Dicen que el fútbol es una de las cosas que más felices te puede hacer en la vida. O no.
Abdelhak Nouri es un chico neerlandés de origen marroquí que jugaba en las filas del Ajax de Ámsterdam. Tenía 20 años, era un extremo diestro habilidoso, driblaba, gambeteaba, era de esos jugadores diferentes, que los ves y piensas que va a llegar lejos.
El fatídico 8 de julio de 2017 le cambió la vida para siempre al bueno de Nouri. Era un partido amistoso, de pretemporada, que disputaban Ajax y Werder Bremen en Austria. Los holandeses perdían 2-1 al correr de la segunda parte, pero el resultado era lo de menos. El chico se desplomó sobre el verde lo que ocasionó a aficionados y a todos los presentes los peores presagios. Las asistencias sanitarias se dieron la mayor prisa posible y lo trasladaron al hospital. Una vez allí, el club holandés informó de que estaba estable y con pulso.
Parecía que iba normal la situación pero un nuevo revés sacudió a la familia Nouri. Permaneció en coma, y despertó a los 13 meses después de lo sucedido. Durante ese tiempo, los médicos informaban de que la situación era estable pero su cerebro no emitía respuesta alguna. A día de hoy, el exjugador tiene secuelas de las que no se ha podido recuperar, lo que conlleva una tardía recuperación.
Appie, como le llaman sus más allegados, seguro que esbozó una sonrisa al ver que los integrantes de la Selección de Marruecos se acordaron de él tras tumbar a España en la tanda de penaltis y dejarlos en la cuneta en octavos de final. Jugadores como Amrabat, Achraf Hakimi y Ziyech, entre otros, sujetan la camiseta de Nouri con el número que llevaba a la espalda, el 34.
Un gesto, que sin duda, engrandece a la selección marroquí. No sólo la hazaña que hicieron de echar a La Roja del mundial, sino por el gesto humano que tiene una plantilla de futbolistas al acordarse de Abdelhak Nouri en esos momentos de euforia y entusiasmo.