Sociedad

Es hora de actuar por la Naturaleza

La naturaleza está en crisis. Está amenazada por la pérdida de biodiversidad, el calentamiento global y la contaminación. No actuar ahora es fallarle a la humanidad. Abordar la nueva pandemia de coronavirus (COVID-19) y protegernos de futuras amenazas mundiales requiere un manejo sólido de los desechos médicos y químicos peligrosos; administración sólida y global de la naturaleza y la biodiversidad; y un claro compromiso de "reconstruir mejor", crear empleos verdes y facilitar la transición a economías neutras en carbono. La humanidad depende de la acción ahora para un futuro resistente y sostenible.
Los humanos existen dentro de una red de vida. Esta red es un sistema complejo e interconectado en el que cada parte juega un papel importante. Cuando un componente se cambia o se elimina, todo el sistema se ve afectado y esto puede acarrear consecuencias.

La solución es la naturaleza

La naturaleza está relacionada con algunos de los desafíos más apremiantes que enfrentan los humanos hoy en día. Purifica el aire que respiramos, limpia el agua que bebemos y produce la variedad de alimentos que necesitamos para mantenernos saludables y resistir enfermedades. Permite a los investigadores médicos comprender la fisiología humana y proporciona sustancias para el desarrollo de medicamentos. Incluso ayuda a mitigar el cambio climático al absorber el carbono, reducir la contaminación del aire y ayudar a enfriar las ciudades

El desafío es humano

La acción humana ha reducido la biodiversidad y modificado las estructuras de la población de vida silvestre a un ritmo sin precedentes. En los últimos 50 años, la población humana se ha duplicado, el tamaño de la economía mundial casi se ha cuadruplicado y el comercio mundial ha aumentado unas diez veces. Se necesitarían los recursos de 1,6 planetas Tierra para satisfacer la demanda de los humanos cada año, y más especies están en riesgo de extinción que en ningún otro momento.

Biodiversidad y coronavirus

La aparición de la COVID-19 ha puesto en evidencia que cuando destruimos la biodiversidad destruimos el sistema que sustenta la vida humana. Cuanto más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente o domine. La pérdida de biodiversidad brinda la oportunidad de que los patógenos pasen entre los animales y las personas.
La deforestación, la invasión de hábitats de vida silvestre, la agricultura intensiva y la aceleración del cambio climático han alterado el delicado equilibrio de la naturaleza. Hemos cambiado el sistema que naturalmente nos protegería y hemos creado condiciones que permiten la propagación de patógenos, incluidos los coronavirus.
Alrededor del 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son zoonóticas, lo que significa que se transmiten de animales a personas. A nivel mundial, mil millones de personas son contagiadas cada año y millones de ellas mueren debido a las enfermedades causadas por los coronavirus. La naturaleza nos está enviando un mensaje.

Llegó la Hora de la Naturaleza

La pandemia de COVID-19 es una oportunidad de reinventar nuestra relación con la naturaleza y reconstruir un sistema mundial más amigable con el medio ambiente. Abordar el surgimiento de las enfermedades zoonóticas requiere atender su causa raíz: el impacto de las actividades humanas. A medida que crece la población mundial y nos acercamos al umbral de los 10.000 millones de habitantes, debemos comprender mejor la red de vida en la que existimos y entender su funcionamiento como un sistema íntegro. Es hora de reinventar nuestra relación con la naturaleza y ponerla en el centro de nuestra toma de decisiones.

Seis datos sobre la conexión entre la naturaleza y el coronavirus

Alrededor de 60% de todas las enfermedades infecciosas en los humanos y 75% de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, es decir que son transmitidas por los animales.
Las zoonosis que surgieron o reaparecieron recientemente son el ébola, la gripe aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS), el virus Nipah, la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika y, ahora, el coronavirus que causa el COVID-19. Todos están vinculados a la actividad humana.
El brote de ébola en África occidental derivó de la pérdida de bosques que condujo a contactos más cercanos entre la vida silvestre y los asentamientos humanos; la gripe aviar estuvo vinculada a la avicultura intensiva; y el virus Nipah se relacionó con la intensificación de la cría de cerdos y la producción de frutas en Malasia.
Los científicos y especialistas que trabajan en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente han estado reuniendo los últimos datos científicos sobre el coronavirus: lo que sabemos sobre este nuevo virus y lo que no sabemos.
Si bien el origen preciso del brote y su vía de transmisión aún no se han confirmado, aquí presentamos seis puntos importantes que vale la pena conocer: La interacción de los humanos o el ganado con la vida silvestre los expone al riesgo de propagación de patógenos potenciales. Para muchas zoonosis, el ganado sirve como un puente epidemiológico entre la vida silvestre y las infecciones humanas. Los impulsores de la aparición de enfermedades zoonóticas son los cambios en el medio ambiente, usualmente como resultado de actividades humanas que provocan alteraciones en el uso del suelo, en el clima, en los animales o huéspedes humanos y en los patógenos, que siempre evolucionan para explotar nuevos huéspedes. Por ejemplo, los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats a causa de la deforestación y la expansión agrícola. Los murciélagos juegan un papel importante en los ecosistemas al ser polinizadores nocturnos y depredadores de insectos. La integridad de los ecosistemas sustenta la salud y el desarrollo humanos. Los cambios ambientales inducidos por el hombre modifican la estructura de la población de vida silvestre y reducen la biodiversidad, lo que resulta en nuevas condiciones ambientales que favorecen a los huéspedes, vectores y / o patógenos particulares. La integridad de los ecosistemas puede ayudar a regular las enfermedades al promover la diversidad de especies para que sea más difícil que un patógeno se extienda, amplifique o domine Es imposible predecir de dónde vendrá el próximo brote o cuándo será. La evidencia creciente sugiere que los brotes o enfermedades epidémicas pueden volverse más frecuentes a medida que el clima continúa cambiando. "Nunca antes habían existido tantas oportunidades para que los patógenos pasen de los animales silvestres y domésticos a las personas", dice la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen. "Nuestra continua erosión de las áreas silvestres nos ha puesto incómodamente cerca de las especies portadoras, es decir, animales y plantas que albergan enfermedades que pueden pasarse a los humanos".

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