La sanidad pública española es posiblemente nuestro mejor producto social construido en beneficio de todos. Allí se concentra un gran número de profesionales de la salud y también de asociaciones y particulares que muestran una sincera disposición a ayudar. Este es un ámbito donde se produce lo mejor, y también paradójicamente lo peor, pues las dos caras de la moneda habitan en el ser humano y salen a relucir en momentos difíciles cuando el universo nos sitúa ante el abismo del fin de la existencia material y la fiera del miedo te lanza sus zarpazos una y otra vez. Por suerte, la humanidad suele decantar la balanza a su favor y los centros hospitalarios ponen de su parte para no ser solo un espacio frío y mecanicista donde se prolonga la vida por los medios científicos que estén a disposición médica sino también un lugar en el que el bienestar de los pacientes importa.
Lógicamente un hospital no es un garaje donde aparcar familiares enfermos para que los cuiden otros y esperar que lo hagan todo; más bien es una zona donde se interacciona constantemente con los profesionales y dadas las circunstancias de los servicios y la falta de medios humanos es sobretodo un lugar donde los acompañantes de los enfermos deben ser personas activas y decididas a luchar por sus familiares y amigos. En los hospitales públicos se trabaja activamente por los enfermos pero debido a la ingente cantidad de pacientes y las carencias de los servicios se requiere un sistema altamente organizado e informatizado que ponga en marcha la maquinaria de la salud e interconecte los servicios de las distintas especialidades médicas entre sí. Evidentemente el rendimiento real y efectivo va más allá de las pantallas y los protocolos y afortunadamente depende como siempre del ser humano que viste la bata blanca o el pijama verde. Enfrentarse con la enfermedad a diario no es una labor común sino mas bien propia de personas especiales, vocacionales y dotadas de un juicio ético elevado.
Es evidente que como en todos los colectivos hay personas que erraron su camino ya que no basta con tener instrucción científica para servir adecuadamente a los pacientes. Hay servicios en el hospital universitario de Ceuta que funcionan mejor que otros y se diría que el llamado Hospital de Día es uno de los que han conseguido una gran prestación maximizando el rendimiento profesional. Aquí se incluyen tratamientos variados siendo la gran mayoría te tipo oncológico y los pacientes van a recibirlos sin interferir con el funcionamiento convencional del hospital. Se puede decir que es el principal ámbito de trabajo de los oncólogos pero no exclusivo pues también tienen que realizar sus visitas a las plantas y a la unidad de cuidados intensivos siempre que haya pacientes con problemas tumorales. Tengo un poco de experiencia ya que debido a la enfermedad de mi mujer he pasado por todos estos ámbitos hospitalarios de cuidados intensivos y planta hasta llegar al Hospital de Día. Este es un espacio amable en el que la humanidad es palpable y se respira un ambiente de sana camaradería entre los pacientes oncológicos que se cuentan sus penas y alegrías entre idas y venidas de las eficientes enfermeras que atienden el servicio.
Por fortuna, el ambiente es relajado y las bromas y chanzas tienen cabida. No obstante, no conviene olvidar que esto se debe al extraordinario desarrollo que ha tenido la medicina oncológica, que está consiguiendo en muchos casos eliminar los problemas tumorales y en otros frenar el avance de la enfermedad para poder controlarla convirtiéndola en una afección crónica. He pasado algún tiempo en estos ambientes y tengo suficientes conocimientos de fisiología y citología para captar algo del funcionamiento de los oncólogos ante la enfermedad, además al dedicarme a la investigación científica en el ámbito de la naturaleza marina me percato de los grandes avances obtenidos al incluir disciplinas genéticas que han llevado al progreso espectacular de la inmunoterapia. Conversando con los oncólogos, observando y reflexionando sobre la enfermedad que afecta a mi compañera he podido percibir que estos médicos trabajan en taxonomía tumoral y tratan de identificar lo más exactamente posible el tumor que está generando los problemas. Se trata de un tejido malformado pero creado por nosotros mismos, los análisis patológicos orientan a esclarecer el tipo de tumoración y clasificarlo convenientemente.
Al ser la taxonomía una parte esencial de mi trabajo como naturalista científico lo entiendo perfectamente y por ello pienso que en una parte significativa la labor oncológica es de taxónomo apoyándose en las pruebas aportadas por otros médicos e investigadores. Lo cual me parece muy interesante y para ello se basan en diferentes pruebas analíticas y es aquí donde el desarrollo genético juega también su papel fundamental pues proporciona las pistas necesarias para preparar la pócima de inmunoterapia que se requiere. He leído que el futuro de la oncología en este sentido bien podría ser la preparación de fórmulas personalizadas para cada tipo de tumoración y con el tiempo puede que se desarrollen variedades específicas para cada paciente. También me los imagino consultando con otros colegas e intercambiando experiencias, para mi al menos es muy importante contar con la opinión de otros investigadores que siempre aportan una visión interesante al problema que estoy tratando en ese momento.
Además los oncólogos actúan como ecólogos del ecosistema humano interior y tienen que integrar la información que le aportan todos los análisis antes de tomar una decisión al respecto. Sin duda, a pesar de que mi trabajo pueda ser interesante y necesario por la conservación de los ecosistemas y la preservación de la vida salvaje, no se puede comparar con la labor directa de salvar la vida humana de las personas a las que amamos. Los médicos y sanitarios en general tienen un trabajo tan duro como reconfortante pues sacar pacientes adelante es llenar el alma y el karma con actos supremos.
Es por eso que me duele y molesta ver como trabajan a destajo sin descanso y con demasiado estrés; siempre a contra reloj para ver al siguiente paciente. La administración del hospital que tantas cuestiones tiene que arreglar y mejorar con respecto a nuestro flamante hospital universitario, sin duda la joya más preciada de los servicios públicos de Ceuta, no parece que valore suficientemente lo conseguido en el Hospital de Día. Las posibilidades de mejora son muchas pero necesitamos que sigan incrementando las plantillas médicas y los medios. No se puede tener un hospital infradotado de medios y esperar que un campeón del negocio de la confección done el aparato más sofisticado de análisis radiológico del hospital universitario; sinceramente lo considero un fallo del sistema; en vez de pedir, el ayuntamiento que también es administración podría haber financiado el nuevo aparato y no gastar ingentes cantidades de dinero en el innecesario escaparate propagandístico de FITUR; lo mismo podríamos decir de la radioterapia que brilla por su ausencia en el hospital. Los que pagamos impuestos necesitamos que se utilicen adecuadamente los recursos públicos y se inviertan en las prioridades y no en cuestiones baladíes o en sueldos astronómicos de políticos que ocupan cargos cuestionados por los tribunales de justicia.
Es hartamente reconfortante ver como se atienden personas con y sin medios materiales con el mismo interés; yo mismo he sido testigo de cómo un oncólogo defendía las medicinas para sus pacientes sin recursos económicos. Sin embargo, el servicio necesita cinco oncólogos y son solo dos los que atienden actualmente sin dar a basto y las enfermeras encargadas no cesan de trabajar ni un instante y supongo que esto podría decirse de otras especialidades. Pero el cáncer se está convirtiendo en una especie de epidemia del siglo XXI y la creación de este servicio hospitalario lo dice todo sobre el incremento de los tumores entre la población. Los buenos médicos se forman en diferentes centros hospitalarios de España y también de otros países y están constantemente asistiendo a congresos, así son muchos de nuestros médicos y desde luego los dos oncólogos que tenemos. Cada vez que se produce un cambio de gobierno se sustituyen unos gestores hospitalarios por otros y las tribus políticas toman el control de lo que debería estar al margen de las trifulcas ideológicas e intereses electoralistas. No se puede utilizar la sanidad pública como arma electoral ya que es una joya a engrandecer y cuidar. Otros sistemas públicos en Ceuta están superpoblados de funcionarios y algunos con muy escaso rendimiento y que decir del ayuntamiento donde la eficiencia burocrática no va acorde con el número de funcionarios ni con los elevados salarios. Mientras todo esto acontece, la mejora obvia de los servicios que salvan vidas están olvidados pues solo interesa que “salga el trabajo adelante” los gestores políticos miran para otro lado. No son malvados gestores que buscan su interés y la ruina del sector sanitario pero si son seres humanos con debilidades que están tomando decisiones que muchas veces benefician a su partido político por encima de los intereses médicos-hospitalarios; olvidándose que son médicos muchos de ellos y que no están ahí para tener poder ni para hacer amiguitos de alto nivel político y burocrático en Madrid. Estos puestos habría que replanteárselos y sacarlos de la esfera de influencia de los partidos políticos.
Nunca vi un ámbito en el que el alto grado de especialización científica estuvieran tan justificadas como en el de la salud. Ciertamente es admirable ver como se coordinan los oncólogos con el resto de profesionales del hospital y viceversa. El jueves leía en el Faro que el Senado se estaba interesando por la situación de la sanidad en Ceuta de la mano del senador David Muñoz Arbona que me consta es sensible a muchas cuestiones de su ciudad y del que esperamos grandes esfuerzos en beneficio de Ceuta. Mientras tanto, no cesan las manifestaciones públicas de los colectivos de médicos y sanitarios que reclaman mejoras evidentes y necesarias para poder llevar a cabo su misión que es la preservación de la sagrada vida.
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