo averiguaban, que fueran ellos pero cuando me vieran vestido. Por astucia a mí no hay quien me gane.
Una noche estando en el bar escuché una conversación entre varios jóvenes donde hablaban de cazar en un coto que había cerca del pueblo. Que el dueño era muy compasivo y podrían tener carne fresca de venado. Cuando fui a casa desempolvé los libros de la Academia y dándome cuenta que estaba prohibido me fui a buscar al cabo el cual me invitó a participar en la localización de estos hombres y ponerle las correspondiente sanciones. Primero me tenía que poner mi flamante traje de Guardia Civil y segundo me advirtió que estos nenes eran muy salvajes. Nos apostamos y estuvimos esperando hasta que aparecieron, serían las dos de la madrugada. Iban con linternas y me imagino buscando rastros. Al verse sorprendidos salieron corriendo y yo empecé a cazarlos uno a uno. Les ponía los lazos que me dio el cabo y los fui amarrando a raíces gordas de los árboles. Eran en total cuatro. El cabo los iba recogiendo y agrupando los. Fue mi primera intervención que fue contestada por una felicitación del jefe de la Comandancia. Habían advertido los dueños de los cotos de caza la proliferación de furtivos y que hacían muchas escabechinas en la cañada de estos ecosistemas. Buen comienzo para un Guardia Civil en práctica. No fue ni la primera ni la última cacería que tuve que actuar.
Además el robo de frutas también era muy fuerte para luego venderlo en los mercadillos y fui un represor. Pero quería rellenar mi intelecto. En el pueblo había un francés nativo con el cual mantuve mucha confianza. Vi en el idioma una forma de culturizarme. El aprender no ocupa lugar y todas las tardes cuando no estaba de servicio y a cambio de unas pequeñas viandas y un buen vino este hombre me enseñó el idioma francés. Aún hoy me acuerdo de muchas palabras. Era joven y por consiguiente una esponja. Al año siguiente conseguí apuntarme en la Universidad de derecho. Iba todas las semanas por los apuntes que me los pasaba un buen amigo que hice en la Universidad. Y gracias a él y a mis ganas de tener una carrera me hice abogado. Tuve toda la complicidad de mis compañeros me traían multitud de libros. Creo que el que se los facilitaba era el bibliotecario del pueblo y el notario. Pero bueno yo me enfrascaba en mi cuarto y de allí no salía solo para ir por comida. Cuando lo conseguí en la Comandancia me llamaron para que fuera un escribiente en la misma para redactar los atestados. ¡Que me acuerdo de nuestras máquinas petroleras!.
Allí fue mi bautismo de fuego. Pero quería seguir para adelante. Era muy joven sólo tenía 25 años y yo quería más.