Categorías: Colaboraciones

Homenaje a Ángel Vázquez ( y 3)

Como estima el saber popular,  las comparaciones suelen ser odiosas. Además, añadiría yo, en la mayoría de los casos estériles y engañosas. Pero con frecuencia la tentación de confrontar dos realidades resulta un mecanismo necesario para establecer  ciertas conclusiones. En el  caso de pretender comparar  una película con la novela de la que  dimana, estamos condenados a no llegar a ningún sitio, a pesar de lo cual, siempre habrá quien pleno de sabiduría  afirme:  “a mí me gustó más la peli”. Resulta obvio que, tanto la literatura como el cine, son dos categorías artísticas tan distintas entre sí como lo pudieran ser un huevo y una castaña,  aunque sí  compartan un mismo afán narrativo. No son comparables sus técnicas, ni su lenguaje, ni sus claves, ni tan siquiera se asemejan en su propia sintaxis. Inevitablemente,  el salto de un medio a otro siempre conllevará pérdidas irremplazables. Pero a pesar de ser experiencias totalmente distintas, a mi modo de ver, sí que pueden ser complementarias.
Con esa pretensión, en una de las últimas reuniones del CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública y como colofón al Homenaje monográfico que  en las últimas sesiones hemos dedicado al escritor tangerino  Ángel Vázquez  ( tratando así con nuestra humilde aportación de  hurtar su figura al olvido ) , acordamos dedicar la reunión del pasado miércoles  a alternar los comentarios sobre su novela más brillante, “La vida perra de Juanita Narboni”,  con el visionado de fragmentos de la película del mismo nombre que en el año 2005 realizó la directora marroquí Farida Benlyazid, interpretada entre otros por Mariola Fuentes, Salima Benmoumen, Lou Doillon y Concha Cuetos, con guión de Gerardo Bellod y que incluso llegó a competir en  la sección oficial del Festival de San Sebastián.
Siempre que tengo la oportunidad (y si no la tengo, yo mismo la suscito) suelo comentar a mis conocidos a cerca del CLUB DE LECTURA,   que no es simplemente un grupo de personas que se reúnen para leer un mismo libro y comentarlo posteriormente. Según mi experiencia, el Club es un acto de aprendizaje, similar a un conocimiento erudito, una forma de acceder al saber a través de la experiencia grupal. Y la sesión del miércoles hizo honor a esa presunción. Tras visionar los primeros minutos de película,  los comentarios empezaron a brotar en tropel. De forma casi unánime consideramos los allí presentes  que  comenzar la película con la muerte de la madre, dejó al personaje de Juanita  (Mariola Fuentes) bastante desdibujado, ya que en  la primera parte de la novela,  cuando  su madre aún  está viva, es donde verdaderamente se nos muestra el carácter de la protagonista en toda su dimensión, lo que resulta vital para entender a la postre  los claroscuros  del personaje. Del mismo modo, mientras que en la película se nos presenta a una Juanita Narboni con un físico definido (el de una  gesticulante Mariola Fuentes), tras la lectura de la novela, en cambio,  cada uno tenía en mente a su propia Juanita;  para unos una mujer joven que va narrando su día a día  de esa manera tan peculiar en que ella lo hace, mientras que para otros representaba a una solterona  bien entrada en años que recordaba su vida. Inevitablemente,  las personas interpretamos nuestras lecturas (y en menor medida también el cine) de acuerdo con nuestro propio contexto, pasándolas por el tamiz de nuestros prejuicios o anhelos, en definitiva,  por nuestras propias circunstancias vitales, y en lo que respecta a  Juanita Narboni  eso no iba a ser distinto.
A mi juicio, lo que sí muestra fielmente  la película, y eso es debido al buen hacer de la actriz protagonista, es el mundo de soledad  y de continua y perpetua represión en que vive Juanita. Se nos muestra (al igual que en la novela) como una persona amargada, intolerante, hipócrita, egoísta y llena de prejuicios, producto de una educación y sociedad concreta, como fue la excluyente, clasista y cerrada sociedad española del Tánger internacional. Ella vive disociada entre la realidad que la envuelve y el mundo interior que ella misma se  ha ido construyendo; subsiste encerrada entre lo que ella desea y anhela y lo que la realidad le niega; en esa frontera sombría y azarosa transcurre toda su existencia.
Por otro lado, lo que la gran parte de los asistentes echamos de menos en la película,  fue la gran vitalidad, aun a pesar de una existencia tan dramática como la suya, de la Juanita  de Ángel Vázquez, ya que en el largometraje, su personaje tiende a deslizarse  hacia los aspectos exóticos del Tánger de la época y resulta ligeramente caricaturizada (en ocasiones se exhibe solo como una vieja loca y amargada). Aunque ese amargo sentido del humor que proyectan sus expresiones en jaquetía, sí llega a ejemplarizarlo Candela Peña; solo gracias a su gracejo y desenvoltura es capaz de llevar a buen puerto el lenguaje vulgar con que se expresa la solterona, sin duda, principal herramienta del autor para desdramatizar el contexto y aportar al mismo tiempo  una fuerte dosis de  crudo realismo  a las situaciones que se nos narran. También es  justo reconocer, y en descargo del guionista,  que el monólogo interior (o exterior,  ya que siempre está parloteando como una cotorra) en que está construida la obra tiene una adaptación muy difícil al lenguaje cinematográfico (ver una película enteramente con voz en off considero que puede llegar a ser causa justificada de suicidio).
Lo cierto es que después de tantos días compartidos con Juanita Narboni, a la mayoría ya nos ha ganado para su causa , llegando  a ser casi ya  un miembro más del Club. Tanto es así que nuestra compañera Reme, seguramente poseída por el espíritu de la tangerina y  fantaseando con lo que ésta le diría al excusarse por no coger el  libro en unos cuantos días, escribió unas líneas que aquí me atrevo a reproducir (claro que si no ha sido leído con el acento zumbón de Rosa, no es lo mismo): “Anda hija si, menos mal, ya era hora. Después de dos semanas, volver otra vez con mi historia ¡La muy guarra!. Dices que tienes poco tiempo. Que si tienes que ir al de los huesos, que si sí, que si no. ¡A mí me  la vas a dar! ¿Por qué no cuentas lo de los desayunos? Esas paraditas en los escaparates… ¡desgraciada!. Y yo aquí esperando  que la buena señora se digne a terminar lo que empezó. ¡Qué vida más perra!

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