Jóvenes que estrenan adolescencia junto a veteranos con décadas de trabajo a sus espaldas implicados en la misma batalla.
El no unánime con el que la sociedad ceutí volvió a plantar cara otro 25 de noviembre a la enquistada lacra de la violencia de género encontró ayer un hueco para rendir su particular homenaje a quienes, de una forma u otra, contribuyen a combatir ese ataque a los pilares del Estado del Bienestar que encarna el maltrato a la mujer. Ciudad y Delegación del Gobierno habían convocado en el Salón del Trono del Palacio de la Asamblea a quienes en este 2014 a punto de despedirse, o a lo largo de toda su trayectoria, han sobresalido en esa complicada misión: María Sánchez Miaja, distinguida con el Reconocimiento contra la Violencia de Género; la Fundación Cruz Blanca, premiada por su programa O’Cambalache; y los alumnos de Educación Secundaria del IES ‘Clara Campoamor’, capaces de condensar en un cortometraje la intrahistoria que anida en miles de historias anónimas de maltrato.
Representantes políticos, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de las decenas de asociaciones y colectivos comprometidos en la lucha por la igualdad de género... Un Salón repleto respaldó con sus aplausos la elección de Sánchez Miaja como el rostro capaz de aglutinar el esfuerzo silencioso de cientos de manos contra el machismo. Presidenta de la Asociación de Mujeres Progresistas de Ceuta, recogió el galardón de manos del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y a continuación esbozó un breve discurso en el que hubo encaje, cómo no, para las víctimas diseminadas con cuentagotas por todo el país y también para recuperar las vivencias personales que forjaron su reivindicación del ideal de una sociedad igualitaria.
La primera y obligada mención, para “tantas mujeres que no sabían lo que su relación les reservaba”, para las que incluso después de recibir insultos y agresiones físicas “se sienten culpables” y para quienes pese a eso aún encuentran obstáculos para avanzar en el siempre complicado paso de articular un “basta ya” que rompa las amarras de una “relación tóxica”. A partir de ahí, en la intervención de Sánchez Miaja se colaron recuerdos de una niñez complicada, en un hogar donde la responsabilidad gravitaba sobre mujeres pero donde la figura masculina que encarnaban sus tíos promovía la igualdad. “Fui rebelde incluso cuando estudiaba”, confesó. Y de su mirada al pasado quedan pruebas que lo atestiguan: no aceptaba que las niñas se vieran obligadas a cursar asignaturas vinculadas a su mera condición sexual en una sociedad que les reservaba un papel secundario, relegado a una mera función reproductora y de tareas domésticas.
Tanta contestación en una sociedad que invitaba a la sumisión le costó incluso un castigo académico: le negaron la entrega del título de Peritaje por negarse a cumplir los servicios sociales en la Sección Femenina, aquella ramificación del pensamiento único con la que Franco estaba convencido de que podía fabricar buenas (y sumisas) mujeres. El paso de las décadas la colocaría en vanguardia de la lucha contra la violencia de género, contra ese atentado a los derechos fundamentales que ayer definía como “una cicatriz que puede que no deje huella, pero que acompaña toda la vida”. Contra ella seguirá batallando, advirtió, para que entre otras cosas sus nietos no sufran su yugo. El último agradecimiento tenía objetivo directo: las compañeras que cada día le acompañan en “este fregado”. Y todo ello, confesó, en “un día muy especial” de homenaje ganado a pulso durante años.
Cruz Blanca y el ‘Campoamor’
La jornada de reconocimientos premió también a Cruz Blanca, en concreto al programa O’Cambalache con el que la entidad humanitaria atiende desde hace ya 17 años a todas las mujeres que se acercan hasta sus instalaciones en busca de apoyo y asesoramiento para mitigar el escenario de vulnerabilidad en el que pueden verse inmersas. Recogió la mención honorífica Elena Larios, coordinadora del proyecto. Quiso compartirla con “los hermanos franciscanos y las mediadoras” con las que reparte trabajo e ilusiones. Son ellos, enfatizó, quienes “dan fuerzas para luchar contra una violencia que por desgracia se reproduce los 365 días al año y contra la que hay que tener tolerancia cero”.
Los últimos premiados –por orden de protocolo, que no por menor importancia– encarnaban la savia nueva que debe trasformar, en las nuevas generaciones, el destierro de la violencia machista. Los alumnos de Secundaria del IES ‘Clara Campoamor’ tienen tan interiorizada esa misión que ayer recogieron el Premio Meninas que le concedió la Delegación del Gobierno. Se reconocía así el trabajo audiovisual de ocho minutos en el que los estudiantes, coordinados por Miguel Illescas y León Bendayán, narran la historia de una idílica y joven pareja en la que los celos, tras un calvario personal, acaban en maltrato, una ruptura y él esposado por la Policía. Ficción que, por desgracia, este año se ha cobrado casi 50 vidas en historias reales con final injusto.La batalla, pese a todo, continúa.
La agresión que aparece incluso en la noche de bodas...
Sin necesidad de concretar nombres ni apellidos, las historias desgranadas por Antonio Martín, presentador del acto, y que sirvieron de introducción a la entrega de premios bien podrían ilustrar cualquiera de los infiernos de las miles de mujeres maltratadas en algún punto del país, o de las casi 50 que han pagado con su vida la pesada losa del machismo que aún anida en España. Esos relatos, reales, hablan de mujeres que sufren la primera bofetada en su noche de bodas, que si tienen suerte y salen del círculo de agresiones y vejaciones se ven obligadas a sacar adelante a sus hijos en soledad... La cara más amable, la del respaldo de la Administración y de las organizaciones sociales, es la que invita a mirar con algo más de optimismo el futuro.
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